«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
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Let me be clear

25 de noviembre de 2023

No sé ustedes, pero yo no tengo la costumbre de entrar en un quirófano cuando están operando a alguien a corazón abierto a dar mi parecer sobre el asunto por dos razones: por un mínimo sentido de la oportunidad con el que se supone que nace cualquier persona normal y, sobre todo, porque no soy médico y no tengo ni idea de lo que hablo. Es importante conocer los propios límites. Pues más o menos es lo que hizo ayer Pedro Sánchez en el paso de Rafah, para vergüenza y perjuicio de todos los españoles, en un momento de extrema delicadeza en el que lo único que procedía era un respetuoso silencio, cosa que el ínclito desconoce, mientras se procedía a la entrega de varios rehenes secuestrados el 7 de octubre, con todo un país con el corazón en un puño y la respiración contenida. 

En su campaña permanente de promoción personal, Sánchez cada vez tiene una percepción más distorsionada de sí mismo. Una de dos: o está completamente loco y empieza a creerse de verdad un líder mundial que puede ir cantándole las cuarenta a domicilio al mismísimo Netanyahu o es un trilero de tal calibre que ya se atreve con todo y ha perdido el miedo escénico a engañar donde y como sea. Quizá sea una mezcla de las dos cosas. Motivos aparte, tenemos por presidente del Gobierno a un mono con dos pistolas. 

El perjuicio que produjo ayer a España fue brutal. Su total falta de sentido de Estado nos perjudica a los españoles, perjudica nuestra seguridad, nos pone en la fila de los países peligrosos, y hará que quedemos al margen de la información sobre el terrorismo islamista que tanto nos ha protegido estos años, aunque sea algo que apenas se conoce. 

Sánchez se puso a sí mismo de ejemplo, haciendo una equiparación entre una ETA presuntamente domesticada —cuando ha sido ETA la que lo ha domesticado a él— y Hamás, para darle lecciones al primer ministro israelí, como si él hubiera hecho algo por la convivencia pacífica en España. Esto revela una falta de pudor y un desconocimiento de la realidad de dónde estás preocupante. Me pregunto si el presidente había visto las imágenes del ataque de Hamás sobre Israel del 7 de octubre antes de hacer el viaje. Lo lógico sería que así fuera. En todo caso, vio la proyección cuando se la mostró el primer ministro israelí y no pareció producirle la más mínima empatía como para comportarse con educación ni siquiera como un profesional de la política y responder con diplomacia. Algo que cuesta mucho entender. 

Yo esta semana he tenido la oportunidad de ver la proyección que la Embajada de Israel ha emitido sobre lo ocurrido el 7 de octubre en Israel. Imágenes no editadas tomadas casi todas de las cámaras y móviles de los propios terroristas. Lo que se ve no es humano. Tampoco se puede calificar a los autores de animales. Los animales no hacen eso. Les diré que ver esas imágenes supone una enorme responsabilidad, porque ser capaz de explicar toda esa brutalidad es muy difícil. Pero hay que hacerlo. Es de justicia. Sería igual que haber estado en Auschwitz y no contarlo. Claro, que ahora hay quien va allí y se hace selfies en la puerta.

Lo primero que tengo que decir es que admiro el respeto inmenso del pueblo israelí por la dignidad de sus muertos y el dolor de sus familias. Todas las caras estaban pixeladas y no mostraron violaciones a mujeres. Sería como ultrajarlas de nuevo una y otra vez. Es evidente que podrían poner muchísimo más material y aterrorizar a medio mundo con escenas reales sin necesidad de inteligencia artificial y, desde luego, contrarrestar muchísimo la propaganda propalestina. Es muy difícil decir qué nos impactó más a los que lo vimos. Los ríos de sangre que nacían de las puertas de las casas, la matanza de la fiesta por la paz donde cientos de jóvenes fueron acribillados hasta el último lugar donde se habían escondido, sus temblores de un pánico desconocido, el interior del bar lleno de muertos, cadáveres calcinados en sus coches, familias enteras muertas en sus casas. Toda una matanza convertida en una macabra fiesta. Una auténtica orgía de sangre de presuntos seres humanos saltando sobre cadáveres al grito repetitivo de Alá es grande y el júbilo de miles de personas recibiendo en los pueblos los coches y camiones con cuerpos mutilados amontonados. Ese odio indescriptible. No hay palabras que hagan justicia a lo que allí pasó el 7 de octubre. Y con esos se atreve Sánchez a decirle a Netanyahu que inicie un proceso de diálogo porque la violencia no es el camino.

Hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ¿dónde están y dónde estuvieron el 7 de octubre todas las feministas defendiendo a todas las mujeres violentadas, asesinadas y secuestradas por los terroristas de Hamás? ¿Acaso son mujeres de segunda por ser israelíes? Pasaré todo el día esperando un pronunciamiento de tantas organizaciones mundiales feministas exigiendo su liberación y la condena de tan terribles actos.

Los niños israelíes, ¿son niños de segunda clase? ¿de tercera? También espero que las grandes ONG reclamen su vuelta a casa y exijan a los terroristas de Hamás que dejen de usar a sus niños como escudos humanos.

De vuelta a nuestro presidente del Gobierno, ya que se puso tan estupendo con el primer ministro israelí, ¿por qué no espetó en Gaza un «let me be clear» a los líderes de Hamás sobre la importancia de no tener una sede terrorista en los sótanos de un macrohospital o de las escuelas?  

España está a la vanguardia de la imbecilidad occidental y, no nos engañemos, millones de españoles aplauden. Aún así, no bajemos los brazos en la lucha por la verdad y el sentido común. No podemos darnos ese lujo. 

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