«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

BiografĆ­a

Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Una meditación parlamentaria

22 de marzo de 2023

Instantes antes de su discurso, aún padecía Tamames el encarnizamiento fotoperiodístico, los objetivos centrados en las expresiones de cansancio de un octogenario y, por supuesto, el encarnizamiento liberalio, pepero, tertuliano, meñiquero, ciudadano, repelente en suma, de quienes estuvieron semanas cargando contra el economista que iba a dar, con un tono nuevo, que sonaba mÔs nuevo que antiguo, un discurso excelente. Fue, como él dijo, una «meditación parlamentaria». Podríamos considerarlo, con título azoriniano, una hora de España, porque Tamames, con su ego, con su edad, con su biografía a cuestas, como todo el mundo, con esa circunstancia vital que hay que respetar y comprender aun mÔs que la ideología ajena si uno ha de presumir de talante liberal, dio uno de sus «últimos tributos» al país, a las «posibilidades españolas», que sería un gran título o unas buenas palabras en torno a las que reunir cualquier iniciativa patriótica.

Tamames habló desde su «atalaya económica», como académico, catedrÔtico y técnico del Estado, no como uno de sus chupópteros, y en ese rasgo antiguo se percibía una vieja forma de patriotismo, no solo el amor humilde al país, también la lealtad técnica al Estado.

Contó que la espoleta, su chispa ciudadana, se encendió con la manifestación de hartazgo, una de tantas, en Cibeles por las vejaciones que sufre el espaƱol en CataluƱa, con permiso y se dirĆ­a patrocinio del gobierno. Aversión, habló de aversión, degradada ya la palabra odio; y desde esa atalaya y con el impulso de estar ante lo inaceptable, inició un repaso a la situación espaƱola, dio el diagnóstico docto de alguien estudioso de la cosa pĆŗblica. Repasó, con afĆ”n estructural, los grandes problemas: la memoria histórica que los ocasionarĆ” aĆŗn mayores, el distorsionado entendimiento de la Guerra Civil, la sobrerrepresentación electoral del separatismo, y que sean los separatistas, partidarios del uso de una cierta violencia que no dudó en mencionar, los apoyos del gobierno; denunció las excesivas prerrogativas del ejecutivo, la inseguridad jurĆ­dica de distintos colectivos o la corrupción de los diputados metidos a logreros, antes de entrar en el Ć”mbito económico, primero con la denuncia de un estatalismo esclerotizante que deja al gobierno como primer empresario y primer sindicato, el estancamiento del paro, del PIB, la anomalĆ­a de una recuperación inexistente, la ausencia de polĆ­tica industrial, la desigualdad que denuncia Gini o los problemas de una Seguridad Social a cuyos telĆ©fonos no responde nadie. Tamames, como un heredero Ćŗltimo de Costa, habló de las infraestucturas naturales, de las aguas, de los trasvases, de los montes, de los bosques, de los rĆ­os, de todas las capas, membranas, dimensiones espaƱolas y tras lo natural, habló de su población: el suicidio demogrĆ”fico, los problemas de sanidad, de educación, vivienda…

Pero destacaría dos asuntos sobre los demÔs. Al hablar de los montes y los bosques, propuso la creación de un cuerpo de voluntarios ecológicos que implicando a «jóvenes urbanos» se esfuerce en «favorecer la conservación de la nación». ¿Por qué sonó tan importante? Traslucía una preocupación por la tierra, por la dimensión física del país, y exigía un movimiento no sólo estatal sino ciudadano, solidario, una solidaridad de retorno al campo. Podíamos encontrar en ello el gran punto en común con la primera moción de censura de Vox, en la que Abascal presentó, y parece haberse olvidado, un gran programa de regeneración forestal de España. Tamames volvía a esa idea: no sólo proteger la nación, hecho político, jurídico e histórico, también garantizar la reproducción de sus gentes y sus Ôrboles (”compatriotas quietos, verdes, españoles también, silenciosos y generosos!).

