Con un comunicado entre Joker y Aquí no hay quien viva, Alvise ha dado las primeras explicaciones a lo suyo.
Las explicaciones son oro cómico.
Alvise no quería vivir de la política, así que, hormiguita, decidió lucrarse antes de empezar. «Pequeños sacrificios de moral», lo llama.
Alvise se declara «culpable», pero por «autónomo». Se victimiza así en la figura mártir de la vida española y huye hacia delante extremando su discurso en una especie de cryptoliberalismo, el liberalismo de los cryptobros. Acaba llamando a la insumisión fiscal, como un Espartaco del IRPF. Con dos cojones. Pero no dos, al alcance de cualquiera, sino tres. «¡Me importa tres cojones!». Su cojonudismo siempre es de tres, dos y otro de propina. Tres cojonazos colganderos como los tres pechos de la chica de Desafío total. Tres es lo que se dice cuando el cojonudismo se pone absurdo y ya no atiende a razones.
En el audio donde prestaba el llamémoslo servicio hay un detalle no menor. Dice estar librando una batalla por «la libertad financiera» contra «el Estado-Nación».
Del Estado-Nación pasa treinta pueblos, le importa también tres cojones (¿qué tiene el tres que los cojones son también treinta y tres?).
El populismo degradado de Alvise alcanza momentos hilarantes y su palique, acentos de rapsoda. «Ya no hay ideología, ya no hay razón ni verdad». Su charlatanería es de tenor de mercadito que piropea a las abuelas, pero con ese estilo de rifador de peponas, de musiquita de fondo para el trile, Alvise, Batman de los espabilaos, no solo lleva a un extremo la protesta liberal contra la excesiva presión fiscal, también reduce al absurdo el discurso antisistema contra el poder los partidos y la ausencia de separación de poderes. Porque sin rigor ético o intelectual, ¿qué vale cualquier cosa que se diga? La partitocracia no podía caer más bajo, el problema es que la crítica a la partitocracia tampoco y siente uno que después de Alvise el discurso antisistema (que siempre bordea lo cómico) debe depurarse. Este es su gran servicio al tinglado (además de joder a Vox). Es como eso de Auschwitz, que después ya no se podía escribir poesía. Tampoco será sencillo decir ciertas cosas después de haberlas dicho Alvise.
En cualquier caso, no subestimemos el momento ni a los españoles. Ese chat de Telegram podría declararse paraíso fiscal en cualquier momento.