Contaba un antiguo columnista del ABC verdadero —el del juego del portfolio, las Terceras de Julián Marías y el coleccionable de la vida de Franco— una anécdota ocurrida en un restaurante capitalino. Nuestro plumilla almorzaba con el dibujante del mencionado diario cuando entró al establecimiento el actor Luis Escobar, quien, a la espera de sus comensales, se sentó con ellos. Al rato hizo acto de presencia un tercero con acompañante masculino. Se acercó a la mesa de los ilustres a saludar e introdujo al tipo con el que se disponía a comer, y que había quedado convenientemente rezagado, como su sobrino, prometiendo presentárselo a Escobar en otra ocasión. El aristócrata le contestó que no se molestara, que había sido su sobrino la semana anterior.
Precisamente, en una de las películas de la Trilogía Nacional de Berlanga en las que Escobar interpreta al marqués de Leguineche y que representan puro (y delirante) costumbrismo político y social de los primeros años de la democracia, aparece un candidato a diputado, de rabioso centrismo —de los que se jactaban de haber participado en el contubernio de Múnich—, con una despampanante «hija de un amigo» a su vera. A lo largo de la cinta José Luis López Vázquez, a la sazón vástago del marqués, fascinado por la real hembra, no deja de atosigarla hasta que, finalmente, pregunta al moderado cómo ha tenido la suerte de camelarla. Éste, como toda respuesta, le extiende una tarjeta comercial: «Tú llama y te traen otra para ti solito».
El binomio cortesanas y hombres de poder no surge con el 78, desde luego, pero, si bien a las queridas en el franquismo se les ponía un piso en el barrio de la Concepción, el socialismo no se anda con galanterías y pasa directamente al Sombras, lupanar burgués donde los haya. En los fregaos más representativos del partido del Estado aparecen siempre coimas, izas, rabizas y colipoterras, hurgamanderas y putarazanas, que diría Cela rescatando el Cancionero General. Sin tirar de hemeroteca, desde Roldán hasta Tito Berni, pasando por los ERES y el Don Angelo, llevamos cien años de honradez y cuarenta y seis de golferío.
Ahorita llega José Luis Ábalos, ese caballero, con una nueva modalidad de retribución de servicios. Más cómoda, sostenible y en armonía con los objetivos de la Agenda 2030. A pesar de que el chalanismo, corriente socialista al que pertenece el exministro de Fomento, exhibe poderío dejando billetes encima del catre, el de Torrente ha optado por corresponder a las atenciones de Jesi con cargo a los Presupuestos.
Jesica R. G. es una estudiante de Odontología pero bien podría ser su sobrina. La joven solía acompañar a José Luis en diversos viajes y actos durante su etapa de ministro. En 2019 le envió un mensaje recordando los 31 pagos pendientes de abono por desplazamientos y por su presencia en los quehaceres y correrías del titular de Transportes en la época. La futura dentista utiliza un guiño profesional para encabezar el correo-factura, titulándolo «Disgeusia», término que hace referencia al trastorno del gusto que cursa con una sensación desagradable y persistente en la boca.
Las cuentas de Jesi son las cuentas del Gran Capitán. Cien millones de ducados en picos, palas y azadones. Cien mil ducados en guantes perfumados. ¡Mil quinientos en disgeusias, sialorreas y bruxismos! ¡Por acompañarte al Amazónico, un precio módico!
El partido socialista nos ha traído un estado putocrático. Y un narcoestado. Qué barbaridad. Un Estado que, menos de Derecho (cosa que tampoco tiene ningún mérito), es de todo.