«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

La Biblia nacional de los españoles

14 de julio de 2021

Me refiero, claro está, al Quijote, la obra literaria más influyente, escrita en el idioma común de los españoles. En la cultura occidental, no llegan a esa categoría de obras imperecederas, traducidas a todos los idiomas cultos, más que una docena. El libro de Cervantes ha recibido más atención y estima fuera de España que dentro de ella.

La peculiaridad de esta novela o historia es que refleja, divinamente, la mentalidad de los españoles de hace más de 400 años. Se puede proyectar, igualmente, a los de ahora mismo. Al menos, se puede decir que ha sido el libro más leído por los españoles, medianamente, cultos, de los últimos siglos. Es más, da una cierta vergüenza decir que uno no lo ha leído, que solo lo ha visto en películas.

Lo más interesante de esta Biblia nacional es que nos puede servir como guía para ir resolviendo algunos de los contratiempos colectivos de los españoles actuales.

La crítica de la sociedad española de los tiempos del Quijote es la de las recurrentes hambrunas y epidemias, agravadas por una desproporcionada presión fiscal

Es claro que el propósito inicial de esta obra cervantina fue una diatriba contra los “libros de caballerías”. Se trataba de un género muy popular en la Europa moderna, precisamente, hasta que el Quijote acabó con él. El equivalente actual de los libros de caballerías serían el adocenamiento de la televisión, la vulgaridad de los asuntos tramitados en las redes sociales. Hoy, sería necesario un gran “escrutinio” nacional para echar a la hoguera una gran parte de los productos audiovisuales del momento. Sin llegar a tanto, el Quijote podría ser, hoy, un buen texto para entender las arbitrariedades de la naturaleza humana y los enormes disparates de la sociedad española. Concretamente, el Quijote es un constante juego, cómico o dramático, de “no es lo que parece”. Capítulo tras capítulo, se nos presenta una entretenida parodia de un continuo cambio de apariencias y disfraces. Resulta ser, algo así, como las sombras del mito de la caverna, de Platón. Visto por el lado menos poético, las historias del Quijote representan la apología del engaño y el resentimiento como formas de vida. Son, precisamente, los vicios que distinguen, hoy, el modo de ser de la vida pública española. En la cual domina una inacabable sucesión de supercheros, instalados en las gradas del poder de este peculiar régimen del tirano Sánchez.

De un modo más específico, la crítica de la sociedad española de los tiempos del Quijote es la de las recurrentes hambrunas y epidemias, agravadas por una desproporcionada presión fiscal. Entonces, los impuestos tan onerosos se justificaban por las necesidades de las guerras para mantener el imperio en Europa y ampliarlo en América (las Indias). El equivalente hodierno serían unos mismos desmesurados impuestos, con la justificación de atender a los compromisos del Estado de bienestar. La consecuencia no deseada de tal combinación de hechos fue, en la época imperial, un enorme declive demográfico (la desproporción entre el número de nacidos y de fallecidos). Todavía, hoy, España es el territorio europeo con menor densidad de población, después de las zonas de la tundra septentrional. Por si fuera poco, la pandemia del virus chino y la hecatombe económica está acentuando, otra vez, la decadencia demográfica. 

Se pueden señalar otros dos rasgos comunes de la sociedad española en ambas épocas, la que revela el Quijote y la nuestra. Uno es el general incumplimiento de las leyes, una extraña acracia. Otro, la desmesurada afición de los españoles a desarrollar la vida fuera de casa. Ambos rasgos del vivir colectivo se han acentuado mucho con el sonrojante fracaso del control de la pandemia del virus chino.

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