«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Urtasun: entre el lodazal y el albero

6 de mayo de 2024

Faltan apenas unos días para que los bureles que se han de lidiar en Las Ventas pisen el lodo que suele acumularse en los corrales de La Venta del Batán en los que son desembarcados tras su traslado desde las dehesas. A modo de prefacio isidril —¿mera coincidencia?— el ministro para la leyenda negra ha decidido eliminar el Premio Nacional de Tauromaquia. Según el sumarita, «los españoles no entienden que se premie la tortura animal con dinero público», afirmación que plantea enormes problemas pues, por ejemplo: ¿Cabría desposeer de la condición de españoles o calificar de españoles deficitarios, incluso residuales, a quienes acuden a los cosos taurinos?

No por menos predecible, la eliminación de las migajas económicas que el Ministerio de Cultura daba a los diestros, es menos controvertida, pues los motivos esgrimidos por el exalumno del Liceo Francés de Barcelona, para quien la tauromaquia es «una actividad injusta (sic), sádica y despreciable», ofrecen flancos para una discusión que el barcelonés cree despachar con la habitual suficiencia de los de su biotopo ideológico. Entre las razones aducidas por el descolonizador Urtasun, está lo minoritaria que, según dice, es la afición a los toros en España o, por mejor decir, para no herir susceptibilidades plurinacionales, en el Estado español.

Sin embargo, si se adopta el prisma plurinacional, lo que se constata es que, en sedicentes naciones como Euskal Herria, de cuyo solar procede la familia del portador de la cartera de Cultura, los toros, comenzando por los sanfermines, nombre nada laico, están plenamente arraigados. No imagino a Urtasun tratando de impedir que los astados sigan derrapando en la curva de la calle Estafeta.

Territorios, pues lo de región suena muy rancio en determinados oídos, al margen, Urtasun parece fundar su aversión a las corridas de toros —de los correbous no tenemos noticia de que se haya pronunciado— en argumentos relacionados con ese lodazal terminológico que responde al término woke. Con su visión limitada por las anteojeras, tan presentes en la suerte de varas, de esa ideología, singularmente animalista, Urtasun tan sólo ve tortura en lo que ocurre sobre el ruedo. Tal es su desconocimiento de la tauromaquia, que de ella sólo le llegan sangre y estertores, pero también, por más que lo oculte, una incompresible ceremonia o fiesta, para colmo, llamada nacional. Urge, por ello, obstaculizar, en lo posible su celebración.

Urtasun, como tantos otros mandatarios autodefinidos como «de izquierdas», comenzando por el inquilino de La Moncloa, reniega de las corridas de toros, convertidas ya, en un nuevo clasificador social y político, excepto en aquellos lugares en los que su prohibición podría dar un serio disgusto a los que se congregan tras el muro sanchista. Es el caso de Castilla-La Mancha, cuyo barón se ha tentado la ropa y ha decidido crear un premio autonómico. Alejada de esos atavismos mesetarios, la lógica urtasuniana convierte a muchos comunistas y socialistas históricos en sádicos y despreciables colaboracionistas de una actividad execrable a la que, mal que le pese, el Ministro ha dado un gran empujón. Todo parece indicar que en la fracturada España se viene una temporada repleta albero y de carteles de «No hay billetes».

.
Fondo newsletter