«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Guterres bendice la mesa

9 de julio de 2021

El pasado 2 de julio, ante un Pedro Sánchez que no pudo contener una sonrisa de global satisfacción, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, se pronunció a favor de los próximos pasos que el Gobierno tiene previstos para seguir plegándose a las exigencias del golpismo del que depende para mantenerse en el poder y llevar a cabo las profundas transformaciones a las que su partido está entregado. En concreto, el lisboeta dijo: «Para mí hay un principio esencial: todos los problemas tienen que solucionarse políticamente y el diálogo es esencial para solucionar los problemas de nuestro tiempo». Con tan zapateriles palabras, el socialista luso bendijo la mesa de concesiones al mundo lazi que con mimo han preparado personajes como Iceta o Pablo Iglesias, oportunamente asistidos por empresarios, obispos, sindicatos e incluso medios de comunicación y relatores extranjeros siempre receptivos a estos lucrativos procesos disolventes. 

La relación de Guterres con esas líneas llamadas «fronteras», tan molestas para ciertos planes y programas, viene de lejos. Como es sabido, después de ser elegido diputado nacional, don Antonio fue miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, dentro de la cual presidió la Comisión de Migraciones, Refugiados y Población, entre 1981 y 1983. Nadie mejor que él, por lo tanto, para terciar en una polémica -interesadamente llamada «conflicto»- apoyada en la ficción de una inexistente frontera entre Cataluña y el resto de España, alrededor de la cual podrían producirse migraciones. Experiencia para afrontar los problemas que podrían derivarse en el caso de que fructificara la secesión de Cataluña, no le falta a quien también fuera Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados entre 2005 y 2015.

En la Portugal natal de Guterres (…) no está prohibido el diálogo, pero sí los partidos políticos programáticamente secesionistas

Como es lógico, entre los intereses personales de Sánchez y Guterres y los objetivos en los que, con mayor o menor consciencia, están insertados, se abre una distancia histórica y geoestratégica que nos conduce a los tiempos de la Guerra Fría, momento en el cual se impulsó la Europa de las Regiones, estructura en la que tendrían cabida tanto una Cataluña independiente como otras comunidades autónomas de una escala similar a la del Portugal natal de Guterres, nación en la que, por cierto, no está prohibido el diálogo, pero sí los partidos políticos programáticamente secesionistas. Acaso sea esta escala, la portuguesa, la más idónea para el éxito de determinados intereses que operan dentro de la institución que preside Guterres, la Organización de Naciones (en algunos casos plurinacionales) Unidas, que ve con buenos ojos la posibilidad de la ruptura de la soberanía española.

La estrategia divisora, decíamos, tiene un largo recorrido que nos conduce a los años sesenta, cuando en España se organizaron, auspiciados por el tan federalista como europeísta Congreso por la Libertad de la Cultura, los diálogos Cataluña-Castilla, que pronto se abrieron a la participación de otras regiones -Vascongadas, Andalucía, Galicia, Canarias…-, que ya en el nuevo régimen convivieron con artificios como el cántabro o el riojano. 

Sobre ese trasfondo de fusiones y rupturas territoriales, determinadas por los efectos de la Segunda Guerra Mundial -tanto la ONU como el CLC echaron a rodar tras el sobre un fondo de nubes hongo- se mueven Guterres y Sánchez quienes, sin embargo, no contemplan la ninguna estructura ibérica, sino la integración de Portugal y de las piezas del desguace español en la Europa antes citada. Y ello a pesar de que aquellos proyectos diseñados por la CIA, en estricta observancia del divide y vencerás diseñado para hacer frente al expansionismo soviético, también tantearon una posibilidad alternativa a la del llamado Bloque Ibérico que surgió del pacto bilateral rubricado en 1942 por los gobiernos de Franco y Salazar. Aquel proyecto, como tantos otros, decayó, y acaso haya que felicitarse por ello, pues probablemente hubiera precipitado la realidad, disolvente para la nación española, a la que nos conduce el ibérico y dialogante dúo que con tanto agrado están dispuestos a sentarse con golpistas.

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