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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

El sí de las niñas

12 de marzo de 2023

El sí de las niñas es una obra de teatro escrita por Leandro Fernández de Moratín, estrenada en 1806 y que tuvo un enorme eco y popularidad hasta 1815. En ese año, la Inquisición prohibiría la obra, y sólo sería reestrenada, de nuevo con gran éxito y popularidad, en 1838.

Hay varias versiones en la web por si alguien quiere verla. Sigue siendo entretenida con un lenguaje, aunque lógicamente de su época, de bastante frescura y mucha elegancia. La obra critica los matrimonios de conveniencia, en este caso el de una jovencísima doña Paquita con un sesentón. Don Diego, que así se llama el viejo, es rico y está en disposición de resolver los problemas económicos de la familia de doña Paquita. El enredo consiste en que doña Paquita está en realidad enamorada del sobrino del sesentón. No cuento el desenlace por si alguno se anima a leerla o verla en las distintas versiones que se pueden descargar en la web.

Traigo a colación esta obra como una manifestación de cambio social desde abajo. El sí de las niñas contribuyó de manera notable a acabar con los matrimonios de conveniencia y poner algunos límites a la autoridad familiar. Un progreso social evidente que no estaba tan claro entonces.  

Hemos vivido una semana monopolizada por el debate en las Cortes de la ley del «sólo sí es sí» y también por la manifestación del día de la mujer. El debate en las Cortes sólo puede calificarse de tremebundo. Un debate en el que no se ahorraron insultos ni entre los propios socios de Gobierno. 

Hay una imagen que quedará para los anales, la de dos ministras sentadas en el banco azul en la más abandonada soledad: parecían dos niñas desamparadas. La escena llega al sadismo y define a un presidente absolutamente irresponsable. Un presidente que no hace suyas lo que son evidentemente decisiones colegiadas y que no da la cara jamás por sus colaboradores. La política ha de tener algo de épica, de grandeza; pero Pedro Sánchez la ha rebajado a unas cotas de mezquindad y cobardía absolutamente insólitas.  

La ley que se debatía es el gran fracaso de la ingeniería social en la que se empeña la izquierda trasnochada que nos gobierna. Una izquierda que parte de unas ideas absolutamente minoritarias y que trata de imponer desde arriba. Los cambios sociales son necesarios, siempre lo son, pues las sociedades son dinámicas; pero deben hacerse poco a poco recabando consensos y mayorías. Deberían leer a Popper y su ingeniería fragmentaria (piecemeal engineering) como fórmula para recoger y propugnar el cambio social robusteciendo la sociedad. Frente a la ingeniería social, el sentido común: la ingeniería social no genera sociedades fuertes y sanas, sino conflictos y divisiones.

Para colmo, la semana ―no sé quién le lleva la agenda política a Sánchez, pero no da una― se remata con una manifestación ultra feminista a la que cada vez va menos gente. El 8 de marzo ha pasado de cientos de miles a unas pocas decenas de manifestantes. Una manifestación llena de insultos, muy representativa de un sector del feminismo que no tiene prácticamente seguimiento social.

Hay que abrir un debate en profundidad sobre nuestra sociedad. Pero sin prejuicios ideológicos, por ejemplo, para volver a la obra de Moratín, en tiempos de «candor y talento», la sociedad era mucho menos violenta: los asesinatos de mujeres eran mucho más reducidos, cinco por ejemplo en 1964. También las cifras de suicidios eran muy bajas. Habría que plantearse porque pese a las ingentes inversiones en políticas ideológicas de todo tipo, tenemos las cifras de violencia y suicidio actuales. En mi opinión, también habría que preguntarse por los 100.000 abortos anuales que se producen en España y la enorme tasa de fracaso matrimonial y familiar.

Finalmente, para concluir, vuelvo a Moratín, para recordar que la «mala» de la obra de teatro, es la madre de la novia, una mujer autoritaria, anacrónica y arruinada, muy desorientada que no duda en usar a su hija para mantener su estatus. Un personaje muy bien construido y humanizado por el autor. Los grandes de la literatura nos enseñan que la vida no todo es o blanco o negro; o más modernamente fascismo o no. Este personaje se llama, por cierto, doña Irene.

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