«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.

La madre casta

21 de octubre de 2023

Escribo estas líneas desolada después de revisar la lista Forbes de las cien mujeres más influyentes de España y constatar que, de nuevo, no aparece mi nombre entre ellas.

Veo mucha rica tipo Botín —así cualquiera— y mucha famosilla encabezada por Tamara Falcó, como siempre. Pero también he visto que incluyen a Elisabeth Duval, mujer transgénero, y lo he comprendido. No estoy ahí por el dichoso borrado de las mujeres. No sé si está bromita me costará una multa o un auto de fe, que la religión progre deja a la Santa Inquisición en un juego de niños.

Quien sí está, no sé si por influyente o por agotamiento, es Yolanda Díaz, animal político donde lo haya y que podría hablar de sí misma sin dar muestra de cansancio durante días. Qué digo días, ¡legislaturas! Así que aprovecha la circunstancia que le da la revista para dar un discursito sobre su ‘humilde’ forma de conducir su vida, conjugando su maternidad con la alta política y he de confesar mi admiración.

Díaz se define a sí misma como ‘madre galega’. Esta concepción identitaria de la maternidad es algo que, en principio, me desconcierta. Yolanda nos explica de forma un tanto condescendiente desde las alturas de la lógica superioridad nacionalista-maternal que posee ciertas peculiaridades que las demás no tenemos.

Léanse:

Díaz procura llevar a su hija todos los días al colegio. Pues hasta ahí, querida, coincidimos. Aquí hago, si me permiten —como diría ella— un inciso, para decir que con coche oficial eso no es nada difícil. Eso es un placer. Lo complicadísimo y meritorio es ir con tu coche, aparcarlo, que no se lo lleve la grúa ni te pongan multa, dejar a tu hija en el cole a tiempo y no llegar tarde a tu trabajo. Seas galega u onubense. Ya me hubiera gustado a mí haber llevado a mi hija al cole en coche oficial, querida. Creo que la vicepresidente tiene un 99% menos de estrés que cualquier madre o padre que lleva a sus hijos al colegio. Por cierto, no sé si alcanzará a saber esta mujer que hay cientos de miles de hombres que llevan a los niños al cole, ‘galegos’ o no.

Otra de las peculiaridades de ser ‘madre galega’ es que ella atiende las necesidades intelectuales de su hija. A su niña le gusta escribir. Pues se la llevó a la entrega de los Premios Planeta: «…y quedó (la hija) fascinada porque tuvo la oportunidad de compartir mesa con escritores y escritoras», comentó. Mi hijo durante un tiempo quiso ser científico y pensé en llevármelo a los Premios Nobel para que conociera gente, pero como no soy ‘madre galega’, no lo hice por desidia. Ahora es tornero encofrador fresador.

Además, como ‘madre galega’ que es, se lleva a su niña al ministerio y hace con ella las tareas. Porque le gusta mucho estar con su hija. Claro, incluso las madres mesetarias más bestias podemos llegar a entenderla. Sin ir más lejos, su antigua amiga y correligionaria, Irene Montero, que creo que no es ‘madre galega’, también se llevaba a su bebé al ministerio.

Lo que pasa, querida Yolanda, es que esos lujos que tú atribuyes a tu identidad ‘galega’ y que a todas nosotras nos hubiera gustado permitirnos, como parar nuestro trabajo y charlar con nuestros hijos en un despacho anejo al ministerial cómodamente tomando un colacao, o llevárnoslos de sarao a los Planeta, me temo que no se deben a que seas ‘galega’ o de Calahorra. A eso y a lo que hacía la Montero antes de que la vetaras para los restos de la forma menos sorora posible, se le llama ser ‘madre casta’. Interprétese ‘casta’ no como pura, sino como privilegiada. Porque no creo que las limpiadoras de oficina gallegas, por ejemplo, puedan llevarse a sus bebés a su lugar de trabajo por más que lo deseen, como no lo hacen en Sevilla ni en Valencia que, aunque desde tu identidad ‘galega’ no lo creas, lo desean con el mismo fervor.

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