«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La España que vamos dejando

24 de noviembre de 2016

Desde que conocí el fallecimiento de Rita Barberá y las posteriores reacciones a su muerte no he podido dejar de preguntarme, ¿y si siguiera viva?. La desaparición de la alcaldesa más votada de España ha dejado al descubierto la mezquindad de muchos.

Porque uno no sale de su asombro ante tanta demostración de miseria. De propios y extraños. Porque esta película ya la hemos visto. Porque somos muy amigos en la abundancia pero nos untamos las manos de vaselina para dejar caer a cualquiera que nos estorbe por si acaso, incluso antes de ser condenado. Porque es tan rastrero negar un minuto de silencio por la memoria de un ser humano cuya inocencia (aún) se supone, como llenar las mejillas con lágrimas de cocodrilo precedidas por la negación del consuelo de un hombro.

Es complicado ser íntegro. Pulcro. Intachable…alguno hay (y me consta), pero pocos. Es más, cada vez hay menos. Y es que son escasos los limpios de corazón que prefieran ser magnánimos con un compañero señalado a costa de no engrosar las malditas listas cerradas, cuya inclusión sólo pasa por ser “honrado” con el jefe.

Lo estamos viendo estos días con los díscolos del PSOE y esa figura retorcida llamada disciplina de partido. De pensamiento uniforme. De camaradería de saldo y esquina que impone sistemáticamente la opinión “conveniente” (yo diría convenida), en lugar de permitir la libertad en la que creen con la boca pequeña. Una vez dentro (del partido; no sólo de éste), controlan actitudes, dirigen movimientos, encauzan voluntades y condicionan posicionamientos, convirtiendo al individuo libre en una suerte de sujeto alienado y adiestrado para la causa.

Escribe el genial Raúl del Pozo que el Congreso es un teatro de variedades; yo ya lo califiqué de teatrillo arrabalero cuando empecé a ver la nueva hornada de maestros de nada, imbuidos de la legitimidad de unas urnas carentes de criterio objetivo. Corazón frente a razón. Idealismo frente a pragmatismo. Revanchistas llenos de rencor (ni ellos saben por qué), pretenden tirar por tierra el trabajo de quienes les precedieron, reviviendo los odios que ellos nunca protagonizaron pero que mantienen como piedra angular de sus discursos estériles.

En este Parlamento falta docilidad para aprender, humildad para reconocer y compromiso para ejercer. No es más que el reflejo del fracaso de la sociedad española de la generación de la cual formo parte: gente insulsa, sin solidez en sus principios y vendida al mejor postor por desconocer de dónde vienen y cuál debe ser su futuro.

 

Las personas pasarán, Rita pasará, todos pasaremos en realidad; lo peor, la España que vamos dejando.

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