«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.

Política exterior feminista

30 de mayo de 2021

“La diplomacia feminista representa la necesaria coherencia entre la política nacional y la acción exterior del Estado”, afirma González Laya en el documento Impulsando la Igualdad en la Acción Exterior Española.

Quizá la palabra ‘coherencia’ referida a estenuestroGobierno resulte un tanto pretenciosa o excesiva, pero reconozco que es un acierto llevar la política exterior feminista allá donde es más necesaria. Es más, diría que la ministra ha escuchado la voz de muchas mujeres que lo hemos reclamado durante años. Vaya desde aquí todo mi apoyo a la titular de Exteriores a la que tanto he criticado durante la invasión de Ceuta, la crisis diplomática, la crisis humanitaria producida en/por Ceuta. ¡Chapeau, Arancha!

El trabajo que afronta este Ministerio es ingente si pretende ser coherente con sus políticas nacionales en lo que se refiere a igualdad entre hombres y mujeres en su acción exterior, puesto que la exigencia feminista del Gobierno es infinita. En España, la mujer goza de más derechos que el hombre gracias a la Ley Integral de Violencia de Género y a la discriminación positiva que contemplan multitud de leyes y les parece todavía poco. Lograr eso en el ámbito internacional es un reto casi imposible. Digo ‘casi’ porque después de escuchar esta semana a Iván Redondo hablar de Sánchez, creo que este hombre en su determinación es capaz de cambiar el mundo. 

Una política exterior feminista eficaz sería denunciar en todos los foros internacionales de forma insistente a los países donde la sharía se aplica

Supongo que el Ministerio de Asuntos Exteriores, entre crisis y crisis humanitaria de/a causa de/con Marruecos, trabaja ya en la loable labor de erradicar el terrorífico sistema estructural opresor -que en este caso lo es- que rige en la mayoría de los países musulmanes, donde la desigualdad de la mujer no es cuestión de percepción individual ni de colores ni de juguetes ni de lenguaje inclusivo ni de sentimientos ni de frivolidades varias, sino una situación objetiva sancionada por la ley. Allí donde, en muchísimos casos, la mujer no es más que un trozo de carne con ojos a disposición del hombre. Y aquí nos ponemos muy serios.

Una política exterior feminista eficaz sería denunciar en todos los foros internacionales de forma insistente a los países donde la sharía se aplica, incluidos esos recónditos lugares de Europa que en ocasiones están a la vuelta de la esquina dentro de las grandes ciudades. Lugares donde la mujer no tiene libertad de movimiento sin la autorización de un hombre -el marido o un pariente-; donde la mujer no puede elegir marido, mientras el hombre puede practicar la poligamia; donde la ley ampara el maltrato físico; donde la mujer no puede acceder al divorcio de la misma manera que un hombre y la custodia de los hijos corresponde en exclusiva al padre; donde el testimonio de una mujer en juicio vale la mitad que el de un hombre; donde a las hijas les corresponde sólo la mitad de la herencia que a sus hermanos varones; donde no pueden mostrar su rostro, su belleza, su pelo, sentir el aire en la cara, relacionarse con hombres que no sean sus familiares; VIVIR…

Si la política exterior feminista de la que habla con tanto orgullo González-Laya consiste en apoyar de forma activa a las mujeres encarceladas en estos países por luchar por su libertad, denunciar este drama y presionar a estos estados de distintas formas para que cambien su trato a la mujer como ha hecho la diplomacia con otros asuntos a lo largo de la historia, aplaudo la iniciativa. Aunque por lógica, lo suyo sería que el PSOE cambiara de socio de gobierno y dejara a Podemos, que nunca ha negado su relación con el régimen iraní, uno de los estados más opresores de la mujer que hay en el mundo. Eso sería una coherente política interior y exterior feminista, llevándose de paso a la histriónica ministra de Igualdad a dar gritos a otra parte. 

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