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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Soria y Barajas: ¿Amenaza o defensa propia?

4 de octubre de 2013
  • La fusión entre Iberia y British Airways que ha dado lugar, junto con la integración de Vueling, al hólding IAG (International Airways Group) ha producido, como primera providencia, un plan de reestructuración de Iberia para –según dicen los directivos del grupo– ponerla en rentabilidad y proceder a continuación a una prometedora política de crecimiento.

    Las palabras de los responsables de IAG suenan bien, como ocurre siempre. Pero los hechos no parecen corresponder del todo a esa música de violines: Iberia ha visto reducidas sus rutas (algunas de las cuales corresponden a Iberoamérica, especialmente a Santo Domingo, a pesar de las protestas de no «des-americanizar» a la compañía); los planes de compra de nuevos aviones en los próximos años no incluyen a Iberia, pero sí a British Airways y Vueling (Iberia tiene, dicen, opciones muy interesantes para el futuro); ya se han producido más de 1.700 despidos de los 3.000 previstos en el plan de reestructuración; y la disminución de operaciones ha influido, según el Gobierno, en la caída alarmante del turismo este verano.

    El ministro Soria no se ha recatado al decir públicamente que la creación de IAG «no ha sido buena para Iberia». A primera vista pudiera parecer que el ministro, una vez privatizada la antaño compañía española de bandera, se mete donde no lo llaman, como se dice vulgarmente.

    Pero Soria tiene motivos para sentirse concernido, porque, según él, el empequeñecimiento de Iberia ha tenido un duro impacto en el turismo de Madrid por la abrupta caída de pasajeros en la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, que está reservada en exclusiva a las operaciones de esta compañía. Ahora se recuerda que la construcción de esta terminal –todavía propiedad de la empresa pública AENA– costó a los contribuyentes españoles más de 6.200 millones de euros (más de un billón 100.000 millones de pesetas), y que va a valer cada vez menos si prosigue esta decadencia.

    Por eso tiene sentido que el ministro Soria se haya mostrado dispuesto a hacer uso de la llamada «quinta libertad del aire», que faculta al Gobierno a dar licencia a aerolíneas no europeas para que tomen y desembarquen pasajeros, correo y carga con destino o procedentes de terceros Estados.

    De esta manera, la T-4 acogería a compañías emergentes, modernas y dinámicas como las de Oriente Medio Qatar Airlines y Emirates o las asiáticas Air China o Singapore Airlines, que podrían utilizar esta terminal como punto de enlace entre América, Europa y Asia. Es posible que los directivos de IAG se hayan tomado este anuncio como una amenaza, pero harían mejor en comprender que, desde el punto de vista español, se trata de defensa propia.

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