Nadie puede creer que hay una mayoría de bolivianos que son favorables a un régimen que quiere anclar al país en la dependencia total del narcotráfico, en la soga de Cuba, Venezuela e Irán, en la represión de todas las libertades, económicas, políticas y culturales. Y en la senda segura de la miseria para la mayoría. Por lo mismo que nadie puede pretender que los venezolanos, en aquellas mayorías del PSUV de Hugo Chávez, han votado a favor de la política que ha convertido al país más rico de América en la mayor bolsa de miseria, desnutrición, angustia, miedo y dolor del continente. Y que al final convierte las urnas en una farsa esperpéntica, como ahora en la Venezuela de Nicolás Maduro.
El voto popular a una opción criminal que jamás ha tenido otro resultado que la ruina nacional; es decir, las victorias en las urnas de las opciones políticas del narcosocialismo solo tienen explicación en el fracaso de sus adversarios, de sus enemigos, las fuerzas democráticas del centro y la derecha.
Por eso el llamado centro político se ha ido escorando a la izquierda hasta convertir en supuesta extrema derecha a quienes defienden los valores tradicionales conservadores y democráticos.
Las fuerzas democráticas no han entendido que la transformación en los últimos treinta años de la izquierda, desde la caída del Muro de Berlín, no está en que se haya radicalizado en unos partidos, en sus objetivos o métodos. El hecho fundamental está en que la izquierda se ha unido ya prácticamente sin fisuras en torno a una opción totalitaria.
En el norte de Europa su transformación le lleva a la utopía totalitaria a caballo de los nuevos dogmas del la ideología de género, ecologismo, mitología igualitarista, multicullturalismo y demás. En Iberoamérica, España incluida, la izquierda ha cambiado su carácter, sus estructuras, sus objetivos y sus formas para transformarse en grandes organizaciones caudillistas integradas en redes internacionales del criminal, entre las que destaca el Foro de Sao Paulo que ahora suele aparecer más como Grupo de Puebla. Y todo ello dirigido siempre desde el estado mayor del crimen organizado que es el régimen comunista de Cuba.
Allí está en La Habana el centro de control y mando del narcotráfico mundial, de la subversión y el blanqueo de capitales. Da igual cómo se llamen. Hoy la izquierda está dirigida, no solo en los países en los que cuenta con tiranías propias, por políticos que se rigen por los intereses de unas mafias que dan cobertura a sus opciones ideológicas con el inmenso poder que obtienen de sus ingresos del narcotráfico y otro sinfín de actividades ilegales. Y se benefician de sinergias legales e ilegales como jamás han hecho sus adversarios de opciones democráticas conservadoras, liberales o nacionales.
No existe ya la izquierda democrática. Las izquierdas iberoamericanas, incluida las españolas, no tienen nada que ver ya con aquellos objetivos y criterios socialdemócratas establecidos en Bad Godesberg por el SPD allá en 1959.
El igualitarismo colectivista, el redentorismo social totalitario, ese comunismo de nuevo/viejo estilo, apoyado por grandes corporaciones legales y por organismos internacionales, es además una inmensa máquina de poder transfronterizo, la mayor multinacional del crimen y el mayor grupo de presión del orbe, como ya lo fue pero a niveles infinitamente más modestas, la Internacional Comunista bajo Stalin.
No existe ya la izquierda democrática. Las izquierdas iberoamericanas, incluida las españolas, no tienen nada que ver ya con aquellos objetivos y criterios socialdemócratas establecidos en Bad Godesberg por el SPD allá en 1959. Estos aceptaban la sociedad de economía de mercado y “capitalista” y la “democracia burguesa” como la única economía que no violentaba de forma intolerable la naturaleza del ser humano y la única democracia real, lejos de todo cínico eufemismo de aquellas llamadas democracias populares. Dejaba atrás aquellas adhesiones de los socialistas en frente popular con los comunistas bolcheviques para proyectos dictatoriales que invariablemente acababan en baños de sangre, represión, crimen de Estado, terror, miseria, hambre, fracaso en cuatro continentes. El socialismo democrático decían, competiría en buena lid con otros partidos pero siempre en un Estado en el que propiedad y libertad tendrían rango máximo como derechos inalienables. Fue un espejismo.