La regeneración forestal, pareciendo poco, era mucho, y el otro gran asunto en el que Tamames se detuvo fue la polĆ­tica exterior y lo dijo muy claro: Ā«No son temas lejanos, es nuestra historiaĀ»; la entrega del SĆ”hara, la inteligencia secreta con Marruecos, el olvido de los vĆ­nculos, dignos de exaltación, con naciones hermanas como MĆ©xico,  y la defensa espaƱola ante la Leyenda Negra, de la que dio ejemplo al recordar la inhumanidad del Imperio inglĆ©s en la India o la hambruna de Bengala. Ā«Nuestro admirado ChurchillĀ», dijo, y fue, allĆ­ mismo, un acto de insubordinación fundante del que tantos deberĆ­an aprender. Pero Āæcómo podĆ­a ser de otra manera? Hubiera sido decepcionante, y sobre todo atroz, que Tamames hubiera terminado su mirada al momento espaƱol cayendo en una lacayuna y cateta sumisión intelectual y polĆ­tica al angloimperialismo, en cualquiera de sus edades. Fue mĆ”s allĆ” Tamames y venido arriba admirablemente reclamó Gibraltar (Ā«una cuestión de dignidadĀ») y criticó la situación actual de la UE y que Estados Unidos —Ā”oh, anatema!— Ā«haya traĆ­do la guerra de UcraniaĀ». Tamames fue mucho mĆ”s allĆ” de la censura a SĆ”nchez y realizó una desaprobación general a la actual polĆ­tica espaƱola en su conjunto, pues la polĆ­tica exterior no es un aƱadido, no es un complemento, sino la cuestión mĆ”s importante ya que resume nuestra situación en el mundo y en la historia. La coordenada de la hora espaƱola la da su polĆ­tica exterior, que no es el final moldeable de una posición cualquiera, sino el principio, el fundamento.

Todo esto lo hizo Tamames con un tono admirable y cortés, culto y pausado, bienhumorado, citando autores y episodios históricos con una flexibilidad sin programa. ”Cómo se notaba en él lo no partitocrÔtico! Sólo una inteligencia, libre, dando su visión de España. Ese tono suyo debería inspirar también a Vox. Hacerlo suyo, incorporarlo en lo posible. En Tamames hablaba la inteligencia y la españolidad de un modo que, siendo firme, resultaba mÔs abierto, flexible y superior por razón y experiencia. Nada tajante y, se diría, transversal. Vox no debería permitir que de la voz racional se volviera a apropiar el temible complejo centrista-afrancesado.

Aunque nadie debería engañarse sobre Tamames. Habló un admirable ser sistémico. Todo lo que el 78 quiere y puede ser. Su concepción mÔs generosa y expansiva. Comenzó citando la huelga estudiantil del 56, en la que situó un origen de la Transición y el espíritu del Consenso, y acabó recomendando el libro de Margallo, con otra llamada a lo mismo. En Tamames, como ya pensÔbamos, habló el 78 sus últimas palabras inteligibles. No habló algo anterior, excesivo o alternativo. Vimos al 78 dirigiéndose a sus hijos, a sus nietas. Y en su intervención previa, Abascal ya había revelado cuÔl es el estado actual de la cosa: Feijoo no estaba y SÔnchez estaba, pero faltando a toda cortesía parlamentaria, a la deferencia mínima de la lógica. Ahí el régimen: el mutismo de uno y la mentira caótica y escurridiza del otro. El plante de Feijoo y un «debate absurdo» con SÔnchez, que escuchaba todo con caras de desdeñoso cinismo, encarnada en él, quintaesenciada, toda la corrupción moral de cuatro décadas. Cuando hablaba Tamames sí tuvo el cuidado de dejar sus muecas, pero entonces ¿qué se vio? Un rostro casi idiota, una expresión vacía, ufana, que expresaba un salto no tanto generacional como cultural, neuronal: la incomprensión entre Tamames y la cÔmara, entre el 78 y su descendencia.

La incomprensión fue aĆŗn mayor, rozó lo delirante, cuando Tamames tuvo que escuchar a Yolanda DĆ­az. Ā«Somos un paĆ­s movido por la energĆ­a emancipatoria de las mujeresĀ». Se le abrĆ­a la boca a Tamames, se le descolgaba la mandĆ­bula —Ā”atentos, fotógafos!—, era el 78 boquiabierto ante sus hijos e hijas, nietos y nietas.

Ɖse fue el gran Ć©xito, que lo fue, de la moción. Tamames recordó un estilo, una forma de ser, y su rechazo general retrata al rĆ©gimen difunto.

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