«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.

La ley ‘Mema’ de violencia digital

30 de abril de 2023

Escribo estas letras desde la Puerta del Sol para acreditar que hace calor, mucho calor, y así sentirme cual candidata de la izquierda madrileña a la Comunidad de Madrid. Nada, paso un rato a la intemperie, me quejo, me vuelvo a quejar, y me aburro porque no llevo cámara termográfica y no me veo de colores, así que busco otras propuestas de Mónica García para estanuestracomunidad a ver si encuentro algo más interesante que el calor extremo.

No piensen los no capitalinos que soy la típica centralista que creo que Madrid es el ombligo del mundo, pero reconozcan que MEMA es un filón. Efectivamente, no defrauda, entro en Twitter y ¿qué veo? García propone «una Ley (sic) contra la violencia digital para poder ser libres en la calle y en las redes». Ahondo en la estupidez ¡y lo que quiere es un Tínder público! ¡Esto es gloria para mis ojos! ¡Una app donde puedan ajustar cuentas las despechás y los despechaos! Ah, no, perdón, lo que propone es una aplicación donde las mujeres puedan denunciar que les piden sexo. En realidad, lo que denuncia es que les pidan una cantidad desmesurada de sexo y de forma continuada hasta la saturación. Lo que viene a ser presión.

Pasada la emoción de los primeros momentos de imaginar una app pública de despechaos, algo así como un monográfico de Twitter, quedo pensativa. Dice García que el 57% de las mujeres que utilizan Tínder se han sentido presionadas para mantener sexo en alguna ocasión. Ahora me preocupa que el 43% restante al conocer este dato se hayan sentido rechazadas. Esto justifica que se promulgue una ley, por supuesto, para unas y otras. Y continuamos con la diarrea legislativa –disculpen la alusión escatológica a la siempre escatológica Pam–. Toda mujer política de izquierdas que se precie quiere dejar una ley feminista para la historia. Ya lo ha intentado Irene Montero con la penosa Ley del Sí es sí, y ahora Mónica García se ve icono del feminismo patrio con la Ley Mema contra la Violencia Digital.

De todas maneras, no deja de sorprenderme el problema que tienen estas señoras para decirle que no a un señor. Tanto les cuesta que necesitan leyes que les amparen y animen para no acostarse con alguien. Debe de ser una cuestión de educación, como cuando te enseñaban de pequeño que si te habían invitado a una casa no dejaras nada en el plato. Se te queda ahí metido en el cerebro para los restos. Pues se ve que a ellas les pasa igual. O ellas no saben decir no, o sus ligues no saben aceptarlo. Y claro, se dan situaciones como esta:

– Paqui, quiero tener sexo contigo.

– Manolo, me pones en un compromiso muy grande porque no sé decir que no.

– Paqui, porfa, porfa.

– Ya está, ya me has presionado.

A la piltra.

Piensa MEMA&CIA que la mujer por sí sola no tiene capacidad de resistencia ninguna a la presión, que no tiene personalidad suficiente para decir un «mira, no, es que yo te veo sólo como amigo», o el socorrido: «No eres tú, soy yo», o por las malas: «Perdona, pero es que me he dejado el grifo abierto», que no sabe coger la puerta y largarse –con puerta y todo–, o que tampoco sabe apagar el ordenador ni salir de un chat de citas ni bloquear a un señor. Por eso es imperativo legislar. ¡Más leyes, es la guerra!

Para eso está la Ley Mema contra la Violencia Digital que, por fortuna, ayuda a las féminas en situaciones tan delicadas:

– Paqui, quiero tener sexo contigo.

– Manolo, te digo que no en virtud del artículo 291, apartado b de la ley 81/2023, por la cual no estoy obligada a mantener relaciones sexuales con un señor que haya conocido en Tínder o en cualquier otra red social.

 – Vale, Paqui, pues siendo así, no te insisto más.

Mano de santo –laico–.En este caso la mujer se acoge a sagrado. Así entiende la izquierda el Derecho. Porque el Derecho, una vez que ha perdido su función punitiva –propia del fascismo–, se convierte en un punto morado mágico donde el hombre no puede acceder ni producir daño alguno.

No hay nada que una buena ley progre no remedie. La ley progre funciona como una cuestión de fe. La nueva religión. La mera existencia de la ley es suficiente para que la conducta del delincuente cambie. De ahí que a las Monteros no les importe que los agresores sexuales salgan en manada –esto me ha salido sin querer– cada semana de las cárceles. Ya lo dijo Pam: «Qué más da, si ya ha violado, que esté más o menos tiempo en la cárcel». Lo que importa es legislar y que cada una tenga su ley, su impronta en el Código Penal.

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