Cuando acudimos a un proceso de selección de una empresa X con la idea de optar a un puesto de trabajo, adoptamos la mejor de nuestras posibles caras. Exhibimos nuestro mejor expediente académico, cuidamos nuestro aspecto procurÔndonos un atuendo adecuado y un esmerado aseo y observamos el mejor de los comportamientos en cuanto a nuestros modales, basados en el respeto y la moderación, con el único objetivo de acumular las mayores probabilidades de obtener el empleo.
Nos vestimos con la toga cĆ”ndida romana lo mĆ”s pulcra de que somos capaces y nos presentamos delante del elector que nos examinarĆ” con lupa, pues se trata de incorporar a un completo desconocido a la disciplina de la compaƱĆa. El responsable de recursos humanos emplearĆ” un cuidado exquisito, pues de su decisión dependerĆ” el buen funcionamiento del departamento al cual se asigne al aspirante. Al final, la correcta o negligente actividad que desempeƱe el nuevo fichaje repercutirĆ” de manera directa en la lĆnea boyante o decadente del negocio.
Todo lo anterior no es necesario para optar a representar los intereses de la empresaĀ EspaƱa; sólo es necesario estar incluido en unas listas cerradas y bloqueadas. De tal forma que se entra a formar parte de un batiburrillo que complica al elector separar el trigo de la paja. Por ello se hace indispensable una labor de conocimiento tendente a saber, como mĆnimo, quĆ© personas se presentan por la propia circunscripción para dar validez o no a dichas listas. Del mismo modo que al seleccionador de recursos humanos de nuestra empresa X se le suponen unos conocimientos, atestiguados, tendentes a optimizar su preferencia que serĆ” fundamental para el proyecto que desempeƱe, cabrĆa preguntarse si al potencial votante se le conocen cualidades que permitan garantizar una correcta alternativa. ĀæO es que alguien deja entrar en su casa a quien ni siquiera conoce?. ĀæPor quĆ© dejar entrar en el Parlamento (a negociar sus asuntos durante cuatro aƱos), a completos desconocidos sin un verdadero convencimiento?. Sólo pretendo poner de manifiesto la necesidad de disponer de verdaderos criterios que conduzcan al votante a perfeccionar su deseo.
Esos criterios son guiados fundamentalmente por palabras e imĆ”genes. Las nuevas tecnologĆas ponen a nuestro alcance casi cualquier tipo de información en dĆ©cimas de segundo, sin embargo la inmediatez que los dispositivos nos aportan puede generar cierta pereza que nos impida profundizar en los contenidos, quedando Ćŗnicamente en nuestro subconsciente el titular de turno que, mĆ”s pronto que tarde, desaparecerĆ” de nuestra memoria al no trasladarnos mĆ”s que una momentĆ”nea experiencia, ya sea Ć©sta buena o mala. De este modo tenemos en un lado de la balanza la mayor o menor genialidad de quien escribe para inocular en el lector su pretensión en unas pocas palabras, y por otro la mayor o menor perspicacia del receptor de la información que deberĆ” poner de manifiesto su objetividad y sensatez.
MĆ”s importantes son las imĆ”genes. En ellas radica un alto porcentaje del Ć©xito de los partidos polĆticos, y en ellas inciden los directores de campaƱa a sabiendas de que una imagen vale mĆ”s que mil palabras. Las instantĆ”neas nos ofrecen, en corto espacio de tiempo, una suerte de mensajes subliminales cuya profundidad va mucho mĆ”s allĆ” que las letras. Aquello que de esta forma se percibe origina en el ser humano reacciones instantĆ”neas manifestadas en rĆ”pidas emociones de aprobación o rechazo, quedando grabadas precisamente por el componente sensible que generan.
Lo presenciado el pasado miĆ©rcoles en la sesión constitutiva de la XI legislatura nos deja pinceladas acerca de la realidad de la EspaƱa actual en forma de imĆ”genes. Probablemente las mĆ”s impactantes desde el golpe de estado de Tejero en cuanto a que van mucho mĆ”s allĆ” de la moderada normalidad. Una sociedad que se rebela frente a los usos y costumbres adquiridos de generación en generación de manera rupturista y violenta en sus formas. Personas que sólo ejercen de habitantes de un paĆs con mucho pasado pero con escaso futuro. Ciudadanos que materializan su ignorancia en la colectividad, incapaces de adoptar criterio propio siempre ojo avizor de lo que hace el de al lado para no salirse del redil de la mediocridad.
El dibujo del Parlamento es la caricatura de una nación. Y digo bien porque ya no lo es; se ha convertido en un espacio tomado por la falta de respeto, en el que cada uno hace lo que le viene en gana sin tener en cuenta si molesta al de al lado. Un lugar convertido en bandera del populismo mĆ”s rancio que obviarĆ” en los mĆ”s de los casos la verdadera naturaleza de la institución, en favor de proclamas y arengas trasnochadas protagonizadas por los personajes mĆ”s esperpĆ©nticos que podamos imaginar, en las situaciones mĆ”s grotescas y extravagantes jamĆ”s vistas hasta ahora. Lejos de poner el parlamento al servicio de los ciudadanos, como dicen algunos, asistimos a la profanación de un espacio de todos en el que el rodillo de las mayorĆas absolutas sin ideologĆa, serĆ” relevado por la nociva demagogia envuelta de ignorante legitimidad.