(Casi) todo es claudicación. De la conga de Atocha al pensamiento mágico en las ilustraciones de la convocatoria a la manifestación contra el gobierno del domingo. La chavalería esperaba el pasado sábado en la estación madrileña la restitución del servicio ferroviario cantando y bailando. Nativos digitales y en el subdesarrollismo de infraestructuras y servicios. La bumerada, por su parte, acudía a la plaza de Castilla a manifestarse con el PP (y, sin saberlo, contra el PP). «¡Peinado campeón!», ala bim bom bam.
Ser búmer no es una cuestión de edad, es —como el burgués de André Gide— un marco mental. Cierto es que toda una generación ha prosperado en el caldo de cultivo setentayochista, pero búmer es —ya lo explicó Javier Torres— cualquiera que trafica con la mandanga de los grandes pactos de Estado, la moderación y la partitocracia que nos dieron. Es estar obsesionado con que Sánchez es el mal último, cuando no es más que el signo patognomónico de una enfermedad. La fe en la España constitucional es la fe del carbonero, la de aquel que prefiere ser robado por «los buenos gestores». El búmer lleva mejor el latrocinio si el mangante se viste de Puebla (¡divino!, como le definió Dalí). Curiosamente, muchos de los clientes políticos del gran maestro valenciano de la tijera acabaron con sus paños en la cárcel.
El PP, en cualquier caso, mantuvo un perfil bajo en cuanto a la representación institucional que envió a la mani. Molestar, pero poco.
A las gentes que de buena fe acudieron a la cita organizada por la Plataforma por la España Constitucional, se les sumo una pequeña frase —quizá inadvertida—, en los discursos de los oradores, que daba un débil pábulo a la esperanza. En su turno de palabra, el periodista Albert Castillón apuntó la necesidad de un cambio de sistema: «España necesita un reseteo general, ya no nos sirve cambiar de partido, sino de sistema».
El PSOE es el partido del régimen y el partido del extranjero. Cipayos de intereses supranacionales desde el aplaudido Suresnes. Una «despesoización» del sistema exige acabar con el régimen del 78, cosa que se antoja difícil porque la socialdemocracia es la ideología dominante en Occidente que comparten, además, los partidos del llamado centro-derecha liberal.
El 78, régimen de expolio, roba la libertad política a los españoles y arroga todo el poder a una casta. Inicia el proceso federalizante y facilita la colonización de las instituciones por el poder político. La organización territorial autonómica va pareja a la creación de redes clientelares, germen de corrupción. La Constitución se revela como interpretable según los intereses de cada gobernante, y su incumplimiento queda sin consecuencias legales.
Necesitamos un cambio de sistema que posibilite la regeneración moral y nos devuelva la libertad y los derechos prepolíticos de los que suele hablar Javier Torrox (vida, legítima defensa, propiedad y sentido de la trascendencia).
Se acerca el mes de noviembre y con él la peor de las nostalgias. La de lo que nunca ocurrió.