«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

La repugnancia houellebecquiana

5 de abril de 2023

En un reciente artículo sobre su regulación en Francia, Michel Houellebecq ha escrito que la eutanasia será la «forma europea de morir», EU-tanasia, expresión, que le «repugna», de una mezcla a su vez característica: la «infantilización extrema» (confiar en la institución médica para decidir hasta la propia muerte) junto a la llorona demanda de una «libertad última». Esta curiosa mezcla somos nosotros, estas dos cosas. Una servidumbre gozosa que pone en manos del Estado la propia vida (soberano es el que decide el estado de extinción) y un volatín final de libertad perentoria.

Llama la atención el contraste: una existencia que huye de la libertad real, que busca apoyo, control, una seguridad enchufada a todos los electrodos del Estado y, a la vez, o al final, un alarde de libertad postrera, como un acto que quite de Dios cualquier sospecha de autoría. Es una servidumbre con respingo liberal que acaba en actos semidivinos de resolución personal. Es algo extraño y ciego, inconsecuente, como si quisiéramos lo mejor de dos mundos, y Houellebecq no ahorra para ello la expresión de asco y disgusto. No merecemos la piedad del siervo antiguo, ni merecemos la admiración del liberto. La repugnancia houellebecquiana es previsible que se despierte, no tanto ante el hecho individual sino ante su forma agregada, la sociedad francesa. ¿No es sentir asco o incluso odio hacia una sociedad una forma particular de resistencia? Lo normal es dirigir la repulsión hacia el Estado, que tiene mala fama, pero lo propio de ciertas naturalezas es sentirla de lo social. Una vez declarada, sólo quedan formas de huida o repliegue.

Para una mejor comprensión de la eutanasia y de todo lo demás, Houellebecq remite a la ciencia ficción estadounidense de los años 50 y 70, como si fuera esto, su «potencial visionario», lo más vivo de los diagnósticos de posguerra. Menciona dos obras y para una de ellas, El examen de Richard Matheson, pide una adaptación cinematográfica. Se trata de un breve relato sobre un futuro en el que los ancianos han de pasar un examen estatal para seguir con vida. Hay que controlar la natalidad, los recursos, el dolor, y los hijos estudian con los padres octogenarios porque suspender, no ser declarado apto, significará morir por procedimiento reglado. «Todo está ahí», en esa historia, recomienda Houellebecq, sobre todo una perla psicológica: la ley que obliga al examen la aprueban los hijos de los ancianos. Preparan a los padres, pero sin convicción. Más bien constatan el declive. En realidad, el hijo no quiere que el padre apruebe, serían otros cinco años de tenerlo en casa, «un anciano inútil y agotado arruinando sus vidas».

Las leyes civiles ya no siguen las leyes morales sino los deseos sociales, inconfesados, houellebecquianamente repulsivos, contradictorias maximizaciones de bienestar y virtud.

.
Fondo newsletter