«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Alicante, 1987. Escribe noticias desde que tiene uso de razón. Ha trabajado en radio, prensa escrita y televisión en medios como Radio Intereconomía, El Toro TV y Okdiario. Siempre en los últimos reductos de la libertad de expresión.
Alicante, 1987. Escribe noticias desde que tiene uso de razón. Ha trabajado en radio, prensa escrita y televisión en medios como Radio Intereconomía, El Toro TV y Okdiario. Siempre en los últimos reductos de la libertad de expresión.

Parecen locos, pero sólo son valientes

18 de abril de 2024

Hablaba hace unos meses Pablo Mariñoso en esta misma página de los kamikaces. Los que no saben vivir tranquilos porque Dios no los llamó a la comodidad sino a la grandeza. Y hace tan sólo unas horas, Hughes recordaba también aquí —me perdonarán que lo cite tan habitualmente, mi enamoramiento literario-columnístico es ya absoluto— del proceso de asimilación de ETA. De cómo nos han impuesto normalizar a esta banda terrorista hasta que muchos ya ni saben quién fue Miguel Ángel Blanco.

Y a mí, para hablar hoy de los valientes, me han venido a la mente ambas columnas. Porque me parece que lo extraño de los aparentes kamikaces está relacionado con el proceso asqueroso de aceptación de lo inaceptable que se nos impuso a los españoles las últimas décadas. Con el tiro en la nuca primero, con la muerte civil al disidente después. Sin la degeneración de la moral colectiva que la mayoría ha aceptado, no habríamos llegado hasta aquí. En situaciones de peligro, tan sólo un 20 o 25% de las personas mantienen la calma y estudian qué hacer. Los hombres y mujeres que estadísticamente son capaces de comportarse con valentía. En España no creo que queden ya tantos. No hay más que echar un vistazo a las redes sociales para comprobar cómo la tónica general ante cualquier agresión en Europa —por parte de africanos, normalmente— es la indiferencia.

Así, que un tío de Gamonal se vaya a Guecho a quitar pancartas de etarras, y al ser increpado por los que probablemente las han colgado les responda sonriente mandando un saludo, a muchos, incluso personas decentes, les choca. Ven a un loco. O un raro. Pero no. Es valiente. Porque para ir a que te amenacen los herederos de Otegui, aunque realmente sólo ataquen de verdad si están en una situación de superioridad numérica como la de los terroristas de Alsasua, hay que serlo.

Que un estudiante catalán sea expulsado de una asociación pepera, (a la que de vez en cuando a todo el centro-derecha le da por loar) que defiende el Español en las universidades de la región «por demasiado radical» —traducido, de VOX—, pero le sigan llamando para que vaya a defenderlos cuando prevén una situación violenta, y él vaya, a la mayoría les hará pensar «qué ‘pringao'». O que es tonto. Pero no. Es valiente.

O los jóvenes periodistas verán a uno de los suyos, que no ha cumplido el cuarto de siglo y ya sabe lo que es perder un trabajo por motivos ideológicos —por denunciar, concretamente, que otros periodistas, intocables por izquierdistas, acosaban— y pensarán que calladitos están más guapos. Si además ven a un supuesto opinador imparcial, bien pagado por obra y gracia de Soraya, criticar a diario a los que dan la cara por España porque viene a ser algo así como una inmadurez, no sólo sentirán el impulso de estar callados, sino que preferirán buscar un buen postor al que vender sus palabras.

Son sólo ejemplos, pero todos ellos existen. Los conozco en persona y muchos de los lectores también. Curiosamente comparten, sino militancia política, al menos un sentimiento de patriotismo que ya les queda a pocos. No se harán ricos, probablemente. La gran mayoría nunca sabrá sus nombres. Pero son hacia los que yo correría, con mis niños de la mano, si me encontrara en peligro. Porque sí, la mayoría del tiempo parecen simples radicales o locos. Pero sólo son valientes.

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