«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Historia de una escalera (confederal)

16 de diciembre de 2024

En 1949, Antonio Buero Vallejo ganó el premio Lope de Vega del Ayuntamiento de Madrid por su obra Historia de una escalera, que se estrenó el 14 de octubre de ese mismo año en el Teatro Español de Madrid. En el drama, sobre un escenario quebrado, el de las tabicas y las huellas, se desarrollan las historias de los vecinos del edificio, ambientadas en la primavera de 1919, el otoño de 1929 y el invierno de 1949. El verano de 1936 queda omitido. Años antes de la llegada de la televisión, las tablas de los teatros eran las plataformas más populares para trasladar, envueltas en metáforas, en alegorías y otros trucos literarios, críticas a la situación por la que atravesaba España. Al final de la década, la amistad entre dos dramaturgos, Pablo Martí Zaro, que en 1951 había obtenido el Premio Nacional Calderón de la Barca, por la obra El mal que no quiero, unieron sus destinos en el seno del Comité español del Congreso por la Libertad de la Cultura, organización anticomunista y europeísta, en un sentido federal, auspiciada por los servicios secretos del imperio useño. Buero se mantuvo en dicha organización, a la que le dedicamos Nuestro hombre en la CIA. Guerra Fría, federalismo, antifranquismo, hasta que a la prensa afloró la realidad del origen de sus auspicios.

Las actividades de ese y otros grupos que operaron durante el franquismo, dieron como fruto el actual régimen, publicitado como elquelosespañolesnoshemosdado, cuyos efectos disgregadores son patentes. Medio siglo después del hecho biológico incontrovertible que el PSOE se dispone a celebrar organizando una apretada agenda de ardorosa lucha contra el franquismo, todavía no concluido, si nos atenemos a las palabras de Ana Pardo de Vera, la foto tomada la pasada semana en la escalera del Palacio de la Magdalena, en Santander, resulta de lo más elocuente. En el centro de la imagen, Felipe VI, flanqueado por Pedro Sánchez, en cuya solapa refulge el rosco 2030, y por Francina Armengol. Cerrando la fila, los presidentes de las comunidades autónomas vasca y catalana, principales impulsoras de la desigualdad, dicen que por motivos identitarios, entre españoles. Detrás, el resto de presidentes.

Antes de la toma de esa imagen, las telepantallas ofrecieron los paseíllos de los barones, que son varones y hembras, es decir, barones y baronesas. El despliegue mediático tenía por objeto acercar al pueblo la realidad de la cogobernanza, retruécano pandémico que sirve al objetivo que llaman federal, pero que en realidad es confederal y, por supuesto, europeísta y antifranquista. Falta una nueva Guerra Fría —¿quizá el conflicto Rusia-Ucrania?— para reproducir el subtítulo mentado más arriba. Tal y como se preveía, la XXVII Conferencia de Presidentes celebrada en la históricamente llamada Montaña, parió un ratón. Según revelaron los presidentes populares, la cita giró en torno a una serie de folios en blanco, acaso repartidos para que cada uno de ellos escribiera su particular carta a los Reyes Magos, esos que no pernoctan en La Zarzuela. Porque sólo la magia puede terciar, por su manejo de las apariencias falaces, en el debate sobre los dineros, principalmente aquellos que necesita entregar Sánchez a las sectas catalanistas, hoy algo apaciguadas por la meliflua voz del conseguidor Illa, para permanecer en La Moncloa y sostener el tinglado con sede en Ferraz. Próxima cita: la Barcelona de la inmersión lingüística obligatoria y otras singularidades.

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