«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
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La culpa fue del chachachá

3 de febrero de 2024

Esta semana he leído en varios medios sobre las influencias e intereses externos en la profunda crisis que España vive. Tan profunda como que se juega su propia existencia —ya puedo oír el eco de millones de personas llamándome loca radicalizada—. Unos apuestan por Rusia como fuente desestabilizadora a través de Cataluña, y otros por Estados Unidos, la OTAN, Marruecos y demás. Unos me han convencido más, otros menos, pero sinceramente, los españoles nos las estamos arreglando de maravilla para cavar nuestra propia fosa.

Geoestrategia aparte, si hacemos un resumen rapidito de lo que no hacemos del todo bien los españoles y que hemos votado, nos encontramos a un Gobierno entero que juega en contra de su propia portería —la nuestra—, hispanófobo y negrolegendario con su principal exponente en el ministro de Cultura que haría las delicias del mismísimo Bartolomé de las Casas, dirigido por un megalómano dispuesto a vender a su propia familia por dormir en la Moncloa que, después de traicionar a España decenas de veces la pasada legislatura, obtuvo la friolera de 121 escaños.

Por otro lado, tenemos a los partidos separatistas y filoterroristas, a los que se da trato mucho más que preferencial, cuya razón de existir es dinamitar la unidad de España desde el mismo Congreso patrocinados con nuestros impuestos que tanto nos cuesta pagar, cosa de la que no nos podemos quejar porque somos unos intensitos de la democracia y nos llaman fachas. Y los españoles lo venimos tolerando desde hace cuarenta años.

Por último, disfrutamos de la oposición fija discontinua del Partido Popular que computa como fija, pero no siempre trabaja. Un día en el Congreso parece que se emplea a fondo con el Gobierno y al día siguiente está en Bruselas dialogando como si tuviéramos un Gobierno normal. Y no, no es un Gobierno normal. Es un Gobierno golpista. Un Partido Popular que ha puesto por su cuenta y riesgo en manos de Europa la tutela de España como si fuéramos Burkina Faso, dicho sea con todo el respeto hacia Burkina Faso, faltaría más. ¿Qué derecho tenía a hacer eso? Porque si se fijan, ahora la política española se decide en el extranjero y se viene a votar a la Carrera de San Jerónimo como un mero trámite.

Como conclusión, creo que somos mucho más eficaces los españoles en nuestra desestabilización que toda la OTAN y los diez mil hijos de Putin entrando por Cataluña juntos.

Siendo todo esto un drama, la gran tragedia es el grado de aceptación de todos estos desmanes por parte del pueblo español. La sociedad ha tragado ya la ley de amnistía porque cree que no le afecta. Asusta la sumisión con la que estamos aceptando la degradación institucional, no ya de los últimos meses, sino de los últimos años. En su momento nos escandalizamos con los indultos, pasamos a normalizarlos; lo mismo pasará para con la amnistía de los delincuentes del procés, y no olvidemos que el pacto con Bildu no lo conocemos. Otegui dijo con toda claridad que necesitaba seis años de gobierno de Sánchez para que todos los presos estuvieran en la calle. Si no reaccionamos, sucederá.

El relato lo tienen construido: todo por la convivencia. La realidad: todo por La Moncloa. La culpa: la desidia de media España que ha desistido de defenderse, de ser. La desidia que lleva a la autodestrucción es, al fin y al cabo, la forma más estúpida de morir.

Escuchaba la otra noche a Gabriel Albiac, siempre acertado, decir: «Si existen los déspotas es porque hay gente que está dispuesta a que rijan su destino». Podemos echar la culpa al empedrado, a la OTAN, a Putin o al Chachachá, pero nuestro destino está en nuestras manos.

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