Pedro Sánchez apareció en Ferraz, no en la Moncloa, con una voz nueva. Entre «muerte de Chanquete» y «Españoles, Franco ha…». Parecía la reciente confesión de Frank de la Jungla, sin las gafas de colores y con una cara estragada ya como de trabajar con Sabiniano y no precisamente de contable.
Sánchez, que ayer nos confesó que no es perfecto, siempre brilló por comparación con el antisanchismo, y ayer empezó a hacerlo también frente a las ratas del sanchismo, las que abandonan el barco haciendo ñi, ñi, ñi tras un instante de estupefacción, de pero cómo, pero qué me estás contando…
Ayer tocaba asombro y salvo elementos de inasequibilidad extraordinarios como la Intxaurrondo, el sistema mediático del PSOE hizo por fin acuse de recibo. Informe UCO. pdf. Àngels Barceló pidió explicaciones; Ana Pastor lo consideró «gravísimo»; Maestre, «devastador» y también «vomitivo» y a la de La Sexta de repente le dio por imitar a Vito Quiles: «¿Se sienten engañados, señor Urtasun?». La lista sería larga…
La gente se sorprendía y hasta horrorizaba de que el señor al que vieron junto a Puigdemont vendiendo España se hubiera dedicado estos años a amañar unos contratos públicos. Puede que sean las mordidas con más razón de todo el 78. Si alguien se lo ha ganado, es esta gente, que le está haciendo a las oligarquías el giro copernicano.
El escándalo periodístico era como el de una mala (es decir, buena) actriz porno que finge un ataque de virtud cuando el amigo negro de su hijastro dice aquí estoy yo…
En los rostros se quería dibujar el horror, pero se dibujaba otra cosa.
La desfachatez de Sánchez no es menor que la del circo que lo rodea, y por eso, hasta cierto punto, nos lo merecemos. Por eso su figura gana relieve a medida que se acerca a lo tiránico, a medida que en sus ojos asoma una infancia en la que el niño se retiraba a incendiar hormigueros. A nuestra sumisión añadimos así el placer de ver hasta dónde llega el personaje; participamos un poquito de su abyección.
Su intervención, por ejemplo, tuvo ramalazos de genialidad. De coger palomitas. ¿Responsabilidades políticas? Ni una ni dos; tres: actuar (una auditoria y una reestructuración de la comisión), colaborar (como presidente) y unas disculpas (que tampoco terminó de estar claro sin la ofrecía o las pedía).
«Perdón, ciudadanía», repitió al irse, y la prensa colegiada tuvo el detalle de no aplaudir.
«Es la perversión del Sistema», había dicho Sémper en su papel ya no de yerno perfecto sino (avance ideológico) de yerno perfecto que podría también tirarse a la cuñada. Sánchez era un epifenómeno del 78 que se ha salido de madre. Pero ahí está Feijoo: «Sigan confiando en nuestro sistema y nuestra separación de poderes».
Alfonso Guerra era un corrupto y estuprador de la Ley y ahora ya ven, de Hombre de Estado en la COPE. Las cosas cambian mucho… La sensación, de todos modos, es que ahora empieza el sanchismo. Bolaños, Redondo, la «agenda de transformación». Solo le han dejado a Sánchez una salida… terminar lo empezado, ir con más convicción hacia lo apuntado.
Entre pensar que esto ha sido una banda criminal de cuatro en un Peugeot y pensar que ha sido de tres (CAK), no hay tanta diferencia.