«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Queremos ídolos que bajen la basura?

21 de noviembre de 2016

A todos nos pasa, que seguimos un deporte porque hay un español, o porque hay un personaje arrollador por su carisma. Vemos películas porque las protagoniza nuestro actor favorito y escuchamos canciones de la estrella del momento, aunque realmente no nos llenen, pero es lo que “peta” ahora.

Lo hacemos todos, en mayor o menor medida, en deporte, en teatro, en cine, en el mundo de los negocios, en twitter, en facebook, en el barrio, en el pueblo, donde sea. ¿Quién no ha querido ser Zidane metiendo el gol de bolea en la final de Champions? ¿acaso no os gustaría protagonizar una serie de tv? ¿y pilotar un fórmula 1?.

La gloria es anhelada por todos, pero solamente unos pocos elegidos la alcanzan. En las guerras combaten cientos de miles de soldados, pero solamente unas decenas alcanzan la inmortalidad en la historia. La toma de una posición a la desesperada, una maniobra suicida que termina en éxito, rescatar a un batallón en un momento crítico, son algunos ejemplos de lo que supone alcanzar la gloria para los anales de la historia.

Esos pocos señalados por el destino para ser admirados por el resto de la humanidad no son normales, ni en lo que comen, ni en lo que duermen, ni en lo que dicen, por supuesto no en lo que hacen, tampoco en lo que piensan. Son héroes, auténticos modelos donde el resto de mortales nos miramos y de los que copiamos, lo que podemos, casi siempre sin éxito. Pero al menos tratamos de llegar a la excelencia, mejorarnos, avanzar entre lo que fuimos al nacer y lo que deseamos ser al morir. 

Son especiales y por eso meten 40 goles por temporada con las Mercurial Superfly, adelantan a 300 kilómetros por hora con el MP4-31, suben montañas donde apenas hay oxígeno cubiertos con la S-LAB X Alp Baffled Down, rescatan personas en medio del océano desde un SEAHAWK MH-60, abaten a más de 200 enemigos con un rifle McMillan TAC 338A o nos hacen llorar al verlos protagonizar un drama filmado desde una Panavision DXL.

Son jodídamente especiales y hacen cosas que nosotros no podemos hacer por mucho que queramos. Necesitaríamos su fuerza de voluntad, su entrenamiento, su suerte y su amor por lo que hacen. Es imposible fabricar un héroe, al menos es imposible hacerlo en menos de media vida, por lo tanto es algo que no entra en nuestros planes. Deja tu vida, dedica 9 horas al día a entrenar, dispara más de 1.000 veces a puerta cada tarde, aliméntate sin alcohol, sin grasas, dedica tu descanso a recuperar tus músculos, realiza terapias diarias de control de la ansiedad, no trasnoches, que probablemente cuando seas mínimamente algo parecido a un crack del fútbol moderno, tendrás más de 30 años y nadie querrá contratarte. Tendrías que haber decidido convertirte en ese crack, 20 años antes, con 10 años. Abandonar a tu familia, llorar solo, sin tu madre, cambiar de amigos cada 4 años, superar lesiones que harían abandonar a cualquiera, someterte a tratamientos que dejarán tu cuerpo con artritis a los 35 años, no tener pareja, no poder hacer locuras por el miedo a la prensa, enfrentarte a preguntas sobre tu vida privada a diario. ¿Lo habrías hecho con 10 años?.

Por eso les amamos, les admiramos y les envidiamos, porque tuvieron lo que nosotros ni tuvimos ni tenemos para hacer lo que había que hacer y convertirse en esos héroes que conocemos. Por eso mueven millones de admiradores, generan cientos de millones de euros y arrastran a todas las marcas tras su nombre.

Pero si son así de especiales, de raros, de diferentes a nosotros…¿por qué luego les pedimos que sean “normales”?.

Cristiano es un chulo, Alonso es un prepotente, Jordan estaba endiosado y así podríamos seguir con casi todos los personajes que ocupan los principales anuncios de primeras marcas. Queremos que se jueguen la vida tomando curvas a 200 kilómetros por hora y que luego reconozcan que tienen flatulencias, queremos que ganen Champions y luego verles sacar la basura a las 10 de la noche, queremos que ganen un Óscar y luego conduzcan un renault megane, queremos diosas de día y marujas de noche.

Si un día contestan de forma altiva o en una entrevista dicen que son los mejores en el mundo, nos parecen unos chulos o unas divas intratables. Si de forma sincera opinan que son envidiados por medio mundo, les ponemos a caldo, la prensa les brea como a un pulpo recién pescado. “¿Cómo puede decir que no le gusta ir a los centros comerciales porque hay mucha gente?” titulan en los programas sensacionalistas, como si cualquiera de nosotros aguantase ir de compras con 5 periodistas pegados al culo, molestando a nuestros hijos o haciendo fotos de las bragas que compramos. 

Somos humanos y no somos ellos, por eso decimos esas chorradas, por eso nos fijamos en que celebra el gol en pose militar y no nos centramos en que ha metido un chut con su pierna mala en toda la escuadra después de regatear a media defensa. Admitámoslo, a todos nos gusta pensar que los dioses no se tiran pedos.

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