La nueva izquierda es muy vieja y sus mensajes vuelven a rebosar odio al adversario político, resentimiento destructivo en la economía y hacia la propiedad y voluntad implacable de poder hasta la sumisión total de los ciudadanos y la liquidación de la oposición irredenta. Ahí se generan todas las condiciones para el próximo baño de sangre y la vuelta a la siempre fracasada y trágica tentativa de crear un paraíso igualitario sin libertad a base de aplastar a todo el que no se someta.
Los grandes protagonistas de esta ofensiva comunista en todo el mundo no son políticos más o menos brutos o radicalizados, sino delincuentes puros y duros, hombres de negocios con fachada legal, compañías legales y jefes de cárteles narcotraficantes.
El monstruo del igualitarismo se ha alojado en el discurso de un amplio espectro político que así ha ido cayendo bajo la supremacía del discurso de la izquierda. Por eso el llamado centro político se ha ido escorando a la izquierda hasta convertir en supuesta extrema derecha a quienes defienden los valores tradicionales conservadores y democráticos.
El proceso de involución antidemocrática avanza en todo el mundo ahora la cobertura de la pandemia del COVID19 ese virus que “se escapó” de China, que el régimen comunista de aquella gran potencia ocultó hasta que se había extendido por el mundo. Hoy paraliza todas las economías, presta inmenso poder a la desestabilización en las democracias. Mientras China vuelve a crecer a toda máquina cerca de los dos dígitos. La ofensiva totalitaria ya ha llegado hasta donde era impensable hace poco, a EEUU, donde el discurso disolvente del rencor lo practican aquel Barack Obama que tanto daño hizo a Occidente y a su patria y ese cúmulo de hipocresía y estafa que es Hillary Clinton. Además de toda la cúpula de la progresía high-tech, elites mediática, financieras y culturales y hasta de la administración. Es decir, millonarios volcados a incendiar las calles de las ciudades contra Trump, Occidente y la libertad. No hay ética de izquierdas porque hay códigos mafiosos.
Ahí está ese igualitarismo que tan poco casa con la ostentación de riqueza de los bolichicos, de los amiguitos de Correa, del hijo de Fidel Castro, la hija de Chavez o de Pablo Iglesias, su chalet y sus señoras. Nada nuevo. Desde los primeros tiempos de la Revolución Rusa se dice que “hay unos más iguales que otros”. Los que llegaron de buena fe a la ideología comunista siempre han solido salir de ella escandalizados por la codicia y debilidad ante al dinero de los mandos y gobernantes. Y quienes triunfan son los más codiciosos, los más ineptos y los más canallas en esa selección negativa que en España ha llegado a resultados perfectamente esperpénticos, solo comparables a los últimos mediocres, corruptos y criminales jefes comunistas en el bloque de Europa Oriental, hundidos todos en 1989.
La izquierda criminal vuelve a gobernar en Argentina y Bolivia, como en Cuba o Venezuela o Nicaragua. Quiere hacerlo en Perú y Ecuador. Y lo hace en España con una banda que supone la peor amenaza para la libertad, seguridad, bienestar e integridad física de los españoles desde la Guerra Civil
En muchos países hispanoamericanos sencillamente no existe una oposición real al proyecto socialista cada vez más radical y liberticida que ahora es dirigido por esas mafias multinacionales del narcosocialismo. Así sucede que en Bolivia, los esfuerzos por reafirmar la democracia no fueron consolidados tras la huida de Evo Morales y otros delincuentes de su entorno. El centrismo no dejó cambiar decisivamente la correlación de poderes y se permitió seguir ejerciendo al parlamento elegido bajo Morales, con mayoría de Morales. Se mantuvo intacta la estructura del aparato de la mafia narco de Morales en en Estado. Y ella ha hecho ganar a los delegados de Evo Morales.
