«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

El PP en el triángulo de las Bermudas

3 de febrero de 2022

Cuando era joven e ingenuo yo pensaba que los líderes políticos debían ser más listos que el resto de los mortales y que por eso los elegíamos. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de mi error: encapsulados en su propia burbuja y rodeados de aduladores, pueden convertirse en unos “listillos” y usar el Falcon para recreo personal, chantajear a empresarios para quedarse con un 3 por ciento, gastarse el dinero del desempleo en bares y otros vicios o celebrar las mayores tasas de paro con grandes mariscadas. La lista de abusos es interminable, me temo.

Pero en muchas ocasiones estos superhéroes de lo público son tontos de remate, en el sentido forrestgumpiano, de que cometen muchas tonterías. Por ejemplo, un PP que se siente comido por el avance, lento pero imparable, de Vox, convoca unas elecciones en Castilla y León, se pone nervioso porque las encuestas iniciales que le daban una holgada mayoría no parecen que se vayan a materializar y sale con la ocurrencia de que volverían a convocar elecciones antes que tener que contar con Vox. Algo que no hicieron en Madrid, dicho sea de paso. Ni en Andalucía.  ¿Pero por qué querrían hacer algo así ahora en claro desprecio a los votantes castellanoleoneses?  Por miedo, pura y llanamente. Si en su cuna y feudo de décadas, los de Abascal le recortan terreno, la posibilidad de que en Andalucía desafíen a Moreno Bonilla se hace más intensa.

En medio de esta confusión, Pablo Casado recurre a lo poco que a él y su entorno se le ocurre: criticar a Vox en lugar de pelearse con Sánchez. Más que criticar, difamar

Lo lógico desde un punto de vista maquiavélico de la política —que al fin y al cabo es lo que cuenta— es que Génova hubiera forzado convocar las autonómicas de Castilla y León y Andalucía simultáneamente. Sería la mejor forma de haber frenado a Vox. Por un lado, porque sus líderes nacionales —que son los que cuentan— tendrían que haberse dividido malamente para hacer gente a dos campañas a la vez; más importante, porque si Vox da un gran salto en CyL, su imagen de caballo ganador no hará más que afianzarse y eso podría llevar a ganar muchos más votantes en Andalucía. ¿Por qué no se ha hecho una jugada maestra tan clara? Porque Pablo Casado no ha sabido o podido imponerse al criterio de Moreno, que quiere las elecciones en un ambiente más distendido tras la feria de abril. La otra tontería de los genoveses, como el mismo José María Aznar ha dicho, es despreciar una aproximación regional en aras de una supuesta estrategia nacional que no se tiene.

En medio de esta confusión y cúmulo de errores, Pablo Casado recurre a lo poco que a él y su entorno se le ocurre: criticar a Vox en lugar de pelearse con Sánchez. Más que criticar, difamar en realidad. Por ejemplo, mientras Casado decía ante los micrófonos que Vox era amigo de Putin, Santiago Abascal lograba en Madrid, en la cumbre de partidos patrióticos, que Orban, le Pen y muchos otros firmaran una crítica al Kremlin por ser el causante de la actual situación de crisis militar sobre Ucrania. Ahí es nada. Ya quisiera una Génova vaciada tener tanta capacidad de influencia en los actores políticos europeos. ¿Pero qué se puede esperar de un partido que es incapaz de encontrar una nueva sede después de despreciar lo que une a Génova con la corrupción del PP?

A quien Casado debería tener miedo es a su propio tapado, el alcalde de Madrid, Almeida

Pablo Casado cree que tiene que sobrevivir a dos posiciones relativamente enfrentadas sobre cómo aproximarse a la situación actual: por un lado, el más duro, la de Isabel Díaz Ayuso, que no deja ocasión de contraatacar a la izquierda; y, por otro, la de Núñez Feijóo, quien no pierde ocasión de copiar a la izquierda antiespañola.  Yo creo que se equivoca. A quien debería tener miedo es a su propio tapado, el alcalde de Madrid, Almeida. Le gana con su filosofía de trilero político, con su popularidad entre la izquierda carmenoide y urbanita, y porque genera menos rechazo entre los propios. Ah, y tiene una sede de la que no se arrepiente. 

Génova es un lugar especial donde la gente que la habita tiene muy poco que hacer. Se supondría que eso les permitiría dar con mejores ideas y propuestas. Pero a tenor de las ocurrencias y repetidos errores, ya vemos que no.  No son tan listos como se creen.  ¿No fue William F. Buckley, ese faro del presidente de los centristas españoles quien dijo “preferiría que gobernaran los primeros 2.000 del listín telefónico antes que los mejores universitarios”? Igual es también lo que piensa el pueblo español al final de esta deriva que estamos pagando todos los españoles. Si al final el PP va a ser Moby Dick, al menos cabría esperar que el último coletazo lo diese contra el social-comunismo que nos atenaza, no contra quienes, como Vox, intentan con su quehacer, protegernos de los malvados. Sería de tontos no hacerlo, pero se han vuelto tontos.

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