«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Entre Luther King y Ghandi

27 de noviembre de 2013

La India es un país de más de tres millones de kilómetros cuadrados y con más de 1.300 millones de habitantes. Tiene 28 lenguas oficiales y casi mil dialectos. Reviste otras muchas características que no es del caso exponer aquí; pero sí que hay una muy singular, y es que el padre de la unidad de ese país, si algo tuvo claro en su cruzada frente a la Metrópoli, fue que quería un país unido. No lo pudo lograr en toda la proporción que deseaba, pero él sólo quería la libertad conjunta de todo su pueblo frente a una potencia colonial.

En su periplo por distintos países, Artur Mas acaba de pasar por la India y allí, sintiéndose nuevamente émulo de figuras de proyección universal, ha venido a equipararse en alguna medida al Mahatma Ghandi. Está claro que uno de los principales defectos de la especie humana, singularizado en no pocos miembros de nuestra especie, es la falta absoluta del sentido del ridículo. Ir a la India, con un séquito de periodistas y empresarios (en no pocos casos afines por recibir prebendas del poder), y pretender encontrar similitudes o parecidos entre la relación que unió en otro tiempo a la Inglaterra colonizadora con la India y la que existe entre Cataluña y España equivale a un desconocimiento tan supino de la historia que, si sólo fuera eso, la cosa quedaría ahí. Pero no; no se trata de que Mas desconozca la Historia, sino que la cuestión reside en que la quiere manipular, aunque sea únicamente para el consumo interno de los paniaguados y estómagos agradecidos que le siguen o de aquellos otros que –en este caso sí por desconocimiento o fanatismo– creen en la viabilidad de una Cataluña separada de España.
Ahora es Ghandi. Hace una semana era David Ben-Gurión, y hace unos meses fue Martin Luther King. Con Moisés no se atreve todavía, pero ya llegará el momento en que empiece a ver en la Cataluña por él gobernada la “Tierra de Promisión”.

Yo no sé cómo este hombre no tiene a nadie a su lado que le diga que lo que Cataluña necesita no es que su máximo gobernante autonómico se vaya al extranjero a decir este tipo de cosas, sino que lo que precisa es que se dedique a gobernar realmente, pues al menos quienes le votaron hace un año lo hicieron pensando que a eso debía dedicarse; y los que no le votamos –pero que, democráticamente, le asumimos– creemos que tendría que estar fijado al terreno que dice defender y, mucho más, a las necesidades reales y cotidianas de la gente que en él habitamos. Claro que no falta quien piensa que, mientras esté entretenido en estas lides, perjudica menos, pues si gobernando lo cotidiano tuviera el mismo sentido común que demuestra con estas otras salidas de pata de banco, la cosa podría estropearse aún más.
Al final de todo esto, Sr. Mas, la cosa no le va a alcanzar ni como pretexto para justificar su falta permanente de dedicación al verdadero Gobierno de Cataluña. A este paso, va a dejar nuestra Cataluña querida muy maltrecha, mucho más necesitada del resto de España de lo que ya lo está.

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