Los audios filtrados que publica El Confidencial no dejan espacio alguno a la imaginación. De existir el viejo Canal Plus serían objeto de inmediata codificación y emisión en horario nocturno. En ellos se identifica a Begoña como la «pichona», lo que deja a Sánchez en su papel más propicio, el de palomo pero pollo, que aun siendo todo un pájaro no alcanza a tanta categoría. También se alude al presidente como «gran jefe», lo que situaría a Begoña como «gran jefa», pero ciertamente, eso parece más bien pleitesía del interlocutor que título a merecer por parte del pichoncete.
Tienen interesantes y desconocidas costumbres las palomas, además de ponerlo todo perdido allá por donde pasan, algo que sin duda encaja al cien por cien con las prácticas ordinarias de la sociedad Sánchez-Gómez.
Acostumbran a construir su nido en lugares secretos, lejos del alcance de depredadores, y para su construcción utilizan todo aquello que encuentran, desde las habituales ramitas hasta esqueletos de otras palomas, lo que sin duda nos trae a la memoria al fulminado exministro Ábalos.
En época de cría, construido el nido, los machos defienden el territorio con bastante violencia. Pero la conducta agresiva permanente, con o sin cría, es una de las costumbres menos conocidas del palomo, que por lo demás solo parece tener buenas palabras para su paloma. Los científicos han descubierto que el modo de relacionarse de estos animales —quién podría imaginarlo— es lo que llaman dominación-sumisión, en donde se establecen claras jerarquías entre el matón, el que ha ganado más duelos, y los palmeros que le aplauden. Los duelos se dan con frecuencia por la comida, como en el socialismo, que se dan por el alpiste, y el ganador se queda con la comida, el territorio, y a menudo con unas cuantas plumas del perdedor, como en el comunismo, que también lo padecemos.
En los asuntos amorosos, el cortejo de las palomas es algo que ya debería estar judicializado, si alguien prestara atención a cómo suceden estas cosas. Cuando el macho quiere cortejar a la hembra, agacha la cabeza como en un ritual, infla el pecho como un globo, arrulla como una docena de gallos en un ataque de ansiedad, y gira alrededor de la chica con plumas. Hasta ahí solo hace el ridículo, pero resultando inofensivo. Sin embargo, culmina su cortejo propinándole unos picotazos a la hembra y dándole de comer en el pico, entiendo que para que la paloma sepa que no le va a faltar de nada, lo que viene siendo un micromachismo como los huevos de un minotauro; y en efecto, es costumbre que parece darse más de lo que desearíamos en nuestros particulares pichones monclovitas.
En el palomar de Ferraz no faltan tampoco las palomas mensajeras, entrenadas para llevar mensajes a otros y regresar a la base, donde a menudo son premiados por su esfuerzo con su correspondiente alpiste. Actualmente esta modalidad alada trabaja casi en exclusiva en el traslado de información sensible de jueces y periodistas, con la idea de chantajearlos y arruinar su reputación, en un ridículo plan urdido por el palomo mayor del reino para intentar evitar que a su pichona se le caigan las plumas del sombrajo.
Dicen los expertos que la mejor manera de espantar a una pareja de palomas que te está arruinando la vida, como es el caso, son objetos brillantes o cosas que se giren, o algo que haga ambas cosas, como un cedé colgado de un hilo. Si quieres ahuyentar a todos los demás seres vivos, procura que el cedé sea de Maná.
Hay quienes, en alarde de creatividad, cuelgan del balcón figuritas de águilas, halcones, búhos, o algún busto de Óscar Puente, todos ellos grandes comedores de palomas, porque esto les da pánico, y ya no se acercan. No obstante, tras estudiar lentamente el caso de nuestros molestos pichones de La Moncloa, mi conclusión es que, si de verdad quieres atemorizarlos, que depongan su actitud amenazante, y que salgan volando en dirección Caracas perdiendo hasta la conexión wifi, todo lo que deberías poner en el balcón es una pareja de la Guardia Civil.