«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El Real Madrid y el suspense más hitchcockniano

3 de octubre de 2016

A medida que pasaban los minutos del Real Madrid-Éibar, mi rostro iba tomando ese tono cerúleo de Pedro Sánchez al que casi ganas me daban de proponerle acompañarle y protagonizar juntos la secuela de Leaving Las Vegas.  Últimamente, el Madrid se va pareciendo a algo como  The Twilight Zone. Tú terminas de ver el partido correspondiente de Liga. Ves a los que terminan la batalla introduciéndose en el vestuario. Los cuentas. Están todos. Pero, hete aquí que, llega la siguiente jornada y te das de bruces con bajas en los efectivos ¡Incluso tras el calentamiento prepartido! ¿Qué es esto? ¿Quién me ha quitado, no el mes de Abril, ¡a Modric!! ¡A Varane! ¡A James! Siguen los fenómenos paranormales. Es esa Ley de Murphy,  después de un tiempo de autocomplacencia  sobreviene otro de contrariedad. Y cuatro partidos seguidos empatando, casi te dan ganas de tirarte a un bidón de Almax. Hay tapas de patatas bravas que se repiten menos. Empiezo a tenerle más miedo al ‘empatismo’ que a un Comité Federal del PSOE. Suspense hitchcockniano. Que aquí la mocita madrileña acudía alegre y risueña, pero esa estampida de puntos incontrolable llega ya con olor a cuerno quemado. Pero seguiré, como una violinista del Titanic, con ese amor imperturbable que me llevará con todas las consecuencias.

 

Como si no fuera ya bastante insufrible el Día de la Bicicleta. Íbamos sin frenos. Maldita sea ‘esa ansia’ repentina por la vida sana. Respiro hondo, piso fuerte con el pie que aún tengo en el asfalto antes de dar la primera pedalada, porque atravieso las calles de Madrid, sus taxis, sus motos, sus repartidores…sus jugadores del Éibar.  Y entonces, Isco titular.  Lo de Isco girando como una peonza y derrapando con el balón hacia atrás, me lo expliquen. Intento ver cada partido del de Arroyo de la Miel al margen de las vísceras. Imposible. Bares qué lugares y sus ‘IscoTeam’. A los Isquistas les falta ya introducir los dedos en las heridas para comprobar la verdad. Como sentenciaba Maquiavelo, las pasiones humanas son inmutables. El malagueño con la cara de cemento armado y las piernas. Esa obsesión exhibicionista del yo que termina lastrando el juego de todos. No sé ustedes, pero yo tengo cierto recelo a lo abstracto.  

Empiezo a notar la presión en las venas de mi cabeza, en los vasos sanguíneos en general. Pero llega Bale. Espectacular. Gol número 50 con el Real Madrid. Maldita mala suerte que no le deja subir más al marcador. Y un Kovacic salvando el papelón más que correctamente, sólo le faltó marcar. Pasa el balón sin errar, lo conduce y lo arrebata al contrario. Vuelvo a respirar con fluidez. El ataque al corazón empieza a ser sólo un amago. Salvo cuando te fijas en Varane, nervioso, impreciso…  lo que en su caso (y en el mío) equivale a sufrir. Y eso que habíamos tomado oxígeno con la estimable ausencia de Ramos tras el bochorno de sus últimas apariciones estelares de repertorio zarzuelero. Nos queda llevar con la cabeza muy alta el fracturado eje copernicano Modric-Kroos hasta nueva orden. Por cierto, maravilla de alemán ayer dirigiendo el balón como si fluyera por raíles invisibles.

Lo de Benzema. Creo que el francés podría pasar por un espía de la mejor obra de cine negro o protagonizar El Secreto de Thomas Crown. ¿Alguien lo vio pasar por Chamartín? No voy a perder los papeles, como dice Zidane. Conocemos su calidad y conocemos ese carácter ciclotímico. Ese lánguido laissez passer. Si Morata es el recambio, perdonen pero, yo no me habitúo. Coraje pone, pero ni la marcha a Italia le ha proporcionado el rendimiento que se espera.  Ese tirar por el piscineo ante la duda hamletiana es para hacérselo mirar. Y, encima, se levanta con esa sonrisa de la Gioconda. Y el colmo, el público con la bolsa de pipas casi agonizante marchando por las escaleras, alcanzando cotas bochornosas. Lo peor es que éstos son los que empezarán en nada a convertir el Bernabéu en un campo de minas. ¿Qué necesidad hay?   

 

Respecto al Éibar,  más serio que un inspector de Hacienda. Bien plantado, aunque sacando las chupa de cuero creyéndose un miembro de la brigada motorista de la Ruta 66.  Conclusión: Urge más intensidad. Trabajo, trabajo y trabajo. Y, tranquilos, no es falta de actitud. Yo seguiré en plena catarsis aristotélica entre el horror y 

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