Montoro ha confesado las cuentas del Estado. Esos presupuestos austeros en los que nos gastaremos… no perdón, se gastará el Gobierno a nuestra costa, 319.460 millones de euros. Son 30,4 euros de cada 100 que producimos los españoles. El ministro se multiplica en las tertulias, explicando por qué el Gobierno gasta estrictamente lo necesario, acertando en cada partida a las siete y media del reparto de los dineros, que ni se pasa ni queda corto.
El ministro saca pecho del gasto social del Gobierno. Es, dice, Montoro, más de la mitad del presupuesto: 186.581,77 millones de euros, que son el 52,6% del presupuesto consolidado. Síganme con algunas de las partidas. Las pensiones, por ejemplo, que eran 98.012 millones en 2008 y este año serán 121.556 millones. El desempleo se lleva 26.994 millones de euros, por los 15.777 que eran en 2008. Fomento del Empleo, 3.772, 11.880 en otras prestaciones, y así.
Yo propongo que nos dividamos equitativamente el presupuesto social. Somos 46.704.314 españolitos a primero de enero de este año. Si nos repartimos a escote lo que Montoro llama el gasto social, nos toca a 3.995 euros por cada cuate. En una familia de cuatro personas, por poner un caso más o menos común, eso suponen 15.980 euros al año.
Vamos a dar un paso más. Vamos a sumar las partidas de derrama del erario público sobre sectores productivos y que no tienen por qué contar con ninguna ventaja frente a los demás. Los 7.662 millones que se reparten los empresarios del agro español. El I+D, una partida pensada para las empresas que saben cumplimentar formularios, otros 5.563 millones. 1.178 de subvenciones al transporte. 890 para el comercio y turismo, más otros sectores en los que no vamos a gastar palabras, 16.194 millones. Sumado al gasto social y dividido por cada español son ya 4.342 euros por cada uno, de cualquier edad y condición. En una familia de cuatro, un presupuesto de 17.367 euros no es cualquier cosa. Habría que sumar la parte proporcional de las transferencias que hace el Estado a las Comunidades Autónomas, pero para qué seguir.
Con ese dinero extra, ¿no podríamos hacer frente a las necesidades de sanidad y educación, a la intemperie del paro, al otoño de la vida? Todo ello, con una ventaja añadida. Y es la cantidad de probos empleados públicos que podrían cumplir con el sueño de cualquiera, de contribuir a la riqueza nacional en la economía real que, ya lo sabe el lector, no es la del Estado. Total, eso de trabajar para el Leviatán no es ya tan chollo como antes. ¡Con qué facilidad acabaríamos de un plumazo con el déficit y sus perversidades!
La idea de desmantelar las sobras del Estado y repartírnoslas no es mía. Se la leí hace años a Charles Adams. Él la llamó la propuesta de los 10.000 dólares porque aquello son los Estados Unidos, y se gastan más riqueza en las partidas que Montoro llama “sociales”. Nosotros nos quedamos en la propuesta de los 4.342 euros.