Inspira cierta ternura verle así, más abandonado que un huerfanito de Andersen, en estos días en los que contra Wert ya todo es lícito, y ni se descarta que pueda acabar como Godoy, escondido dentro de una armario para evitar el linchamiento. Por muy acostumbrados que estemos todos, todavía resulta impresionante comprobar la eficacia inmiseriorde del sistema, su manera de arrojar a los morlocks las piezas gastadas del engranaje, que prestarán su último servicio sirviendo como escudo de las partes sanas. Desde el principio supimos que el ministro de Educación llegaba despistado al Gobierno, quizá algún enemigo camuflado le dijo que tenía que hacer algún caso al programa electoral del PP. Y él, ingenuo –aunque ni siquiera es del partido– de verdad llegó a creer que parte de su misión era contentar al electorado popular. Terrible error que no le perdonarán nunca, porque en el Consejo de Ministros le deben mirar como a un esquirol, como si les estuviera dejando en evidencia.
En un repaso rápido del banco azul, se puede juzgar a las diez mil diferencias entre lo que decían en la oposición y lo que llevan hecho, tras dos años de marianismo. Montoro, por ejemplo, casi parece un doble, como si le hubieran sustituido en la noche del 20-N, en plan película de espías. Gallardón es más sinuoso, y casi no nos hemos enterado de que se ha puesto a echar tierra sobre la tumba de Montesquieu, que es un cadáver no protegido por la ley de Memoria Histórica, así que seguirá en la cuneta. El ministro de Interior, a lo suyo, sigue rezando para que se muera Bolinaga, porque mientras el etarra siga de pinchos él no puede dejarse ver cerca de las víctimas. Y así más o menos todos, aplicando con entusiasmos desde la ley Aído a la Alianza de Civilizaciones. Sin duda Wert cada día encaja menos en esa foto de grupo. Es probable que su destino ya estuviese sellado por haber osado poner algún parche al sistema de educación social-nacionalista, y por eso ha sido muy cruel haberle dejado también que pasara por el Auto de Fe que le han preparado en el mundo de la cultura subvencionada, o esto último del rollo Erasmus, que desde todos los rincones de Europa han aparecido jovencitos increpándole, en toda una demostración de acoso escolar por internet.
Erasmo también era un bribón interesado. El pobre Lutero se creía que era amigo suyo porque hablaba contra la abstinencia, pero que cuando el de Roterdam consiguió su bula para hartarse de comer carne como un sindicalista, le hizo una higa al padre de la Reforma. Y pensándolo, quizá el nombre de la beca es lo que está mejor escogido.