«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
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No teman a las guapas

17 de febrero de 2024

Parece que la existencia de Vox como partido o como movimiento social tiene graves inconvenientes para el Partido Popular, no cabe duda, pero su aceptación de lo que es ya una realidad irreversible sería lo mejor para España que, al fin y al cabo, es de lo que se trata. Es curioso porque fue el Partido Popular justo el que casi casi lo parió. Paradojas de la vida. Nada sucede porque sí. De aquellos que salieron o dejaron de votarlos, unos creen que el Partido Popular «verdadero» murió en algún momento difícil de precisar después de una larga agonía motivada por su desidia y su seguidismo de un PSOE embrutecido —valga la redundancia—, y que el certificado de defunción lo firmó un bolso. Otros, los más pesimistas, creen que una vez que dejó de ser Alianza Popular nunca hubo nada de verdad en su seno. Chi lo sa.

Por una cosa u otra, la realidad es que ya no hay alfombra —también llamada voto útil— donde esconder a tres millones de españoles. Tres millones de personas que no viven bajo el efecto permanente del tercer cubata ni del pernicioso sentimiento de la ira. Hay alrededor de tres millones de españoles que piensan de forma diferente al Partido Popular y, mal que le pese a Feijoo, tienen derecho al voto y a intentar que sus ideas se pongan en práctica. La libertad de pensamiento tiene estas cosas. Así de loca es la democracia. Así de loca es la vida. 

El problema surge cuando ese partido que ha defraudado a buena parte de sus exvotantes —por raros que los consideren— les pide su voto para seguir decepcionándolos y ellos se niegan o, lo que es peor, les exige que no se presenten con su nueva formación. Es como si yo salgo a ligar una noche y le pido a María Durán que no salga ese día para que no me quite pretendientes. Ni tengo derecho a encerrarla en su casa ni se deja ni le puedo poner puertas al campo. Si no es ella, será otra. María Durán, mi compañera de columna y sin embargo amiga, gusta. Y mucho. Puedo ocultarla un tiempo —y lo intento—, pero no toda la vida. Algún día tendré que presentársela a mis amigos y, oiga, el que tenga que marchar en pos de ella, que se vaya. Como defensora del libre mercado y de la democracia, no me quedará más remedio que aceptarlo.

De la misma manera, hubiera sido mejor que el Partido Popular de Galicia, tan seguro como está de su magnífica gestión, se hubiera dedicado a exhibir sus encantos y mostrar más confianza en sus votantes. Un psicólogo diría que carecen de autoestima. Quiéranse, populares gallegos. No teman a las guapas. Y, sobre todo, no las escondan cuando salgan a ligar. Quien dice ligar, dice debatir. ¿Por qué pueden ir Sumar y Podemos a los saraos televisivos y no puede ir Vox? Típico ejemplo de esconder a la tía buena nueva. Un clásico. Craso error, no las teman. Al contrario, exhíbanse con ellas; el miedo se huele y ahuyenta al votante. Confíen en sus propias capacidades que, según ustedes, son muchísimas. 

Lo que se da por descontado es que si después de una campaña manifiestamente mejorable —como las fincas— del PP las cosas no salen como ellos quieren, la culpa la tendrá Vox. Por una extraña razón no escrita, Vox no puede criticar a los de Feijoo, pero sí se puede dar el caso contrario. Que un alto cargo popular haya metido la pata hasta el corvejón en una cena con diferentes medios, algunos de centrocentradocentradísimo, no es culpa de los de Bambú. Y ya lo sentimos todos, que por no verlos sufrir daríamos lo que fuera. Pero no, no fue Abascal el que dijo —porque lo dijo— que indultaría a Puigdemont y compañía si se dieran las condiciones. Y eso queda mal. Muy mal. ¿A qué estrategia obedeció ese nada espontáneo colosal error? Otra vez: chi lo sa.

Anécdotas —por ser generosos— aparte, lo importante es que en estos momentos complicadísimos para la supervivencia de España se rectifiquen las políticas nacionalistas que hasta ahora han alimentado el crecimiento de las fuerzas separatistas en Galicia —el BNG es ahora el principal partido de la oposición en lugar del PSG— y eso sólo sucede cuando el Partido Popular gobierna con Vox.

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