Desde que tenemos uso de razón escuchamos frases como “tienes que ser un niño normal”, “tienes que ser un padre normal”, “debes hacer un trabajo normal” o “para ganar debes ser un político normal”. Aceptamos la normalidad como algo bueno, sin pensar que en la Alemania nazi, ser normal era querer dominar el mundo. Tampoco pensamos que en Colombia, hasta hace bien poco, ser normal era hacer la vista gorda con los narcotraficantes. Incluso mirando hacia aquí, en España, en la Comunidad Autónoma Vasca (llamada por todos “País Vasco” porque es lo normal) lo normal era no hablar de política salvo que fueras independentista y pro amnistía. “Uy, aquí lo normal es hablar del Athletic, del tiempo o de la comida, pero de eso nada” me decían hace un par de años unos amigos vascos. En pleno siglo XXI, en época de cambios políticos, gente joven y con ganas de cambiar las cosas veían normal que no se pudiera hablar de política en la calle o en el bar.
La Real Academia de la Lengua (RAE) define “normal” como un adjetivo que referido a una cosa, significa “que se halla en su estado natural”, “que sirve de norma o regla”, o “que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano”.
Yo creo que en España estamos entendiendo normal como algo que se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano, pero ¿quién fija esas normas?, porque de ello depende que hacer algo normal pueda ser algo positivo para la sociedad o una payasada de categoría. A partir de hoy, os pido una reflexión cada vez que alguien os advierta de que hay que hacer tal o cual cosa “de forma normal”, esa reflexión consiste en que penséis quién ha sido la persona que ha definido previamente esas normas. Os aseguro que si hacéis eso vais a tener tres sensaciones: primero vais a notar que os están tomando el pelo, en segundo lugar vais a notar como lo que os proponían como normal, carece de sentido, y en tercer lugar vais a sentir que la sociedad os empieza a ver como peligrosos librepensadores.
Estaba estos días pensando qué será lo normal dentro de 15 o 20 años cuando nos refiramos a temas como los derechos de los animales o el orgullo gay. Me pregunto qué tipo de sociedad heredarán mis hijos, pero no lo tengo claro. Porque hoy en día parece más normal volcarse en el orgullo gay y en que veamos a las mascotas como si fueran hijos, que en proteger la infancia, fomentar la natalidad y ayudar a las familias.
Lo que estos políticos de bajo nivel no han entendido es que la acción genera siempre una reacción y que cuando te vuelcas en algo para obtener un beneficio, aunque ello perturbe el equilibrio de la sociedad, ésta (la sociedad) se vuelve en tu contra. Lo hemos visto en Holanda, Francia, Inglaterra, etc. No se puede pretender que la sociedad absorba como un hecho algo que nace del egoísmo político de un mal líder, que siendo conocedor de su escaso intelecto, utiliza una situación emotiva para arrastrar, tras de sí, a las masas. Pero eso es temporal, eso no perdura, porque te pillan, tarde o temprano, te descubren.
En mi opinión, lo normal es lo natural, incluso iría más allá, lo natural sería lo que tu propio ser te pide, pero que lo encajas con la costumbre que impera en la sociedad. Así Lacedemón el espartano veía normal que su hijo fuera guerrero y para ello le diesen regularmente un camión de hostias, a fin de endurecer su musculatura y prepararle para el combate. Pero Manolo, en Jaén (por ejemplo), querrá que su hijo estudie y pueda desarrollarse intelectualmente de la mejor forma, para que el día de mañana pueda elegir a qué se quiere dedicar. Lacedemón y Manolo quieren lo mismo para sus hijos, pero ven como “normal” cosas muy diferentes. El hijo de Lacedemón en el siglo XXI, en Jaén, estaría en la cárcel (como Andrés Bódalo, por cierto) porque al primero que le pisara el pie en el metro y no le pidiese disculpas, le arrancaría la cabeza de un guantazo y la clavaría en el andén, para que todos vieran que con el hijo de Lacedemón no se juega. Por el contrario, el hijo de Manolo, en la Esparta del año 625 a.c posiblemente estaría flotando en el río Eurotas, más magullado que el orgullo de Pablo Iglesias en la pasada noche electoral. Las lavanderas espartanas, que a orillas del río viesen pasar el cuerpo del hijo de Manolo pensarían que “normal, porque no valía para nada el chico”.
