«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

La bisoñez de Sánchez

27 de septiembre de 2022

Cuando un personaje está instalado en tanta mentira, sectarismo e incoherencia como la que práctica a diario nuestro presidente del Gobierno se hace muy difícil interpretar sus actos y buscarle sentido. Es una consecuencia de la antipatía que genera, incluso en gran parte de quienes deberían apoyarle.  

Quizás tuvo un proyecto más allá de la mera tenencia del cargo.  Sí, un proyecto de incorporar al Estado, a la acción de gobierno, a quienes pretendieron destruirlo con un trasnochado neocomunismo (Podemos), con las armas (Bildu) o con un golpe de estado secesionista (independentistas catalanes). En su ingenuidad, quizás veía un futuro de coalición estable y duradera con esos mimbres. Pretendió construir una pax sanchista que se va al garete a diario, cada vez que abren la boca sus socios. Su fracaso político es evidente. Donde ha habido elecciones para refrendar esta estrategia, la bofetada electoral ha sido contundente. Sólo faltan las elecciones generales para ver la profundidad del roto que ha producido Sánchez en su electorado.

En su bisoñez, Sánchez aún no ha tomado conciencia de lo carísimo por ineficiente que salen muchas de sus acciones

Y luego esta su entusiasmo estatista.  Hay que recordar la energía con la que se lanzó a combatir el covid proclamando que había llegado la hora del Estado. Idea que volvió a relanzar para tratar de reconstruir la economía española tras el paso de la pandemia. La gestión de Sánchez nos  llevó a las peores cifras de muertos pese a sufrir un encierro brutal, el más duro de toda Europa. Su gestión económica y de los fondos de rescate nos ha llevado de nuevo a la cola de la Unión Europea en todos los indicadores importantes.

Ahora, ataca a los ricos y poderosos. Les acusa de todos los males que sufrimos y además les quiere subir los impuestos. Un ataque cosmético, pues nada le gusta más a Sánchez que relacionarse con los megarricos como ha hecho esta semana con el matrimonio Gates, que se han hecho un foto con él a cambio de una donación de ciento treinta millones de euros. Es probablemente una de las fotos más caras de la historia.

Lo que hay que preguntarse si estamos ante un ingenuo o alguien que ha perdido completamente la sensatez. También puede apuntarse a la bisoñez de nuestro presidente. Sánchez antes de ser presidente del Gobierno y amo y señor de su presupuesto, no había gestionado nada, ni público, ni privado. Su carrera se había limitado a estar en la oposición y a enredar en gabinetes y en su partido.   

Llegar con un bagaje de ese tipo a la más alta responsabilidad que se puede ejercer puede resultar desconcertante, aunque no es un caso único, ni en España , ni fuera de ella. Esta bisoñez también explica la falta de realismo de Sánchez. El hombre está aprendiendo, pero muy despacio pues es difícil cuando se pasa el día en el Palacio de la Moncloa rodeado de adláteres que le aplauden, y es literal, hay que recordar alguna escena que producía vergüenza ajena. 

Si quieres hacer algo, es casi siempre mucho más barato, más eficiente, que lo haga la llamada sociedad civil

Hace poco, en el debate en el Senado con Feijoo, vimos reflejadas estas ideas. Un presidente que habló representando al Estado durante casi tres horas, mientras el ciudadano Feijoo sólo tenía apenas treinta minutos para contestarle. Es la puesta en escena que le gusta a Sánchez: un Estado apabullante imbuido de todo el poder que da el reglamento; el resultado —pese a los intentos de manipulación posteriores— fue evidente:  Feijoo en sus últimos diez minutos lo trituró, y sin apenas esforzarse. Y es que el personaje Sánchez ya no da más de sí. 

En su bisoñez, Sánchez aún no ha tomado conciencia de las limitaciones del Estado, de lo carísimo por ineficiente que salen muchas de sus acciones. Aún no se ha dado cuenta, como les ocurre ya a casi todos los viejos dirigentes socialistas, que, si quieres hacer algo, es casi siempre mucho más barato, más eficiente que lo haga la llamada sociedad civil. Tampoco ha tomado conciencia que muchas veces el mejor euro invertido es el que se queda en el bolsillo del contribuyente.

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