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Nahem Reyes (venezolano, 1979). Doctor en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello, Certificate of Strategy and Defense Policy of William J. Perry Center for Hemispheric Defense Studies of National Defense University (Washington, D.C.). Analista y Consultor político, especialista en Relaciones Internacionales y, actualmente es Miembro Asociado del Centro de Estudios de América de la Universidad Central de Venezuela.
Nahem Reyes (venezolano, 1979). Doctor en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello, Certificate of Strategy and Defense Policy of William J. Perry Center for Hemispheric Defense Studies of National Defense University (Washington, D.C.). Analista y Consultor político, especialista en Relaciones Internacionales y, actualmente es Miembro Asociado del Centro de Estudios de América de la Universidad Central de Venezuela.

La claudicación de Biden

16 de marzo de 2022

El acontecimiento mundial que ha capturado la mayor atención de la prensa, la academia y la opinión en general es la invasión de Rusia a Ucrania y la reacción de Occidente. La Unión Europea, Estados Unidos y algunos de sus socios de la región del Indo-Pacífico regidos con sistemas políticos democráticos-liberales como Japón, Corea y Australia son quienes lideran la catarata de sanciones económicas, comerciales y diplomáticas que hoy pesan sobre Rusia.

El argumento fundamental para la activación de todas esas sanciones ha sido que el Gobierno de Rusia ha roto los principios fundamentales del derecho internacional, y el irrespeto a la soberanía y territorialidad de Ucrania. Y toda la destrucción, dolor y horror generado por esta guerra.

La respuesta lógica y obvia [ahora] es que Estados Unidos eleve su producción doméstica de petróleo

El 8% de las exportaciones de crudo ruso va al mercado estadounidense, razón por la cual el presidente Joe Biden anunció la prohibición de exportación de este crudo dentro del marco del paquete de sanciones impuestas sobre Moscú como consecuencia de la invasión. Pero la economía sigue en movimiento y el mercado estadounidense sigue manteniendo la necesidad de petróleo. La pregunta es cómo llenar el vacío energético de Estados Unidos. La respuesta lógica y obvia [ahora] es que Estados Unidos eleve su producción doméstica de petróleo, tal y como señaló el excandidato presidencial republicano Mitt Romney, pero tal vez con esto no sea posible suplir la necesidad inmediata generada por la prohibición del crudo ruso.

La segunda opción dentro de esta línea lógica consiste en que Estados Unidos llene ese vacío de la demanda de petróleo comprándoselo a Canadá, su socio en el T-MEC. Además, logísticamente lo tiene muy cerca. Incluso las opciones dentro de América no terminan ahí. También puede comprar petróleo a Brasil, Colombia o Ecuador.

Pero de forma increíble y absurda la Administración Biden busca suplir el petróleo ruso con el crudo proveniente de Irán, Arabia Saudí y Venezuela. Vale acotar que Irán es un país que posee múltiples sanciones por estar asociado al terrorismo como su programa nuclear secreto a espaldas de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y que en Arabia Saudí reposan decenas de yates, aviones y fortunas de los oligarcas rusos. El Príncipe Mohamed bin Salmán, gran amigo de Putin, ha dado una segura protección a los socios del presidente de Rusia.

La confirmación de negociaciones entre emisarios del Gobierno de Biden y Maduro (…) constituye una humillante claudicación ante la narcotiranía neocomunista

Luego tenemos la Venezuela petrolera y chavista, una nación sobre la que pesan también múltiples sanciones desde los tiempos que el mismo Biden era vicepresidente de EEUU y hasta una millonaria recompensa por la cabeza del propio autócrata de Caracas, Nicolás Maduro.

Un régimen, el chavista, sobre el que abunda toda clase de literatura e informes oficiales como el World Drug Report que evidencian el involucramiento de altas autoridades de la narcotiranía con su aparato criminal. Y todo sin contar los crímenes de lesa humanidad reportados desde el 2014 por la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH).

La confirmación de negociaciones entre emisarios del Gobierno de Biden, además de ser totalmente contradictoria -la Administración Biden reconoce como legitimo presidente de Venezuela a Juan Guaidó-, constituye una nítida expresión del desconcierto de la política exterior de EEUU y una humillante claudicación ante la narcotiranía neocomunista que cierra indefinidamente la mínima posibilidad de vuelta a la democracia en el país caribeño.

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