«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
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Las siete y media

29 de marzo de 2022

“El golpe de Will Smith a Chris Rock por burlarse de su esposa abre debate sobre la violencia” es tendencia en Twitter desde hace más de veinticuatro horas. “…abre debate sobre la violencia”, qué barbaridad.Aunque parece poca bofetada para tanto debate, se han abierto algunas puertas dignas de análisis a raíz del incidente. Me ha gustado de forma especial escuchar a Pablo Iglesias hablar de masculinidades tóxicas. El tipo que retuvo la tarjeta del móvil de Dina Bousselham durante más de un año para protegerla del contenido que ella misma había grabado y se la devolvió con una vuelta de más de microondas, reflexiona sobre cómo muchos hombres se identifican con Will Smith para, después, calificarlos como tóxicos. Pablo Iglesias. Masculinidades tóxicas. Música para mis oídos. 

Sin embargo, al margen del incidente hollywoodiense que parece tener trasfondos y vericuetos que desconozco, me ha gustado la visión femenina y feminista del asunto. ¿Nos gusta a las mujeres que nos defiendan? ¿Necesitamos ser defendidas? 

Sorprende ver a muchas feministas afirmar que una mujer no necesita ser defendida, que es capaz de defenderse sola. De acuerdo. Lo que no cuadra de su discurso es que lo dicen las mismas feministas que nos bombardean con la idea de que las mujeres nacemos víctimas. Si somos víctimas por el hecho de ser mujeres, no estará de más que alguien nos eche un cable. Agradecidos y agradecidas las quiere el Señor, señoras mías. Otra cosa es que sea necesaria la bofetada o no para nuestra defensa. Y aquí entra lo de que “…abre debate sobre la violencia”.

Si procede la violencia en algún caso, habrá que preguntarse qué tipo y grado de violencia ha de emplearse para que nuestro honor –la que lo tenga- quede restaurado sin que nuestro hombre haga el ridículo o acabe en la trena. Además de esta reflexión cualitativa y cuantitativa, está la más interesante: ¿es atractivo el hombre protector? Para muchas, entre las que me incluyo, lo es, siempre y cuando acierte. Y acertar es lo más difícil del tema que nos ocupa.

El hombre perfecto —valga la contradicción— caballero, elegante, audaz y sobrio, que nos defiende aun cuando no es necesario, escasea en estos tiempos de confusión

El hombre protector en su justa medida tiene un atractivo enorme, pero corre igual peligro que Don Mendo con las siete y media: si se queda corto, queda mal, pero si se pasa, es peor.

“… -Y un juego vil 

que no hay que jugarlo a ciegas,

pues juegas cien veces, mil,

y de las mil, ves febril,

que o te pasa o no llegas.

Y el no llegar da dolor,

pues indica que mal tasas

y eres del otro deudor.

Más ¡ay de ti si te pasas,

si te pasas es peor!”

Qué difícil es encontrar el punto justo en esta circunstancia. Es odioso el cobardón, pero peor es el peleón, el violento gratuito, el macarra que te pone de los nervios en un bar porque alguien te mira. Al orgánico con ambos: el cobarde por desleal y el violento por gilipollas.

En el caso de Will Smith, se podría decir que ganó a las siete y media. No tanto por inteligencia, sino por suerte –todo esto en el supuesto de que no estuviese guionizado-. Si Chris Rock le hubiera devuelto la bofetada, el incidente se hubiera convertido en pura ordinariez. La violencia, además de mala, es vulgar y, en la mayoría de las ocasiones, muy torpona. Una cosa es llegar, dar un tortazo y volverse a su sitio sin despeinarse, y otra muy distinta es volver sudoroso, con la ropa rota y sangre en la nariz. Un asco. Más allá de cuestiones morales, nunca es recomendable la violencia si no se está seguro de salir estéticamente airoso del trance.

El hombre perfecto —valga la contradicción— caballero, elegante, audaz y sobrio, que nos defiende aun cuando no es estrictamente necesario y más si el caso lo hace imprescindible, escasea en estos tiempos de confusión. Pero antes de ponernos estupendas, reconozcamos que tampoco abunda la mesura entre nosotras. 

Por eso, en el caso que nos ocupa, y obviando las emociones concurrentes en las circunstancias en las que se hallaba el actor en esos momentos, los más recomendable hubiera sido un: “Señores, mi mujer y yo nos vamos a casa y si eso dejo aquí mi dirección para que me hagan llegar el óscar en su caso. Muchas gracias y buenas noches.”

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