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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Feijoo en el espacio Atresmedia

30 de junio de 2023

Al comenzar El Hormiguero de Feijoo, cuando hacen el bailecito, se pudo ver de perfil a Jorge Salvador, director, y a José Creuheras, presidente de Atresmedia. Yo juraría que estaban allí (¿o veo ya visiones?) recibiendo al invitado: el dueño del programa, el dueño de la tele.

La sensación es que con la entrevista Feijoo intentó entrar en el traje político-cultural que Sánchez lleva con garbo y soltura. ¿Es apto? ¿Le aprietan las costuras? Un traje que elaboran fuerzas no políticas, entre las que destaca Atresmedia.

Atresmedia define sola gran parte de ese espacio, el de la moderación y lo decible. Prácticamente lo domina. Por la izquierda tiene a Ferreras y La Sexta; en el centro la voz queda de Alsina en Onda Cero y por la derecha, Antena3 y El Hormiguero, que junto a Ana Rosa conforma los Montes Urales del Régimen centrista. En realidad, todos ellos dicen lo mismo, algo muy parecido, con variaciones mínimas de tono y formas. Ese espacio común es donde debía entrar Feijoo, donde debe entrar cualquiera que quiera comerse un colín, un espacio delimitado por la demagogia LGTBI, la demagogia feminista, el mutismo federalista (¿por qué no presumió Feijoo ante Motos, valenciano de Requena, de su pacto lingüístico con Vox?)…

Desde el punto de vista de Atresmedia, la cosa tiene sentido: definamos un espacio en el que quepamos (nosotros catalanes) y nuestro mercado (resto de España), que esté homologado con Europa, adule la soberanía del consumidor, y sirva, a la vez, a anunciantes y regulador.

El consenso político toma forma, florece y se proyecta cual sombra chinesca sobre la pared de Atresmesdia y lo que se ve son trazos culturales que, además, vienen de atrás.

Jorge Salvador trabajaba en Crónicas Marcianas. Programa late night, con público algo pasado. Finales de los 90. Blandura posmoderna, un pensar fumeta, no politizado realmente. Los tres millones de El Hormiguero ven la tele antes, después de un día de trabajo. Algunos tendrán niños, los habrán lavado y acostado. Pagan facturas, impuestos. Su punto de vista cuenta, su voto cuenta, están en el mundo y por eso mismo son muy celosos de sus derechos, de su autonomía psicohedonista, de su ideario, miedos e ilusiones. Están lo suficientemente escocidos fiscal y laboralmente como para ser inflexibles en el amor, el sexo y el dolor. ¿Verdad que no querrá usted obligarnos a parir si somos menores o a vivir cuando queramos morir? Pero ¿no había en la alegría artificiosa de ese público un eco resabiado y genealógico, filial, de Crónicas Marcianas?

El punto en el que Motos tomó la palabra para inquirir sobre la eutanasia enlazó directamente con aquellos derribos culturales. ¿Qué se edificó sobre aquel solar? Esto. La simplificación absoluta pero muy seria, identidades zombi irguiéndose en la nada haciendo jiji. Trancas y Barrancas (Monchito y Macario, os lloro), el ninonino musical, el gracioso-juicioso de Motos haciendo de piedra de toque en campaña y comisario cultural de Atresmedia… ¿qué iba hacer Feijoo allí? Como mucho, recurrir a algún informe bioético. No hay más. No pueden llegar a más. El experto bioético es el último recurso esgrimible. Pero la simpleza insultante de Motos (confieso que grité a la tele) merecía contestación. Si se define un espacio en el que se dan las condiciones para morir, ¿no estamos creando un segmento de vida distinto, morible? ¿Le parece a Motos y a sus jefes que es admisible un debate al respecto sin ser ultra o extremo?

En esa entrevista, Feijoo dijo que los derechos LGTBI son sagrados. No recuerdo que dijera lo mismo de la vida. «Ustedes se preocupan de cómo venimos al mundo y de cómo nos vamos, pero menos de lo que pasa entre medias», le espetó Motos a Abascal en aquella entrevista ya irrepetible por imperativo liberalio. De repente sí importó cómo venimos y cómo nos vamos.

El consenso político, al servicio del dinero, se escenifica en un espacio sociocultural que dibuja la televisión, en comandita de duopolios político-mediáticos. Fuera de ese espacio hace frío y apenas hay vida. Es una Siberia ultra de soledades carraspeantes. Dentro está todo lo que mana del presupuesto y hace posible lo rutilante y significativo. Lo cool, las gangs. Vimos el lastimoso esfuerzo de Feijoo por meterse allí, por entrar, como quien se mete trabajosamente en un traje de apicultor. Le vimos sonreír, confiada su mirada acristalada: ¿Vale así? ¿Ya soy como vosotros?

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