Los grandes protagonistas de esta ofensiva comunista en todo el mundo no son políticos más o menos brutos o radicalizados, sino delincuentes puros y duros, hombres de negocios con fachada legal, compañías legales y jefes de cárteles narcotraficantes que toman las decisiones en función del rédito general para la colosal empresa. Mueven cocaína por todo el mundo y salen toneladas de los aeropuertos y puertos controlados por dichos cárteles que son a un tiempo ejército venezolano o unidades de las FARC o del ELN, mercenarios rusos o equipos privados de Kirchner, Maduro o la familia Castro. Por ejemplo en Chile y Colombia hemos visto como los defensores de las instituciones en dos países con solidez y tradición se han convertido en fuerzas acomplejadas y asustadizas a la que las mesnadas del Foro de Sao Paulo han intimidado hasta silenciarlas en el poder con la mera criminalización de su discurso y sus principios. Están siendo atropellados desde la calle y las actividades subversivas que no aciertan a reprimir.
En España hemos estado casi veinte años sin oposición a un proyecto izquierdista que siguió con rigor el manual. Hasta que ha surgido la gran respuesta que hoy es VOX. Y que supone la única esperanza real de una gran reacción nacional que neutralice y sofoque el permanente golpe de Estado que comenzó Zapatero y consuman ahora Sánchez, Iglesias…..y Maduro. Zapatero se hizo con el PSOE en 2.000, pactó con ETA y ERC, e incorporó así a terroristas y separatistas a su proyecto. Nadie le hizo frente.
Con la incorporación de España al Foro de Sao Paulo han conseguido esta cabeza de playa que tanto deseaban para su expansión estratégica por Europa, para la llegada masiva de seres humanos que destruyan la identidad y la nación
Cuando el Gobierno Zapatero cae en las elecciones de 2011 por el desastre económico, lo sucede el Partido Popular con Mariano Rajoy que hace una política socialdemócrata, sube los impuestos como nadie y mantiene y cuida todas y cada una de las leyes ideológicas de la izquierda impuestas por Zapatero, desde la vil Ley de Violencia de Género a la infame Ley de Memoria Histórica. Así, cuando Rajoy -cuya culpa en la desgracia de España solo es equiparable a la de Zapatero y Sánchez- cae en la moción de censura, todos los miembros de la alianza siniestra ya forjada por Zapatero pueden recurrir a esas leyes para su nuevo gobierno y para arrollar con su activismo frentepopulista sin resistencia apenas. En el que ya entra con toda su aportación de radicalidad la franquicia del narcosocialismo chavista de Podemos, incorporada así a la ofensiva de cambio de régimen y destrucción de la democracia, de la monarquía, de la soberanía y continuidad histórica de España.
Hoy España es un país gobernado por dos personajes de conducta psicópata que acaudillan una banda muy peligrosa con influencia directa de las más peligrosas bandas de criminales del globo. Con un inmenso entramado de organizaciones criminales aliadas. Con la incorporación de España al Foro de Sao Paulo han conseguido esta cabeza de playa que tanto deseaban para su expansión estratégica por Europa, para la llegada masiva de seres humanos que destruyan la identidad y la nación y de producto para comprar voluntades y proseguir la conquista.
La izquierda criminal vuelve a gobernar en Argentina y Bolivia, como en Cuba o Venezuela o Nicaragua. Quiere hacerlo en Perú y Ecuador. Y lo hace en España con una banda que supone la peor amenaza para la libertad, seguridad, bienestar e integridad física de los españoles desde la Guerra Civil. La única buena noticia al respecto es que cada vez somos más los que estamos decididos a echarlos. Estamos en ello.