Desconfiad de lo normal, desconfiad de los políticos que os hablan de que “ahora lo normal es esto” porque seguramente os estén engañando. Lo normal es aquello que vosotros tenéis que llegar a entender primero, a poner en duda después y a transmitir en último lugar a quienes os escuchen. No repitáis como papagayos que lo normal es que la gente trate a sus mascotas como hijos, o que lo normal es que ahora los gays vayan en pelotas por la Gran Vía. Señores, eso no es normal. Eso es una “norma” que los malos políticos nos imponen para ganarse el voto de los colectivos de nicho.
Lo normal en una sociedad avanzada, al menos una sociedad occidental en el año 2016, es que un gay no sea juzgado por ser gay, sino que sea valorado por su aportación laboral, social, familiar o económica, a la sociedad. Un gay no es un gay, es Juan o Pedro, es un arquitecto o un comerciante. Yo no sé si hay un “buen gay” o un “mal gay”, pero si se la diferencia entre un “buen arquitecto” y un “mal arquitecto”, o entre “un buen comerciante” y un “mal comerciante”. A mí me da igual si Miguel el dentista es gay, lo que quiero es que me empaste bien la muela. Y me gustaría que la sociedad le vea así, pero si Miguel se pone en pelotas en la Gran Vía un domingo a las 5 de la tarde, con una máscara de cuero y un tanga arcoíris, y se dedica a mover la pelvis como si se estuviese ciscando a Sergio, el bombero gay que va delante de él, sin máscara pero con un traje de obispo…lo más “normal” es que todos pensemos que Miguel el dentista y Sergio el bombero, son dos locas que no respetan nada. Y si este artículo les hace pupa a Miguel o a Sergio, les diré que piensen el daño que les hacen a mi hijo de 2 años o a mi tía la monja, cuando les ven así a media tarde en una zona turística.
Según la jefecilla del PSOE en Madrid (llamar líder a esta señora me parece una boutade) que a la par es Alcaldesa de Getafe, los homófobos son señores blancos, delgados y católicos. Es decir, el que escribe estas líneas es un homófobo, porque para ella es “normal” que todos los blancos, delgados y católicos sean así. Supongo que a ella y a todos los grupos políticos de Getafe (menos el PP, que vota en contra) les parece más peligroso un getafense católico, de piel blanca y que no supere los 75kg, que un ciudadano iraní, morenito, de 95kg, musulmán, que acude regularmente a ver como cuelgan de una grúa a los gays en Teherán. Bueno, es la “normalidad” que da votos, ¿hasta cuándo? pues posiblemente hasta que los getafenses se harten de estas charlotadas y empiecen a pedir mejores aceras, mejores servicios y más seriedad en sus dirigentes.
Señores políticos, no piquen en la trampa del orgullo gay o en la de los animalistas del PACMA. No piquen en eso de atacar a la Iglesia o las tradiciones centenarias. Porque lo normal es proteger a la familia y a los niños para garantizar el futuro de la sociedad. La familia porque es la última trinchera en una crisis, es el resguardo para que muchas personas tengan un techo o coman comida caliente. Y los niños porque son los que tienen que pagar las pensiones en el futuro, porque el sistema de pensiones español (el más solidario del mundo) se basa en pagar hoy para que los jubilados de hoy cobren, no en cotizar para ti para que se te guarde y en el futuro se saque ese dinerito y te lo ingresen. Si no hay más nacimientos que fallecimientos en los próximos años, ya podemos tener clarito que no vamos a recibir pensión.
Quizá sea más rentable hablar de animales que de niños para un dirigente de la izquierda, pero el perrito, el gatito o el pajarito no pagarán su jubilación ni construirán los hospitales que les atenderán. Yo siempre he tenido (y tengo) animales en casa, pero son animales, no están al nivel de mis hijos. Yo he tenido (y tengo) amigos gays, pero no son “mis amigos gays”, son mis amigos y los valoro por lo mismo que valoro al resto de mis amigos. A mí no me va a meter nadie en el saco de lo políticamente correcto, porque no utilizo a mis animales ni a mis amigos para parecer más moderno.
Lo moderno debería ser proteger a la familia y fomentar la natalidad, pero resulta que eso ahora es casposo, es como de fachas. ¿Cómo hemos llegado a esto? pensemos en esos políticos de bajo nivel y tendremos la respuesta.