«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

La moda iconoclasta

24 de junio de 2021

Hace veinte años, el mundo entero se estremeció al contemplar la demolición de unas colosales estatuas de Buda, excavadas en la roca, en Afganistán. La monstruosa hazaña se llevó a cabo por los fanáticos talibanes (que quiere decir “seminaristas”). Nadie, en su sano juicio, entendió tal extremosa posición iconoclasta. Lo malo es que, tal instinto cunde, hoy, en distintas partes del mundo.

En España, no hemos llegado a una atrocidad semejante. Sin embargo, algunos progresistas se han planteado dinamitar la cruz del Valle de de los Caídos, en Madrid. Incluye las gigantescas estatuas de los cuatro evangelistas. Puede que sea la cruz más grandiosa del mundo, comparable a la colosal estatua de Jesús, en el monte Corcovado, de Río de Janeiro. El monumento del Valle de los Caídos se erigió en recuerdo de las víctimas de la guerra civil de 1936. La idea más general de los progresistas españoles (que son los que dominan, actualmente, la vida política y cultural) es que hay que borrar del mapa todo lo que recuerde la guerra civil de 1936 y el consiguiente franquismo. Sostiene que se trata de la auténtica expresión de la “memoria histórica” o de la “memoria democrática”. En consecuencia, en España, han sido demolidas todas las estatuas del Caudillo, que tampoco eran muchas. Es un curioso antifranquismo a toro pasado. Tenía mucho más mérito ser antifranquista en vida de Franco.

Las iniciativas más estúpidas, siempre, se copian. Como tantas cosas de la vida actual, esta moda iconoclasta empezó en los Estados Unidos

La cuestión es qué hacer con los monumentos de los regímenes políticos de antaño, que, también, pueden ser antitéticos con la actual ideología progresista. Por ejemplo, sería el caso de muchas estatuas de los “espadones” españoles del siglo XIX.

Puestos a adoptar la manía iconoclasta, bien podría suceder que se echaran abajo la famosa estatua del emperador Trajano, en Tarragona, o la del filósofo judío Maimónides, en Córdoba. Sería un dislate mayúsculo. Aunque, alguien podría recordar que los antiguos romanos acabaron con las lenguas ibéricas, para sustituirlas por el latín. Además, se llevaron de España inmensos cargamentos de oro, plata y otros metales. A cambio, nos dejaron la semilla de la civilización occidental.

La moda iconoclasta ha entrado, con fuerza, en los países de la Iberosfera. Ha cundido la ruindad de echar abajo las estatuas de Colón y de los conquistadores y virreyes castellanos. Por lo visto, se trata de un gesto nacionalista o de recuperación de las esencias indígenas. Mal camino es ese. Cierto es que los españoles y portugueses arramblaron con el oro y la plata de las tierras americanas, lo mismo que habían hecho las huestes romanas en Hispania. El sistema de los virreinatos del imperio español no acabó con las lenguas indígenas, aunque, se instaló el castellano (y el portugués en Brasil) como una lengua de cultura y de comunicación internacional. Un monumento literario del virreinato español fue el de las Leyes de Indias, que supera, con creces, cualquier gesto benefactor de la colonización europea de medio mundo. Por cierto, mi amigo Julio Henche acaba de publicar un cuidadoso análisis de esa grandiosa creación legal. (Las leyes de Indias, Editorial Círculo Rojo, Madrid, 2021).

Las iniciativas más estúpidas, siempre, se copian. Ha llegado la moda de dinamitar las estatuas de Colón y las de los conquistadores y funcionarios que le siguieron. Como tantas cosas de la vida actual, esta moda iconoclasta empezó en los Estados Unidos de América.

Está por analizar qué pasa por las mentes retorcidas de los nuevos iconoclastas. Paradójicamente, conceden un gran valor a la representación artística o monumental del personaje que hay que derribar.  Seguramente, se trata de un gesto sustitutivo de otro más auténtico: el de combatir, dialécticamente, las ideas contrarias o anteriores. En la conducta humana de tipo gregario cuenta mucho la imitación.

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