«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.
Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.

Señor, vuelva a casa

17 de enero de 2023

Esta semana desearon mi muerte. En público. No pasa nada, estoy acostumbrado. Ocurre a diario. En las redes sociales y desde medios de comunicación se me insulta, amenaza y no sólo se desea mi muerte, sino también mi sufrimiento o el de los míos. He pasado por cancelaciones, como se dice ahora, desde hace mucho. Y a lo largo de los años he ido generando una coraza protectora y me importa cada vez menos, aunque es cierto que todavía me preocupa cómo le afecta a mi entorno, a mis seres queridos.

No lo escribo por eso. Ni siquiera por la doble bula que disfruta quien lo hizo. En primer lugar, era una mujer. Imaginen por un instante las reacciones si un malvado hombre –y peor, un «facha»– deseara la muerte de un grupo de féminas. Qué escándalo. En segundo lugar, era un medio de izquierdas. Todo vale. Sí se puede. Esa amenaza, dirigida a una pandi como la de Irene, Pam o Yolandita, «miembras» de esa izquierda con puño de hierro y mandíbula de cristal, provocaría un dramón y lloriqueos para rato.

Es increíble cómo se está normalizando que desde un medio o una red social se desee la muerte a alguien. La banalización del mal. ¿Recuerdan? Hace unos días Pam se reía de las víctimas y de toda España; del sufrimiento y la crítica que ha provocado su «diarrea legislativa». A mí me llamó la atención que en aquella mesa, junto a las dos mujeres a sueldo que le reían las gracias, había retratos de Federico Jiménez Losantos y de Pablo Motos. Cargos públicos señalando a civiles. Lucía Etxebarría contó en mi programa cómo a ella le hicieron lo mismo delante de Irene Montero que aplaudía encantada.

La mujer que me deseaba la muerte era la imagen perfecta del fantástico retrato que hace Esperanza Ruiz en su «Whiskas, satisfayr y lexatín». Nos enviaba a un grupo de hombres a Abu Dabi «para que allí nos colgaran en la plaza pública».

Obviaré que estas señoras suelen disculpar a esos regímenes y los atropellos que allí se llevan a cabo contra mujeres, homosexuales y no digamos contra los hombres en general. No dicen ni mu sobre lo que pasa en Irán durante estos días, silencian las violaciones cometidas por ciertas culturas, prefieren la Palestina terrorista a la democrática Israel y vendían hace poco la extraordinaria teoría de que los nuevos talibanes eran mejores que los de antes. Dejaré, pues, a un lado a esta pobre tarada. Bastante tiene con lo suyo.

El grupo en el que me incluía estaba formado por Juan Carlos I, su nieto Froilán, Frank de la Jungla y Risto Mejide. No creo ser el único que preferiría mil veces pasar una velada en semejante compañía que compartir espacio con esa mujer a la que preferiría no tocar ni con un palo. Tiene toda la pinta de ser una de esas desequilibradas que le revientan a uno la vida.

Por lo demás, deseo lo mejor a mis compañeros de viaje.

Froilán tiene veinticuatro añitos. Servidor a esa edad todavía era mucho más gilipollas que ahora. Bastante tiene un chaval que lidia con una vida pública desde su nacimiento. No se lo deseo a nadie. Frank de la Jungla me parece un crack. Le sigo de siempre porque nos une el amor por la naturaleza, en especial los reptiles, y una postura crítica ante el mascotismo y la actitud de ciertos activistas. A Risto le reconozco inteligencia y talento. Y aunque suelo estar en desacuerdo con él y en su programa me ha tratado mal en varias ocasiones, no se me ocurriría desearle nada malo.

Don Juan Carlos I merece detenerse un poco: hay una España que aprieta los dientes, trabaja en silencio e intenta superar las dificultades; que no participa en estas cacerías y se ve lejos de este ambiente de enfrentamiento y polarización. Unos ciudadanos que aguantan pacientes hasta que llegue el día de la revancha democrática: el voto y la urna. Un gesto que envíe a casa a toda la banda de desarrapados que nos desgobierna. Ese es el país en el que me siento reflejado. Esa mayoría silenciosa.

Todo lo que puedo desear a Juan Carlos I es bueno. Ojalá esa España en la que creo no tenga que llorar a un Rey que murió lejos de casa. Es un hombre que merece volver con los suyos. Hizo tanto bien que convierte cualquier mancha en una mota insignificante.

Vuelva a casa, señor. No escuche a esa ruidosa minoría. Los españoles de bien le damos las gracias por los servicios prestados. Le queremos de vuelta.

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