«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

¿Realmente vivimos en una democracia?

10 de enero de 2024

Vivimos un momento histórico en el que las masas están condicionadas a la intoxicación y al fanatismo; la incultura llega a extremos inimaginables y las nuevas generaciones son menos cultas que sus mayores; los grandes poderes mundiales, bien económicos, bien políticos, han adquirido unas cuotas de poder e influencia absolutas tales sobre nuestras vidas; el materialismo se ha impuesto al espiritualismo y la gente vive más pensando en consumir que en reflexionar.

Es curioso como hemos cambiado el paradigma de la fe, si me lo permiten. Cuando antes alguien dudaba de una afirmación, bastaba con decir «se lo he escuchado al pater este domingo en misa». Ahora, con la misma unción y respeto, se dice que lo has escuchado en la tele, en la radio o incluso que lo has leído en internet. Se ha permutado al sacerdote, a la Iglesia, a Dios, por las redes sociales. Eso nos convierte en un rebaño dispuesto a ser pastoreado por el pastor más hábil en el engaño. Y con rebaños alienados no se puede construir una democracia ni cualquier sistema que tenga la libertad de pensamiento como epicentro.

Releía estas navidades a Edmund Burke al que se considera como el padre del liberalismo conservador británico, los Old Whigs. Este pensador, que abominó de la Revolución Francesa por considerarla sangrienta e impía cuando la corriente de pensamiento emanada de la misma triunfaba por toda Europa, dijo una frase que viene muy a propósito de esto que les decía: «En una democracia, la mayoría de los ciudadanos es capaz de ejercer la más cruel represión contra la minoría». Terrible y profética advertencia que podemos comprobar diariamente con la turbulencia de los demagogos en aristotélica definición. Porque las sociedades de hoy, complejas en tantos y tantos aspectos, bien sean económicos, culturales o sociales, se reducen al eterno dilema: ¿somos en verdad libres o no lo somos? Dejando a un lado la libertad interna, personal, esa que nadie nos puede arrebatar, ¿creen ustedes que nuestras decisiones son fruto del libre albedrío o, por el contrario, están condicionadas por factores ajenos a nosotros que nos vienen impuestos?

Personalmente sostengo que, por circunscribirnos al caso de mi patria, en España lo que tenemos es un sistema partitocrático en el que los partidos obran a su antojo despreciando, no ya a quienes no les votan, si no a sus propios electores. Ese desprecio, que bien podría llamarse clasismo aristocrático disfrazado de libertad, hace que el ciudadano común se vea reducido a una simple estadística, a un número más que debe costear con su trabajo y su esfuerzo el enorme aparato clientelista de los partidos que, al fin y al cabo, ven al electorado como un medio y no como algo al que deberían servir. No puede ser democracia algo basado en la mentira, la traición y el compadreo ni son demócratas quienes lo apoyan y defienden.

Dicen que esta es una tesis peligrosa. Pero lo es mucho más la de creerse libre siendo esclavo.

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