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Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.
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La lengua de la OMS

4 de abril de 2022

El pasado 9 de marzo la Organización Mundial de la Salud publicó unas “Directrices sobre la atención para el aborto”. No deja de ser desconcertante que una entidad que dice dedicarse a la salud promocione la muerte del concebido no nacido, pero en este tiempo de confusión moral hay cabida para todo. De hecho, el documento comienza considerando que la muerte de la criatura es “fundamental para las personas, las parejas y las familias, pero también para el desarrollo social y económico de las comunidades y las naciones”. Naturalmente, no lo llama “muerte” sino “salud sexual y reproductiva”, pero resulta evidente de qué se está hablando. 

En el documento se incluye la preceptiva referencia a los “objetivos de desarrollo sostenible”, que es el Libro Rojo de la ideología globalista: “Fortalecer el acceso a la atención integral para el aborto dentro del sistema de salud es fundamental para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relacionados con la buena salud y el bienestar (ODS3) y la igualdad de género (ODS5)”. Si alguien tenía alguna duda de lo que implica esta doctrina perversa, que, so pretexto del desarrollo, condena a morir a millones de seres humanos, aquí tienen unas líneas terroríficas. El desarrollo implica fortalecer el acceso a la muerte del concebido no nacido.

Ojalá algún filólogo -o un equipo de ellos- fuese registrando cómo se ha ido tergiversando el lenguaje hasta el punto de considerar “salud” y “progreso” matar al concebido no nacido

Víctor Klemperer dejó una obra memorable que describía la degeneración del idioma alemán durante el periodo nazi. Me refiero, naturalmente, a “LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo”, que en España publicó felizmente la editorial Minúscula en 2001. Allí cuenta, por ejemplo, que “fanático” fue durante el Tercer Reich “un adjetivo que manifestaba reconocimiento en términos superlativos”. Una traición a la inteligencia como el fanatismo se convertía en una virtud pública.

Ojalá algún filólogo -o un equipo de ellos- fuese registrando cómo se ha ido tergiversando el lenguaje hasta el punto de considerar “salud” y “progreso” matar al concebido no nacido. El documento dice que “el aborto y la atención posterior al aborto” son “una forma eficaz de ayudar a las personas a prosperar y a las comunidades a transformarse”. Afirma la OMS que “el 45 por ciento de los abortos son peligrosos”. Se refiere a la madre. Ahora bien, puestos a hablar de peligros, yo añadiría que, para el concebido no nacido, el cien por cien de los abortos son peligrosísimos. Si se trata de niños con Síndrome de Down, cuya destrucción en nuestra sociedad clama al cielo, casi se trata de una muerte anunciada. La presión para abortar puede hacerse asfixiante.

Para que la manipulación del lenguaje funcione, es necesario despoojar al ciudadano de los conocimientos que permiten una crítica fundada

Con este trasfondo ideológico, en España, se quiere castigar como delito la oración pública frente a las clínicas abortistas. En nuestro país, la izquierda ha hecho bandera de esa criminalización del movimiento provida. Querer salvar a la madre y a su criatura supone una amenaza para la cultura de la muerte. Cuando se les ofrecen alternativas, muchas madres se lo piensan. La OMS y el proyecto ideológico que inspira estas políticas -los famosos ODS y las otras consignas que los precedieron- no pueden permitirlo.

Sin embargo, hay signos de esperanza. En la Unión Europea, Malta resiste heroicas las presiones del lobby abortista a través del Consejo de Europa. En América, la caída de Argentina no ha sofocado un movimiento provida vibrante y Guatemala sigue siendo un bastión frente al aborto.

Hay algo turbador en este documento que recuerda las observaciones de Klemperer. La manipulación del lenguaje en él —y más en general en los ODS— es tan agresiva que resulta difícil no percatarse. Para que funcione, es necesario despojar a los ciudadanos de los conocimientos que permiten una crítica fundada: la lengua y la literatura, la filosofía, la historia, el arte y, en fin, las Humanidades clásicas. Tal vez por eso es necesario acabar con ellas en sistema educativo. No basta con adoctrinar a golpe de Libro Rojo. Hace falta suprimir esas disciplinas. No vaya a ser que, a pesar de todo, se entienda bien lo que realmente quiere decir la OMS cuando habla de “progreso”. 

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