Las sombrillas verdes están preocupadas: Espinosa se ha ido. Entrar en política es difícil. Salir lo es más. Miguel Ángel Rodríguez me dijo esas palabras durante la charla que mantuvimos el día que le comuniqué mi dimisión. Como siempre, estaba en lo cierto. No es fácil colarse en las listas de un partido u ocupar un puesto en la administración.
Pero las nuevas formaciones abrieron una ventana de oportunidades. De pronto, gente como yo, que no tenia experiencia alguna, pudo entrar de golpe en las instituciones sin sufrir el largo y bacheado camino que atraviesa las juventudes del partido, la competición entre afiliados o las cuchilladas dentro de la organización. De hecho, el problema para Ciudadanos, UPyD —y supongo que VOX—, era el contrario. Las encuestas nos decían que entraban varias personas de una lista y no había manera de encontrar perfiles adecuados. Recuerdo haber intentado fichar a un catedrático de economía para la lista de mi partido por la Comunidad Valenciana. Tenía el puesto asegurado, iba a ir de dos y las encuestas nos auguraban un buen resultado. Me dijo que no le salía a cuenta. Poco salario, mucho trabajo, una vida expuesta en canal y la familia, que temía el maltrato, en contra.
Es fácil que de esta manera poco a poco se convierta en una profesión donde cada vez hay más mediocres y oportunistas. Yo estaba dentro de golpe y, tras casi once años, quería salir. La vida política requiere entrega total. Veinticuatro siete, como se dice ahora. Cuando no eran los plenos, las comisiones o la preparación de los mismos, había que «tocar territorio», recorrer pueblos o ciudades y reunirse con asociaciones y afiliados. Siempre con las cuchilladas internas muy presentes. Expuesto a la opinión pública y azotado por unos y otros. Los tuyos, los contrarios y todos esos ciudadanos que miran con desdén a cualquiera que se dedique a la cosa pública. Zarandeados por los medios y por esa intelectualidad exquisita que te dicta qué hacer desde la comodidad de su sofá. Por supuesto que hay recompensas. Satisfacciones después de soltar un buen discurso, arreglar un acuerdo o conseguir cualquier cosa por pequeña que fuera. Pero eso era lo de menos.
Y un día mi mujer me sentó y me dijo que si quería seguir llegando a casa malhumorado, insatisfecho. Tardé mucho en hacerme a la idea de que estaba en lo cierto. Y otro poco más en hacer algo. Entrar no había sido tan difícil como salir. Porque es una profesión que engancha, preciosa y brutal. Pero también porque te deja marcado. Muy pocos pueden volver sin tacha. ¿Y ahora qué? Las espaldas están cubiertas de heridas. Y en esta nueva realidad polarizada, casi todo el mundo prefiere un perfil neutro al de alguien que se haya significado.
Reflexiono bajo la sombrilla. Cada vez exigimos más a nuestros políticos y les damos menos. Tras estas elecciones veo personas, como Espinosa, que hicieron bien su trabajo y ya no estarán en política, que se marchan tras dejarse su esfuerzo y vocación. Mis respetos y agradecimiento. La política es de todo menos justa.