Imaginen lo que duraría la carrera de un actor que apoyara públicamente a Anders Breivik, el ultraderechista que asesinó a 77 jóvenes en una isla noruega, o la de quien se manifestara a favor de los Guerrilleros de Cristo Rey, la Triple A, el Batallón Vasco Español o hiciera una reivindicación de la memoria de los condenados por la matanza de los abogados de Atocha tratándolos de héroes o presos políticos. Fantaseen con una estrella mediática que defienda al colectivo de los presos pederastas, ya puestos. ¿Se pueden imaginar a autoridades, ministros, altos cargos de varios partidos políticos defendiendo a ese actor? ¿O a un «mundo de la cultura», sea lo que sea eso, que firma un manifiesto expresando su solidaridad con esa persona, porque «está siendo violentada con insultos y amenazas por ejercer su libertad de expresión»? ¿Que digan que los ataques no van dirigidos solo a ella sino también a «todas las gentes del arte y de la cultura que deciden libremente ejercer su derecho a participar en el debate público y que esto es peligroso para la integridad física y moral del personaje y la del resto de la sociedad»? ¿Que acaben alertando de que «asistimos a una ofensiva ultra reaccionaria que pretende censurar»? Ves las firmas de semejante documento y están los de siempre. No a la guerra. Sí a ETA, Hamás, las FARC o cualquier dictadura de izquierdas.
Esto es lo que está pasando alrededor de Itziar Ituño, actriz de la famosísima e internacional serie «Casa de papel», que se manifestó a favor de los asesinos etarras. Obviemos la ironía de que esta mujer homenajee a los que mataban al personaje que interpreta, un policía nacional. Tampoco hace falta señalar cómo esa izquierda, que pontifica a favor del decrecimiento, la austeridad y el medio ambiente, anuncia marcas de lujo o esos viajes que tildan de contaminantes. Es una hipocresía que, de tan vista, cansa. BMW o Iberia tienen todo el derecho a decidir si el apoyo público de una celebridad suma o comienza a restarles. Pero ambas marcas caen tarde del guindo y sólo ante la presión pública. Conocían de qué pie cojeaba Itziar. Ya defendió a Otegi e hizo pucheritos desde un balcón hablando de otros etarras. En concreto, de uno que participó en un asesinato y al que anima y manda su cariño diciéndole que «prendió su semilla».
De entre los culturetas, me llamó la atención Albert Plá, que usaba el repugnante argumento de que los que mataron a Carrero son héroes o asesinos. Para él son héroes, claro. Obvia que la inmensa mayoría de asesinatos y delitos de la banda se llevaron a cabo tras la muerte de Franco; que fueron ante todo ataques contra la democracia que dificultaban o impedían que ciertas fuerzas políticas se presentaran a las elecciones. Hay que ser inculto. Y sectario. Y mala persona.
El festival de San Sebastián, que nunca dijo ni mú para condenar el terrorismo, apoya a Itziar. Incluso el gobierno vasco del PNV la defiende. El amigo etarra de Itziar habría colaborado en el asesinato de un ertzaina de dicho partido, pero eso a los recogenueces no les importa, son como el PSOE.
Yo me alegro de que algo se esté moviendo. Fue Iglesias quien dijo aquello de que el miedo cambió de bando. Conste que esto no va de censura. ¡Hay tantas cancelaciones de gente de derechas contra las que el mundo de la cultura no dijo nada! Ojalá mostrar una ideología democrática no tuviera consecuencias. Pero ya que las tiene, que las tenga a ambos lados. Sin embargo, en este caso, el de Itziar, hablamos de algo distinto: de apoyar a asesinos. Y me alegro, sí, de que por fin comience a notarse la presión. Apechuga, Itziar. Por fin prende la semillita.