Los informadores del régimen celebran la agresión a un «periodista facha». Hacen chistecitos con eso. Son los mismos que luego se hacen fotos con Otegui y babean en el Congreso con Merceditas Aizpurúa. Los que dicen que sabían lo de Errejón desde hace tiempo pero no han dicho ni pío hasta ahora, los que premian en la noche de los periodistas parlamentarios a Óscar Puente, al siempre sobrestimado recogenueces Aitor Esteban o al tonto de Baldoví.
Los que callan cuando Patxi se pone malote con Vito en la sala de prensa del Congreso; todo lo malote que no se puso con los asesinos y los nacionalistas mientras gobernaba en el País Vasco con el apoyo gratuito del PP. Son esos que aceptan las ruedas de prensa de Sánchez sin preguntas, justifican que tengamos un Fiscal General del Estado que es un más que probable delincuente o los que simpatizan con la periodista estrella de la televisión pública, comprada por casi medio millón de euros, una vocera que miente y babea con el poder.
Pero sí, los periodistas progres celebran la agresión a Vito o a Bertrand Ndongo. Luego vendrá el llanto y el crujir de dientes. Como le pasó a Iglesias con los escraches. Y yo que me alegro. Ya está bien de poner la otra mejilla. ¡No llevamos años ni nada aguantando su acoso! O sus bromitas. El cachondeo selectivo de los caiga quien caiga o del follonero, las faltadas de Maestre y compañía. Hay reacción en las redes aceptando el reto. Esa es la línea. La línea Milei, la Trump. Hay una derecha que está hasta las narices de aguantar a la progresía y se va envalentonando tras décadas de tragar a sus medios, con su chulería y tonterías. Dobles raseros. Cerca de mi casa, en Valencia, hay una sede comunista. Me llamó la atención que estuviera impoluta. Ni una pintada, oye. Estoy seguro de que no pasaría lo mismo si fuera nazi, si la presidiera una esvástica. La pared estaría cubierta de insultos y amenazas como es lógico. Lo que no es normal es que la hoz y el martillo, bien visible, estén impolutas. ¿Qué narices nos pasa?
Esta semana Errejón vio la luz. Tras afirmar durante años que la judicatura —con una mayoría de mujeres aplastante— era una organización machista y patriarcal, se descuelga a las puertas del juzgado con un «confío plenamente en la justicia». Pide para sí mismo la presunción de inocencia que nos ha negado al resto de hombres durante décadas. Niega la credibilidad de una «hermana». Y, no contento con eso, dice que es víctima de una de esas denuncias falsas que afirmó que no existían, que eran un invento de machistas y maltratadores. El juez aclarará quién dice la verdad. No sé si Errejón es culpable de lo que dice Mouliaá. Pero de nuevo ha demostrado ser un mentiroso y un hipócrita. Un comunista, vaya.