Antes de ser expulsados de esDiario explicamos en nuestra columna “globalización” qué era lo que se estaba gestando en EEUU. Ya bastante antes veníamos haciéndolo en El Semanal Digital, desde la primavera de 2003, cuando la cábala conocida por entonces –y expuesta en nuestra columna como primicia para el lector español- como “neoconservadores” (o “neocons” para el mundo anglosajón), empezaron a diseñar el mundo en que hoy vivimos. Por entonces contábamos cómo solo hacía unos años, a principios de la década de 2000, ciertos “think tanks” de Washington D.C. y unas cuantas revistas de apariencia meramente intelectual (Commentary, The Weekly Standard, etc), consideraban que Oriente Medio entero debía ser totalmente remodelado, incluso por la fuerza. En la nueva construcción solo cabría Israel, el resto debía ser derribado y vuelto a construir según los designios que ellos avanzaban. Hablabamos por entonces acerca de qué entendían esas élites por “regime change” y por “creative destruction”. Cuando llegaron los atentados del 11/S, esas mismas élites vieron su gran oportunidad. En la columna de “globalización” explicamos cómo idearon y diseñaron toda la política exterior de los EEUU en medio de la cual aún vivimos y cuyas consecuencias nos perseguirán bastantes años más. Ya por entonces era público para quién quisiera verlo, que el Partido Republicano, el GOP, copado por los “neoconservadores” en sus puestos clave, contenía una insignificante minoría de lo que se dio en llamar despectivamente “paleoconservadores”. Estos sostenían que los EEUU no debían convertirse en un imperio y que transformarse en una especie de policía planetaria sería a corto plazo insostenible y catastrófico para los EEUU y para el mundo. Los EEUU solo debían intervenir cuando sus intereses vitales –como “república”, no como “imperio”- se vieran amenazados. El libro de Pat Buchanan, “A republic, not an empire”, fue el paradigma de esta visión de las cosas.
A una política exterior alternativa los “paleoconservadores” sumaron también otras tesis para ellos centrales en la defensa de la república, que surgieron, en buena parte, como oposición a las tesis opuestas neoconservadoras: primero, la economía no podía deslocalizarse eternamente porque, lejos de transformarse en un “libre mercado”, se estaba convirtiendo en un enorme monstruo que, a golpe de cuenta de resultados, exportaba los puestos de trabajo estadounidenses a Centro América y el sudeste asiático. En segundo lugar, los “paleoconservadores” sostenían que ningún país puede sobrevivir admitiendo una inmigración heterogénea e ilimitada. Al final, esa permisividad siempre desemboca en ciudades inseguras, crimen organizado y guetos. Conectando estas dos ideas, son las grandes compañías –realmente grandes, grandísimas y globales- las primeras interesadas en fomentar esa inmigración, como estrategia de destruir los Estados nación y los derechos que éstos garantiza.
Los “neoconservadores” secuestraron finalmente el GOP y consiguieron que éste saltase como un perrito circense pero, claro está, las cosas empezaron a ir mal para la nación en su conjunto. En España la reacción fue de seguidismo absoluto a causa de la estulticia del PP y de los liberales en bloque, que apoyaron la desastrosa política norteamericana como una especie de “conquista de la democracia” frente al totalitarismo principalmente del Islam.
Hay que señalar que ni “la izquiera” ni “la derecha” explicaron las verdaderas causas del nuevo escenario pos-11/S. En los EEUU los “liberals”, la izquierda.
americana, se limitaron a criticar la política de Bush en nombre del pacifismo cuando no a convertirse en verdaderos halcones belicistas. Este fue exactamente el caso de Hillary Clinton. En España la cortedad intelectual característica de la izquierda transformó el problema de la guerra de Iraq en un escenario de confrontación anti-PP, al tiempo que el PP miraba a la luna de Valencia, una vez que se descubrió que había apoyado la estafa de las “armas de destrucción masiva”.
Todo esto –y otros muchos asuntos- fue explicado con numerosos detalles en nuestra columna de “globalización” a lo largo de los 15 años que vino publicándose; los artículos de esDiario fueron en la misma línea.
Ahora nos hemos encontrado con una “inesperada” victoria de Donald Trump pero en realidad no tiene nada de inesperada salvo para aquellos que hubieran querido que perdiera. De hecho, las encuestas se han revelado como lo que son: instrumentos para crear presión psicológica sobre la población, especialmente sobre los indecisos a los que se busca apuntar a caballo ganador. Los medios, por su lado, han hecho su trabajo: todos a una, han mostrado al candidato Donald Trump como un monstruo, corrupto, sexista, machista, un tarado en definitiva. Pero la gente no lo ha percibido así. Lejos de amilanarse Trump se ha reído de la feroz dictadura del progresismo mundial: lo “políticamente correcto” y la gente la ha apoyado incluso más. En España hemos podido ver portadas delirantes de ABC y “La Razón” a favor de una Hillary Clinton altamente idealizada pero que cree que el “partial birth abortion” es un derecho de las mujeres, que se ha lucrado de las mismas fuentes que el Estado Islámico y que ha contribuido a guerras que han generado millones de refugiados y cientos de miles de víctimas. Por su parte, la izquierda española ha hecho en este sentido causa común con los liberales y este esquema se ha repetido en todo el mundo evidenciando dos cosas a saber: primero, que existe un “establishment” y, segundo, que este “establishment” es mundial. Los esquemas “derecha” e “izquierda” han dejado de tener vigencia para desplazarse al conflicto entre el proyecto globalizador y la afirmación de lo étnico y lo nacional, con todo lo que esto implica. Es decir, no solo un sentido de filiación hacia un Estado determinado sino una conciencia de origen, de identidad de religión, cultura, etc.
Por su parte el “establishment” se manifiesta bajo cuatro formas, a veces enfrentadas, pero que dejan de estarlo cuando se pone en cuestión su propia necesidad. Son las facetas empresarial, cultural, política y mediática. La única forma de no pertenecer al “establishment” en su conjunto es no converger con ninguna de las cuatro. Todas son igualmente importantes y, en el fondo, se apoyan unas a otras. Por ejemplo, no pertenece menos al “establishment” Bernie Snaders por oponerse a la guerra de Iraq que Apple Inc., cuyas factorías en china dejan miles de parados en los EEUU. Al final Sanders y Apple hacen campaña por Hillary Clinton, con lo que el socialista –así se define él- y la multinacional capitalista se encuentran codo con codo contra aquél cuyos votantes dicen que los EEUU son primero que el proyecto globalizador de los reyes del dinero.
No podemos concebir un mundo más sombrío que el de Clinton y sus patrocinadores pues son gente de recursos ilimitados capaces de todas las mentiras imaginables. Ahora parecen estar desconcertados por la llegada de algo con lo que no contaban: un “outsider” que no es un político profesional, algo que en definitiva es detestado por la mayoría de las personas. Pero volverán con la falta de escrúpulos de siempre. Afortunadamente, por todas partes parecen asomar la
cabeza partidos e iniciativas que no cuadran con los fines de la globalización. Son gente que no es que crea que “otra globalización” es posible sino que ésta es intrínsecamente perversa.
Es con ellos con los que aquí nos alineamos. Desde este lugar pretendemos escudriñar el futuro y apoyar en lo que se pueda a los heraldos de un mundo distinto. Vaya por delante nuestro agradecimiento a “La Gaceta” por dar tribuna a una modesta empresa que nosotros humildemente, con la ayuda de Dios, esperamos que traiga un poco de luz a este mundo ruinoso.