«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.
Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.

Los amigos de mis amigas son mis amigos

15 de enero de 2024

Sobre el papel —que lo aguanta todo— los miles de filoetarras que salieron a las calles de Bilbao este sábado querían «cerrar el ciclo de las violencias», y buscar una «pacificación real» alejada del escenario de «vencedores y vencidos». O eso decía el comunicado de las asociaciones convocantes que pedían además, y para no dejarse nada en el tintero, «poner fin a la cruel política de alejamiento» de presos de la malísima justicia española.

El vídeo con el que mi querido Cake Minuesa mostraba el talante real de los manifestantes («¡Te van a cortar el cuello, rata! ¡Fuera, perro!») y la crónica en El Mundo de la periodista Ángeles Escrivá, desenmascaran con eficacia la mentira de los proetarras de Bilbao: «Sólo los nueve primeros nombres de esta lista, elaborada por orden alfabético, aglutinan la autoría de 66 asesinatos». Está también entre ellos «quien ordenó el secuestro de José Antonio Ortega Lara, bajo tierra durante 532 días». Y para todos lo que en realidad piden los manifestantes de Bilbao es «abrir las puertas de las cárceles». A casa con los pistoleros.  

Escoria. Los asesinos; los etarras, y quienes los acompañan y apoyan. Y a eso vamos. 

En las calles de Bilbao, los sindicatos etarras y Bildu. Junto a ellos, la portavoz de Esquerra Republicana en el Congreso y el histórico Joan Tardà. También el vicepresidente de Junts, y representantes de los separatistas gallegos; los peneuvistas y, cómo no, Podemos. En las calles de Bilbao, dibujado entre semáforo y semáforo, el mapa de apoyos parlamentarios de Pedro Sánchez. Todos juntos. Los que le han hecho presidente; los que le aprueban los decretos; los que le chantajean cada semana con cínica sonrisa; los que consiguen, en espeluznante mercado persa, el plácet semanal de un Sánchez rendido por completo a su gravísimo síndrome de la Moncloa. 

Y es en este punto de la historia, al leer la crónica de lo ocurrido el sábado, cuando se cae un poco más en la cuenta de lo que la rutina amenaza con hacernos olvidar: que sí; que el presidente del Gobierno de España lo es gracias a la basura política de etarras, filoetarras, separatistas y odiadores varios de nuestra nación. Y llega entonces —vaya canciones las que hicieron crecer a mi generación— el pegadizo estribillo de Objetivo Birmania: «Y es lo que yo te digo, los amigos de mis amigas son mis amigos». Porque tenemos a esta panda —o a esta banda— negociando a diario con Pedro Sánchez. El mismo Pedro Sánchez que se sienta con el Partido Popular para —y vamos de menor a mayor importancia— pactar las comisiones de Congreso y Senado; regalar presidencias a los separatistas de Junts —sí, a los que marchaban el sábado con los etarras—; acordar reformas constitucionales redactadas y firmadas por Miguel Tellado y Patxi López y —próximamente en sus pantallas— renovar el Poder Judicial.

Es el Partido Popular que toma cafés con Junts y vota no a la enmienda de VOX contra la ley de amnistía. El que se reúne con Sánchez en el Congreso y se conjura en Toledo para, cuentas las crónicas de Génova, fijar como gran objetivo político del año destruir a VOX. Es el Partido Popular de un Feijoo decidido a nadar y guardar la ropa; a salir a las calles contra el PSOE los domingos y con el PSOE sellar acuerdos los lunes. Es una falsa oposición que, disfrazada de rival contundente, se convierte en el mejor aliado de Sánchez y sus pactos. «Uh, vaya lío. Los amigos de mis amigas son mis amigos».         

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