«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Qué hacer con Pinochet

11 de septiembre de 2013

Salvador Allende había cerrado ya gran número de periódicos de la derecha, cuando tuvo esta conversación con el director de Clarín, uno de los pocos que a un tiempo eran críticos con el régimen y salían a la calle a diario: “Te hago matar, culpo al imperialismo, te declaro héroe nacional, te rindo honores de general en el cementerio y hablo en tus funerales. Ya lo sabes”. Y ya sabía. Como para no conocer de qué era capaz Salvador Allende.El presidente había llevado al país por un camino de control de la economía desde el Estado. Y quien controla la propiedad, controla la vida de los ciudadanos. Por eso en una sociedad libre prevalece la propiedad privada, y en Chile cerraban los periódicos. Esa voluntad de transformación de la sociedad es difícilmente compatible con el contrapeso de las instituciones, y las fue superando una a una hasta llegar a la pretensión de obtener un poder casi absoluto. Aquello, decía entonces Allende, “no es el socialismo, pero es el camino hacia el socialismo”. Con esas diez letras se refería a una realidad histórica concreta: la de la URSS, a quien llamaba “nuestro hermano mayor”. La situación llegó a tal punto que el propio Congreso pidió a los ministros militares que pusieran fin a los atropellos a los ciudadanos. Súmese a ello los centenares de muertos por violencia política en las calles, el caos económico y social, y obtendremos un bosquejo de los frutos podridos del socialismo.Esta es la situación contra la que se rebela una parte de la sociedad chilena, de la que el Ejército actúa como palanca. Ha habido cierta simpatía hacia el golpe de Estado en Egipto, por la llamada estética de los jóvenes manifestándose en la calle. Es la filosofía política suplantada por el mando a distancia. Pero ¿y el caso de Chile? Si un Gobierno elegido democráticamente asalta los derechos de los ciudadanos y se pone como modelo un régimen totalitario al que se acerca hasta casi clonarse con él, ¿cuál debe ser el papel del Ejército sino el de restituir la legalidad?Pero Pinochet no se quedó en eso. Inició una política de “reconstrucción” del país que pasó, al mismo tiempo, por una brutal represión. El golpe de 1973 estaría justificado si de él hubiera salido un régimen que respetase lo que cabalmente puede entenderse por la ley. Pero, por un lado, eso no ocurrió. Y por otro, hay quien se vale de la represión bajo Pinochet para justificar la de Allende. Como dice el actual presidente, Sebastián Piñera, “Allende quebrantó la democracia”, y eso es incontrovertible.De nuevo el juicio de la historia debe dar un giro en Chile, cuando el dictador convoca un referéndum sobre su continuidad, lo pierde, y abandona el poder. Y lo que resulta de ese paso al lado de Pinochet es una democracia poderosa, que ha permitido la sucesión y la alternancia de Gobiernos sin violencia política, y que cuenta con una economía floreciente, que le ha abierto el paso a la OCDE, el club de los países desarrollados. No se puede valorar sin echar la vista atrás.

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