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Alicante, 1987. Escribe noticias desde que tiene uso de razón. Ha trabajado en radio, prensa escrita y televisión en medios como Radio Intereconomía, El Toro TV y Okdiario. Siempre en los últimos reductos de la libertad de expresión.
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La mala educación… de Montero

30 de septiembre de 2023

La presidenta de las Cortes de Aragón, Marta Fernández, perteneciente a VOX, y la ministra de Igualdad en funciones, Irene Montero, se negaron este jueves a darse la mano al encontrarse en un acto sobre el aborto organizado en el marco de la Presidencia española de la UE en el Parlamento regional. Fernández evitó también de manera evidente estrechar la mano de la secretaria de Igualdad, Ángela Rodríguez ‘Pam’. Líderes de Podemos como la propia ‘Pam’ o el exportavoz Pablo Echenique se apresuraban a insultar en sus redes sociales a la presidenta llamándola «fascista». ¿Está obligado alguien, por muy cargo político que sea, a mantener contacto físico con alguien que le llama fascista?

Esta pregunta ya tendría sentido por sí sola, pero además a lo largo del día supimos que la secuencia de los acontecimientos no se limitaba a las primeras imágenes de las que fuimos testigos, en las que Montero aparecía prácticamente de espaldas. Un segundo vídeo aparecido después aportaba contexto a la situación. Irene Montero, que tampoco hizo en ningún momento ademán de mover las manos para estrechar las de Marta Fernández, la saludó diciéndole «¿Qué tal, presidenta? Me alegro de que nos encontremos en un evento europeo para defender el derecho al aborto». Una provocación a la que la presidenta del Parlamento, conocida por su perfil provida, se limitó a responderle «bienvenida a esta casa». Con toda esta información tendría incluso sentido preguntarse quién se comportó mal. Yo lo tengo claro.

Irene Montero es faltona y además se esfuerza en demostrar que es mala persona: legisla para soltar violadores y pederastas, no acepta las críticas cuando las víctimas dicen que esta situación les provoca sufrimiento y finalmente echa la culpa la otros. Llama alegremente maltratador a un padre al que su exmujer había dejado sin ver durante años a su hijo por su puro capricho. Nos restriega por la cara a las madres trabajadoras que ella no trabaja los lunes ni viernes porque se lo puede permitir —jamás tiene agenda esos días— y que se lleva a los niños a la oficina cuando le parece a que se los cuiden otras que pagamos todos. Es tan ordinaria que ‘Pam’ a su lado parece Naty Abascal, fina y elegante.

La degradación institucional es un hecho constatable en los últimos años y sería positivo y agradable para todos los españoles que nuestros representantes fueran al menos capaces de cumplir con el protocolo acorde a cada situación, e incluso con las más elementales normas de educación. El problema es que los mismos que analizan con lupa y critican las actitudes de los políticos de VOX, guardan un clamoroso silencio cuando, por ejemplo, el socialista Patxi López, diputado en el Congreso, se encara con un periodista que le hace una pregunta pertinente y no le responde porque no le gustan sus tuits.

La ley del embudo funciona siempre en el mismo sentido en nuestro país desde hace demasiado tiempo. Por poner sólo un ejemplo, el siempre puntilloso —con la derecha— periodista Iñaki López, criticaba que «la Presidenta de las Cortes representa en un acto institucional a los aragoneses, no únicamente a la ultraderecha. Si no sabe comportarse con educación quizá no sea ese su puesto». El presentador de La Sexta, por supuesto, no se ha referido a la mala educación de Irene Montero provocando a otra persona con un asunto que sabe que atenta directamente contra su moral, al portavoz socialista dirigiéndose de manera insolente a un reportero que intenta hacer su trabajo, o por seguir poniendo ejemplos recientes, a Óscar Puente con la actitud faltona en la tribuna del Congreso.

Este viernes, Puente incluso intentó que bajaran del tren a un usuario que le preguntó educadamente por Puigdemont. Supongo que no contaba con que el viajero estaba grabando la situación completa, y ahora sabemos que el exalcalde aficionado a los yates pagados por contratistas es igual de grosero en su vida personal de lo que resulta en la política, además de que no recibió nunca insultos ni amenazas como él mentirosamente denunciaba.

No sólo no ha causado la mitad de revuelo que un parlamentario quisiera echar a un joven de un tren de la red pública precisamente por eso, por ser «diputado español», como recitaba el amigo de Pedro Sánchez ante las risas de algunos pasajeros, sino que incluso periodistas de medios aparentemente respetables como El Mundo señalaban la actitud del chico que osó preguntar por el prófugo de la Justicia y no la chulería del político que debería representarle.

También seguimos esperando que periodistas del mismo medio pidan la dimisión de los procuradores socialistas que no quisieron dar la mano a otro presidente de Parlamento regional también de VOX, Carlos Pollán, en Castilla y León, durante su toma de posesión. Pero ¡ah!, amigos, en ese caso eran los que ellos consideran buenos faltando al respeto al que les parece malo. Todo en orden.

Nuestros políticos deben elevar el nivel. Pero todos. Ya que no podemos exigirles que sean inteligentes, que al menos no sean macarras. Y si de paso nuestro gremio periodístico puede no hacer el ridículo cada día del año, también será muy de agradecer.

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