«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Santanderino de 1965. De labores jurídicas y empresariales, a darle a la pluma. De ella han salido, de momento, diez libros de historia, política y lingüística y cerca de un millar de artículos. Columnista semanal en Libertad Digital durante once años, ahora disparo desde La Gaceta. Más y mejor en jesuslainz.es
Santanderino de 1965. De labores jurídicas y empresariales, a darle a la pluma. De ella han salido, de momento, diez libros de historia, política y lingüística y cerca de un millar de artículos. Columnista semanal en Libertad Digital durante once años, ahora disparo desde La Gaceta. Más y mejor en jesuslainz.es

Sin novedad en el frente norte

6 de mayo de 2024

Las elecciones autonómicas vascas, tan recientes y ya olvidadas por el culebrón monclovita, han sido más de lo mismo: hegemonía aplastante de los partidos separatistas. Aunque algunos se sorprendan, se trata del resultado lógico de medio siglo de Constitución de 1978. Su título VIII se redactó para vaciar paulatinamente el Estado, así que si ahora nos encontramos con que está vaciado y con que España está prácticamente ausente del País Vasco y de Cataluña, no cabe ni sorprenderse ni lamentarse. Los españoles llevan medio siglo votando precisamente eso.

Junto a la faceta legislativa se encuentra la ideológica, previa y de más largo recorrido. Si la hegemonía política en el País Vasco y Cataluña la tienen los separatistas, ello se debe a la hegemonía ideológica previa. Y aquí van de la mano los partidos, los medios de comunicación, la cultura, la escuela, el cine y la iglesia.

Respecto a los partidos teóricamente ajenos al separatismo, valgan dos breves ejemplos para comprender lo que sucede. Durante una conversación amistosa, Javier Nart propuso al entonces presidente de la Generalidad, el socialista José Montilla, conmemorar debidamente la Diada instalando en el Fossar de les Moreres una placa con el bando que las autoridades barcelonesas emitieron el 11 de septiembre de 1714. Con eso se recordaría aquel momento histórico con el texto más importante de toda la Guerra de Sucesión. A Montilla le pareció una idea excelente, ante lo que Nart procedió a leérselo puesto que el presidente catalán no lo conocía. En cuanto llegó al «se confía que, como verdaderos hijos de la Patria y amantes de la libertad, acudirán todos a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su Rey, por su honor, por su Patria y por la libertad de toda España», Montilla se quedó blanco. Por supuesto, la propuesta se olvidó instantáneamente.

Por lo que se refiere al País Vasco, hace unos veinte años, creo recordar que con motivo del centenario del fallecimiento de Sabino Arana en 2003, Fernando Sánchez Dragó hospedó un debate televisivo entre Iñaki Anasagasti y Jaime Mayor Oreja. Para deslegitimar las aspiraciones separatistas del PNV, Mayor recordó el denominado giro españolista dado por el fundador en los últimos meses de su vida. Con esto demostró el dirigente del PP vasco su ignorancia de la cuestión, pues aquel falso giro, lejos de ser una
rectificación, fue el mayor éxito político conseguido por Arana y sus sucesores.

Porque en aquellas semanas finales de su vida, explicó a su discípulo Joala la estrategia que debían seguir los nacionalistas cuando él faltase. Para vencer a España, primero había que debilitarla «dándole un plan político que la divida en mil trozos haciéndole perder la cohesión que entre sus regiones existe» «¿Cómo? Pues deseando que el regionalismo prospere en nuestro País y cunda por España, estableciéndose pleitos y contiendas entre las diversas regiones o aislándose unas de otras de modo tal que no los importe la totalidad de España. ¿Y quiénes son los más interesados en que así suceda sino nosotros mismos? (…) Propaguemos ahora el regionalismo vasco-españolista para que sea engendrador de diez, veinte o más regionalismos españoles (…) Empecemos nosotros a ser regionalistas, y al ver nuestro hermoso programa, ha de cundir, también entre ellos, el mismo espíritu, y de ese modo ha de conseguirse la debilitación del conjunto hispano y se nos ofrecerán coyunturas para ir intensificando más y más nuestro regionalismo hasta llegar a renegar de toda unión con las demás regiones españolas: y el poder que hoy nos opone y que hace imposible nuestra independencia, se vendría por los suelos».

Así se lo explicó Sabino a su hermano Luis: «He creído llegado el momento oportuno de simular una retirada en toda regla para engrosar nuestras filas, combatir a mansalva y trabajar secretamente nuestra orientación al Norte (…) Este movimiento parece de defensa: es de ataque. El enemigo no podrá concebirlo, así que el plan comience a realizarse. Quedará engañado».

Esta estrategia es la que ha seguido fielmente el PNV promoviendo, junto a sus aliados catalanistas, la creación del Estado de las Autonomías que socialistas y populares diseñaron encantados, así como la intoxicación de millones de españoles mediante la siembra masiva de mentiras y ocultamientos. Pero Montilla y Mayor Oreja demostraron no haberse enterado de nada.

El día siguiente a las elecciones vascas me hicieron llegar un par de imágenes que lo resumen todo. La primera, un texto de Juventú Estremeñista: «Hoy se abre un tiempo nuevo para Euskal Herria. Desde la izquierda soberanista extremeña mandamos un abrazo fraternal a las compañeras de EhBildu y festejamos su extraordinario resultado electoral. ¡Gora Euskal Herria askatuta! ¡Viva Estremaura libri!». La segunda, una fotografía de un puesto de propaganda con el lema «Castilla comunera. Españoles, fuera». Misión cumplida, Sabino.

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