«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

España como potencia media

7 de enero de 2022

No es fácil percatarse del lugar que ocupa nuestra persona en el mundo circundante, aunque, solo, sea en la esfera íntima o próxima. Sin embargo, es una operación básica para conseguir un punto de salud mental. La impresión primera es que pululan muchos individuos desnortados, al no saber con qué coordenadas fijar su posición en el círculo social circundante.

Si arduo es lo anterior, más peliagudo será la abstracción de situar el país de uno en el concierto mundial. No obstante, se trata de un dato utilísimo para saber a qué atenerse, para dar sentido al gentilicio que lleva uno puesto, y al que no es posible renunciar.

En España, es un lugar común referirnos a “los países de nuestro entorno”. La expresión es harto confusa, pues, en tal “entorno”, no suelen incluirse Portugal, Marruecos o Argelia. En cambio, todo el mundo se figura que la comparación se hace con los países transpirenaicos, aunque no se delimite el espacio donde termina el contraste. En ese contexto, más bien cultural o histórico, España representa un territorio amplio, con una densidad de población rala, con una democracia formal, aunque, asentada en una larga tradición autoritaria. 

Llama la atención la falta de aprovechamiento de un factor tan esencial como la lengua común

Hace un par de generaciones, la sociedad española ocupaba un lugar zaguero en la escala del desarrollo económico del continente europeo. Hoy, se asienta en uno de los lugares adelantados. Aun así, durante el siglo XXI; la posición relativa de los españoles es, más bien, de amortiguamiento o detención de esa tendencia más amplia. Digamos que representa una posición media en Europa. No es fácil explicar ese relativo estancamiento español de los últimos lustros. Quizá, sea la consecuencia del aspecto más negativo de nuestra evolución en la historia secular: la difícil aceptación de la mentalidad científica. No ha habido manera de ganar etapas en la consecución de tal rasgo, típicamente europeo. Solo, un dato: A lo largo del tiempo contemporáneo, la Universidad de Oxford, ha producido unos 70 premios Nobel de materias científicas. Todas las Universidades españolas, solo, han podido generar un premio Nobel  (compartido), y eso fue a principios del siglo XX: Santiago Ramón y Cajal. (Se podría añadir Severo Ochoa, en 1959, pero, lo fue como estadounidense). El retardo español no puede ser más vergonzoso.

El escandaloso retraso científico llama la atención en un pueblo que ha producido grandes valores de alcance universal en la literatura, la pintura y otras manifestaciones de la alta cultura.

El fallo político y cultural más estruendoso es la reciente incapacidad de los españoles para relacionarse con la cultura y la política de los pueblos americanos de habla hispana. Llama la atención la falta de aprovechamiento de un factor tan esencial como la lengua común. Hace un siglo, era corriente que muchos escritores españoles publicaran artículos en los periódicos de la América hispana. Hoy, con muchos más medios, sus equivalentes se hallan más lejos que nunca de tal presencia transatlántica. Fuera de este periódico digital, son raras las publicaciones españolas que se interesen, sistemáticamente, por los asuntos de la Iberosfera.

¿A qué se debe el extraño distanciamiento de los españoles respecto de la realidad iberoamericana? Lo ignoro. Uno de los necesarios ejercicios de los escritores y académicos españoles sería el de “hacer la América” alguna vez, en el sentido cultural de la expresión. Hay ejemplos actuales, pero, pocos, los mínimos.

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