«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Gordos como Dios manda

1 de julio de 2015

Fomentar la obesidad y estar orgulloso de ella es del género gilipollas. Igual que hablar maravillas de la anorexia o de la delgadez extrema. Es igual de ridículo sentirse orgulloso por pesar 125 kilos que estarlo por no pasar de los 35 y hay gente que tiene mucho peso y columnas muy leídas en los medios que parece que no se dan cuenta de ello.

Juan Manuel de Prada, excelente escritor y columnista, debe sentir algo en su orondo cuerpo cada vez que escucha o lee algo relacionado con la gordura. El manido por ridículo término ‘fofisano’ parece que le ha sentado mal y ha escrito una columna en el XL Semanal en la que hace una loa, alabanza y elogio hacia lo obeso que debe ser comentada.

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Un ‘fofisano’, según las sesudas revistas de tendencias masculinas, es un gordo que no lo es del todo. Es decir, es un tipo con un aspecto físico alejado de las abdominales y las pesas de gimnasio pero igualmente muy distante de los gordos rotundos que tienen problemas para caminar, se desplazan como un tententieso y jadean cuando suben dos escaleras. Los ‘fofisanos’ lucen encantados y sin prejuicios en bañador con sus barriguitas cerveceras y sus incipientes papadas porque son conscientes que gustan a las mujeres. Ejemplos de este nuevo ‘prototipo’ de varón son Alec Baldwin, Leo DiCaprio, Adam Sandler y otros muchos artistas ya entrados en la madurez que posan sin tapujos con sus michelines acompañados en la mayoría de los casos de estupendas modelos.

Y a Juan Manuel de Prada parece que este tipo de señores le repatean y expone sus conclusiones para mostrar su rechazo. Entre estas razones apunta que las mujeres les prefieren a ellos, a los ‘fofisanos’ para no sentirse “culpables o inseguras si ellas, a su vez, tienen la tripa fofa o las cartucheras cargadas”. Según el escritor, teniendo un proyecto de gordito al lado, ellas son las estrellas de la pareja.

Para Juan Manuel de Prada “un gordo como Dios manda no admite que lo llamen ‘fofisano’ ni mariconadas semejantes. Un gordo como Dios manda no necesita campañas orquestadas para apuntalar su autoestima. Un gordo como Dios manda persevera en su gordura y no se avergüenza de su barriga oronda porque sabe que su barriga es al gordo lo mismo que la melena a Sansón, que despojado de ella se amustia de melancolía y se convierte en un mingafría. Un gordo como Dios manda no pisa el gimnasio ni por recomendación de Jane Fonda y se ríe de las dietas como de los chistes malos, con condescendencia y hastío. Un  gordo como Dios manda, en todo caso, se vigila el colesterol y los tligliceridos; y mientras el colesterol y los triglicéridos no salgan de madre, vive su gordura con alegría y naturalidad, como un don venido del cielo que, en la otra vida, le permitirá tener un cuerpo más glorioso que nadie…”

La obesidad, querido Juan Manuel, tiene unas consecuencias nefastas para la salud física y mental y debe ser tomada muy en serio. Provoca en la mayoría de los casos la disminución de la autoestima, causa depresiones, trae consigo la apnea del sueño, desviaciones en la columna, aparecen estrías en la piel, lesiones en las 

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articulaciones, dolores oseos, pies planos, hipertensión, sube el colesterol malo y los triglicéridos, aumenta la glucosa en sangre, lo que es grave para el hígado y puede derivar en diabetes…  Y una persona gorda como Dios manda, Juan Manuel, es una bomba de relojería que puede explotar a modo de infarto en cualquier momento.

La inmensa mayoría de los gordos tienen un problema con su propio cuerpo y en muchas ocasiones reaccionan de manera beligerante y agresiva contra los que son normales. Porque una persona que pesa 130 kilos no es una persona normal y estoy seguro que, aunque algunos lo nieguen, prefieren que lo que refleja el espejo cuando se miran sea a un tipo como Paul Newman en su apogeo, un Humphrey Bogart con una gabardina de Philip Marlowe o el Steve McQueen de ‘El escándalo de Thomas Crown’. Y seguro que Orson Welles o el último Marlon Brando, genios de referencia obligada que acabaron obesos, preferían no ser gordos como Dios manda y si estar más estilizados y finos.

Por ello, resulta sumamente paradójico que concluyas tu artículo diciendo que los gordos como Dios manda os acabáis llevando a las rubias igual que hace DiCaprio, aunque vuestras rubias, aclaras, son las listas, dejando las tontas para Leo. Y vuelvo a discrepar: una rubia no debe ser muy lista si no consigue que su gordo como Dios manda se tome en serio su problema y le ponga remedio, aunque le cueste. Por muy bien que se tenga amueblada la cabeza, cuando el cuerpo no funciona, la rubia lista va a tener un problema. Y esa rubia de la que tanto hablas no debe ser tan lista ni querer tanto a su gordo como Dios manda si acepta sin poner remedio que acabe infartado o con problemas cardiacos.

Igual la rubia que se liga al obeso sí que demuestra que es muy lista al pensar que el gordo como Dios manda que se ha ligado acabará antes que los estilizados y delgados bajo tierra. Como en tantas películas, Juan Manuel. O igual la rubia es de bote…

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