«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
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Minimalismo emocional

2 de octubre de 2022

Años noventa, una cala en la provincia de Murcia, Julio Anguita juega a las palas con su mujer. Dos niñas de unos doce años se le acercan de forma muy prudente a pedirle una foto. Don Julio, ante la petición de las criaturas, para el juego y con su característico tono pedagógico les explica que el político no es un famoso, sino alguien que trabaja en algo tan serio como intentar hacer de estanuestrasociedad algo mejor, más justa y blablablabla, todo muy cierto y bien explicado –supongo–. Las niñas se quedan sin foto. No pasa nada, creo que lo superaron.

Estamos hablando de una época en la que, queridos jóvenes, los móviles no tenían cámara. Vamos, que la gente no iba por el mundo postureando, poniendo morritos y haciéndose selfies de manera compulsiva para subirlo a las redes. Cuando caminábamos por la calle mirábamos el cielo, las tiendas y charlábamos con nuestro acompañante si lo hubiera o hubiese como si nos interesara lo que nos contaba. La época de Cromagnon, amigos.

El fan y el político fan del abrazo son una sola cosa: el hambre y las ganas de comer, la sed y el agua.

2022: abres la galería de fotos de algunos móviles y te encuentras a un político, a un concursante de Gran Hermano 18, a Leonardo Dantes esperando en la cola del AVE o a Belén Esteban pagando en Primark. El caso es tener selfies con famosiconocidos. Ojo, conocidos por lo que sea, lo mismo da el Dalai Lama que Charles Manson. Da igual. El caso es que cuando lo subas a la red social alguien sepa que estás con un famosillo.

Al margen del fenómeno famosos en tu móvil, el tipo entusiasta político es más complejo y peligroso. Somos dados a creer que esto sólo afecta al pringadillopideselfies, pero no. Error. Este fenómeno, en ocasiones, funciona en ambas direcciones. Existe un tipo de político en la actualidad en las antípodas de la sobriedad y seriedad que reclamaba Anguita en esa cala murciana. La necesidad de amor, cariño y abrazo superentrañable que incluye un ‘es como si nos conociéramos de toda la vida, se me han puesto los pelos como escarpias con este abrazo’, es recíproca. El fan y el político fan del abrazo son una sola cosa: el hambre y las ganas de comer, la sed y el agua. Se necesitan para vivir. Se cruzan, se miran y sin necesidad de pronunciarlo se dicen: ¿nos abrazamos y tenemos un momento de ternura? En esa interacción de segundos se produce tal explosión de endorfinas que llevan al pringadillopideselfies a creer que Menganito/a se acordará de su nombre en el próximo mitin, y Menganito/a, después de miles de intensos abrazos dados, se autopercibe como un donante de amor y felicidad, como el salvador de los desarraigados, como la nueva madre de los descamisados –nuestra Yolandita Perón, ejemplo patrio donde los haya–, y ahí aparece la adicción. Todos queremos hormonas de felicidad. Ahora se entiende mejor por qué Sánchez inició, con un resultado manifiestamente mejorable, su gira ‘piel con piel’. Gira que suena a título de LP –permítanme este homenaje a los maduritos–, pero que no lo es. Sólo es que está falto de cariño.

Suplico a los políticos que antes de salir de casa abracen a sus hijos, esposos y esposas, y vecinos si es necesario

Llegados a este punto que nos aleja de los problemas reales y no beneficia en nada a España, reclamo pudor en las expresiones afectivas públicas y suplico a los políticos que antes de salir de casa abracen a sus hijos, esposos y esposas, vecinos si es necesario, de modo que acudan a su puesto de trabajo ahítos de amor, colmados, saciados de afecto, y se centren en dar un discurso serio e incluso duro cuando la situación lo requiera, ayuno de endorfinas y risas, por más que duela. Ése y no otro es su trabajo. ¡Dejen algo para la campaña electoral!

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