«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

El voto y el veto

29 de marzo de 2021

Es muy raro que Pablo Casado vete tan prematuramente la posibilidad de que Vox entre en el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Primero, porque con esa prohibición puede alterar el supuesto trasvase de voto al PP desde las filas de Vox. Lo expliqué detalladamente aquí.

Lo más lógico en una circunscripción única proporcional sería dejar que Vox superase ampliamente ese margen sin confundir a sus votantes con juegos de manos y de encuestas, y entonces no se perdería ni un 0,5% de los votos.

Pero hay más. Casado, con esa declaración desmiente esa idea (que emana de encuestas internas o intensas del PP, precisamente) de que Vox no va a superar el límite de votos del 5% para entrar en la Asamblea. ¡Ja! Ninguna encuesta externa dice esto; pero, además, si el líder del PP ya está ocupado en contener su entrada en el Gobierno, ¿cómo que no van a entrar en la Asamblea? Deberían coordinar al menos su propia propaganda. Pero es difícil, porque no se la creen. Si lo hiciesen, por puro cálculo, los partidarios del voto útil tendrían que animar a votar a Vox, si de verdad sospechan que el partido de Abascal no va a superar la barrera del 5%. Si no llegase, se va a perder un 4,75% del voto de derechas, porque Vox tiene votantes que jamás votarán al PP. Lo más lógico en una circunscripción única proporcional sería dejar que Vox superase ampliamente ese margen sin confundir a sus votantes con juegos de manos y de encuestas, y entonces no se perdería ni un 0,5% de los votos.

El veto de Pablo bloquea el voto del pueblo. Lo lógico y lo democrático es esperar que hablen las urnas

Pero hay todavía más en lo de Casado. El veto de Pablo bloquea el voto del pueblo. Lo lógico y lo democrático es esperar que hablen las urnas y luego tratar de trasladar ese mandato electoral a la acción de gobierno en la proporción más directa posible a la de las fuerzas ganadoras.

El concepto de voluntad popular tiene mucho de ficción política, pero es una ficción necesaria para que la democracia representativa funcione en realidad. Quiero decir que el votante deposita una voluntad particular que suele consistir en el deseo que gobierne el partido que vota, y así lo hace casi cada votante de todos los partidos. Pero si no hay mayoría absoluta, hemos de deducir la existencia de una voluntad (global, ficticia, pero necesaria) que apuesta por un acuerdo de gobierno. Un veto previo y ciego a los juegos de los pactos está volando por los aires el concepto político de la voluntad popular; y eso no es moco de pavo. Lo que pretende Pablo Casado es que los votos de la gente que apuesten por el programa de Vox ni cuenten en su voluntad real y concreta de que gobierne Vox ni siquiera en su voluntad abstracta y pragmática de que pesen en su justa proporción en un gobierno de coalición o en un pacto legislativo.

Los sueños de Casado son legítimos, pero si se persiguen de otra manera. Bastaría que dijese: «Si queréis que el PP gobierne en solitario, votadlo en masa hasta concedernos la mayoría absoluta. Si no lo hacéis, tendremos que ceder parte de nuestra acción de gobierno a los partidos que nos apoyen, porque es lo leal y lo democrático, aunque no sea lo ideal para mí». No tiene confianza en que su recelo o su miedo ante Vox pueda movilizar al electorado. Prefiere un golpe de autoridad preventivo, sin mediaciones de voto.

Vamos volviendo a un despotismo ilustrado o demagógico, que, por vergonzante, da más vergüenza

Cada vez más actuaciones políticas se hacen de espalda al pueblo soberano. Es uno de nuestros problemas de fondo. Fíjense. Se hurtan debates de muchísimo calado a la opinión pública (cumplimiento de las penas, extensión de las autonomías, sueldos y privilegios políticos, libertad educativa…), se incumplen impunemente los programas políticos que eran el compromiso del político con el electorado y se juega a los pactos postelectorales sin un respeto transparente y matemático por el juego de las mayorías emanadas de las urnas. Vamos volviendo a un despotismo ilustrado o demagógico, que, por vergonzante, da más vergüenza.

.
Fondo newsletter