No es fĆ”cil percatarse del lugar que ocupa nuestra persona en el mundo circundante, aunque, solo, sea en la esfera Ćntima o próxima. Sin embargo, es una operación bĆ”sica para conseguir un punto de salud mental. La impresión primera es que pululan muchos individuos desnortados, al no saber con quĆ© coordenadas fijar su posición en el cĆrculo social circundante.
Si arduo es lo anterior, mĆ”s peliagudo serĆ” la abstracción de situar el paĆs de uno en el concierto mundial. No obstante, se trata de un dato utilĆsimo para saber a quĆ© atenerse, para dar sentido al gentilicio que lleva uno puesto, y al que no es posible renunciar.
En EspaƱa, es un lugar comĆŗn referirnos a ālos paĆses de nuestro entornoā. La expresión es harto confusa, pues, en tal āentornoā, no suelen incluirse Portugal, Marruecos o Argelia. En cambio, todo el mundo se figura que la comparación se hace con los paĆses transpirenaicos, aunque no se delimite el espacio donde termina el contraste. En ese contexto, mĆ”s bien cultural o histórico, EspaƱa representa un territorio amplio, con una densidad de población rala, con una democracia formal, aunque, asentada en una larga tradición autoritaria.Ā
Llama la atención la falta de aprovechamiento de un factor tan esencial como la lengua común
Hace un par de generaciones, la sociedad espaƱola ocupaba un lugar zaguero en la escala del desarrollo económico del continente europeo. Hoy, se asienta en uno de los lugares adelantados. Aun asĆ, durante el siglo XXI; la posición relativa de los espaƱoles es, mĆ”s bien, de amortiguamiento o detención de esa tendencia mĆ”s amplia. Digamos que representa una posición media en Europa. No es fĆ”cil explicar ese relativo estancamiento espaƱol de los Ćŗltimos lustros. QuizĆ”, sea la consecuencia del aspecto mĆ”s negativo de nuestra evolución en la historia secular: la difĆcil aceptación de la mentalidad cientĆfica. No ha habido manera de ganar etapas en la consecución de tal rasgo, tĆpicamente europeo. Solo, un dato: A lo largo del tiempo contemporĆ”neo, la Universidad de Oxford, ha producido unos 70 premios Nobel de materias cientĆficas. Todas las Universidades espaƱolas, solo, han podido generar un premio NobelĀ (compartido), y eso fue a principios del siglo XX: Santiago Ramón y Cajal. (Se podrĆa aƱadir Severo Ochoa, en 1959, pero, lo fue como estadounidense). El retardo espaƱol no puede ser mĆ”s vergonzoso.
El escandaloso retraso cientĆfico llama la atención en un pueblo que ha producido grandes valores de alcance universal en la literatura, la pintura y otras manifestaciones de la alta cultura.
El fallo polĆtico y cultural mĆ”s estruendoso es la reciente incapacidad de los espaƱoles para relacionarse con la cultura y la polĆtica de los pueblos americanos de habla hispana. Llama la atención la falta de aprovechamiento de un factor tan esencial como la lengua comĆŗn. Hace un siglo, era corriente que muchos escritores espaƱoles publicaran artĆculos en los periódicos de la AmĆ©rica hispana. Hoy, con muchos mĆ”s medios, sus equivalentes se hallan mĆ”s lejos que nunca de tal presencia transatlĆ”ntica. Fuera de este periódico digital, son raras las publicaciones espaƱolas que se interesen, sistemĆ”ticamente, por los asuntos de la Iberosfera.
ĀæA quĆ© se debe el extraƱo distanciamiento de los espaƱoles respecto de la realidad iberoamericana? Lo ignoro. Uno de los necesarios ejercicios de los escritores y acadĆ©micos espaƱoles serĆa el de āhacer la AmĆ©ricaā alguna vez, en el sentido cultural de la expresión. Hay ejemplos actuales, pero, pocos, los mĆnimos.